viernes, 4 de junio de 2021

PABLO AL KASADO

(Publicado en Diario16 el 24 de mayo de 2021)

Pablo Al-Kasado (a la vista de su pasión islámica habrá que empezar a llamarlo así) se ha puesto descaradamente de lado del rey de Marruecos en el grave conflicto migratorio desatado en la frontera sur a cuenta del Sáhara Occidental. Así se las gastan los patriotas del estéril cainismo ibérico: son capaces de todo, incluso de traicionar a su propio país, si es preciso, con tal de derribar al Gobierno y llegar al poder. Patético y triste.

En privado, cara a cara con Sánchez, el líder del PP se cuadra como un soldado leal y asegura que “siempre ayudará al Gobierno de España ante cualquier agresión del exterior”. Sin embargo, cuando llega la hora de la verdad, Pablo Al-Kasado critica todo lo que puede la actuación del Gobierno, lo tilda de irresponsable, malmete, conspira, crispa, afea al Ejecutivo de coalición el “efecto llamada” del Aquarius, se arrodilla cual lacayo ante el “amigo americano” que protege a Marruecos, pide comisiones de investigación a troche y moche y hasta un debate sobre el estado de la nación, con moción de censura incluida, para poder gritar desde la tribuna aquello tan aznarista de “váyase señor Sánchez”.

En definitiva, Pablo Al-Kasado le ha comprado el discurso al sátrapa de Rabat y ya trabaja en sintonía y consonancia con sus embajadores, visires, emisarios y servicios de inteligencia. Él quizá no lo sepa, pero va camino de convertirse en el nuevo Abd el-Krim capaz de poner contra las cuerdas a esta España del siglo XXI lastrada por sus viejos cánceres y achaques que retornan una y otra vez, o sea la guerra contra el moro, el colonialismo no resuelto, la gripe española, la pobreza, el separatismo territorial, la decadencia de la monarquía, la evasión de capitales de la nobleza, en fin todas esas maldiciones que nos machacan como país y como pueblo a lo largo de los siglos.

“La crisis diplomática es culpa de Marruecos, pero la responsabilidad es del Gobierno porque se podía haber evitado”, afirma el dirigente popular poniendo encima de la mesa el espinoso asunto del traslado de Brahim Ghali, líder del Frente Polisario, a un hospital de Logroño.

En realidad, nuestro país tiene todo el derecho del mundo a acoger en su territorio, por razones humanitarias, a quien crea oportuno y sin dar explicaciones a nadie. Faltaría más, para eso somos un estado soberano. Sin embargo, Pablo Al-Kasado, como aplicado agente marroquí al servicio de la CIA que es, cree que no y considera que cada papel timbrado que mueva Sánchez en política exterior tiene que pasar necesariamente por los palacios del tirano de Rabat. ¿Se puede ser más rastrero y servil con nuestros enemigos?

Hay sobradas pruebas de la felonía casadista. Apenas seis días antes de que estallara la crisis migratoria en Ceuta, el líder popular anunciaba su decisión de ponerse en contacto con dirigentes de partidos marroquíes, entre ellos Reagrupamiento Nacional Independiente (RNI), para compartir impresiones sobre la hospitalización urgente del líder del Polisario. Fue otro golpe bajo a la patria, una cuchillada trapera, alevosa, sañuda y vil. Que el mandamás de la derechona patria pueda elegir como interlocutores a los matones que reclaman Ceuta y Melilla y que arrojan a sus niños al mar antes que al legítimo Gobierno de su país resulta estremecedor, además de esperpéntico.

¿Qué será lo siguiente que haga el señor Al-Kasado, malvender las ciudades autónomas a los estadounidenses para que vayan instalando sus bases militares, como hizo Franco en su día con Rota y Morón de la Frontera? ¿Entregar la Alhambra de Granada? ¿Abrir una jaima en Génova 13 a modo de zoco o Fitur moruno para que los traficantes de esclavos y mercaderes del hachís de Mojamé VI puedan hacer pingües negocios por Europa? Todo es de una hediondez difícil de soportar.       

Ya no queda ninguna duda. Pablo Al-Kasado es un hombre de poco fiar dispuesto a darle la razón al mismísimo Puigdemont, que en las últimas horas también ha salido en defensa de Marruecos frente a la colonialista España. El líder popular es capaz de telefonear al presidente Sánchez para darle su apoyo incondicional en la crisis de Ceuta y un minuto después mendigar canutazos a las cohortes de periodistas que lo siguen por Madrid para poner a caldo la gestión gubernamental, echando más leña al fuego de la crisis y desestabilizando aún más el país. Eso solo lo hace un judas de manual, un vendepatrias, un agente alauí infiltrado tan eficaz como los espías marroquíes que por lo visto están por todas partes (mire a sus espaldas el ocupado lector de esta columna, no vaya a ser que ande alguno pisándole los talones).

La estrategia dura de Pablo Al-Kasado, su deslealtad con el Gobierno de España, ha sorprendido incluso a sus más incondicionales y allegados del partido, donde reconocen que “quizá” el líder del PP no haya estado “muy cordial en las formas” ni muy ducho en la argumentación, ya que no ha sabido explicar la posición de la derecha española ante esta crisis sin precedentes. Pero todo eso a él le da igual. Se trata de derrocar al Gobierno como sea, amplificando los efectos de la pandemia, cortando el grifo de las ayudas de Bruselas para asfixiar a millones de españoles necesitados, agitando una nueva Marcha Verde marroquí, como la del 75, no ya contra el Sáhara Occidental, sino contra España misma.

Las últimas encuestas, que dan mayoría absoluta a la pinza PP/Vox, han terminado por desatar la euforia espídica de Pablo Al-Kasado, que ya se ve Califa de Al Andalus (esa es la auténtica razón de que se haya dejado la barba) pese a que aún faltan dos años para las elecciones. Al jefe de la oposición solo le queda enfundarse la chilaba, colocarse trasero en pompa (mirando a la Meca y arrastrándose ante la tiranía alauí) y fumar de la misma cachimba que el rey Mojamé. Qué patriota tan penoso y lamentable.

El eterno candidato a presidente es un caso perdido de ambición personal desmedida que no puede reprimir ni por un solo instante su ansiado sueño de ocupar la Moncloa algún día. Él quiere jugar a los grandes estadistas, aparentar que es un personaje de dimensiones históricas, un hombre egregio y de talla universal que pasará por su talento y su generosidad política, pero qué va. No puede esconder su medianía política, no puede controlar el mal nervioso que le sale de dentro y que no es otro que la neurosis freudiana del éxito a cualquier precio. Pablo Al-Kasado está ciego de poder.  

Ilustración: Artsenal

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