viernes, 4 de junio de 2021

XIMO PUIG


(Publicado en Diario16 el 28 de mayo de 2021)

La Comunidad Valenciana está en vías de vencer la pandemia mientras el feudo madrileño de Díaz Ayuso sigue siendo un auténtico descontrol. El presidente Ximo Puig cree que el éxito de la gestión sanitaria hay que atribuírselo a los valencianos, que han sabido apretar los dientes, tomarse en serio la lucha contra la lacra y aceptar con admirable estoicismo las severas medidas restrictivas. Solo así –con sangre, sudor y lágrimas y bajo el lema de “vacunación, vacunación y vacunación”–, han conseguido los valencianos doblegar la curva epidémica hasta unos treinta casos por cada cien mil habitantes. Todo un logro como para sentirse orgulloso, no solo ante España, sino ante el resto de Europa.

Ahora las tres provincias levantinas están en buena disposición de afrontar la próxima campaña turística, que es de lo que se trata para reiniciar los motores de la maltrecha economía e ir dejando atrás la recesión. Los valencianos, rompiendo mitos y tópicos, están demostrando que no son esas gentes festeras que solo piensan en clave de Fallas, paella y horchata, sino que están construyendo una sociedad del bienestar mucho más avanzada y robusta de lo que cabía suponer. Solo un dato: durante el próximo mes de julio llegarán las vacunas para los ciudadanos de más de treinta años. Pocas regiones europeas van tan adelantadas en la campaña de inmunización.

Es evidente que Puig sale triunfador de esta pesadilla mientras que Ayuso, pese a haber ganado las elecciones, sigue presentando unos números deplorables propios de Burundi que son la vergüenza del mundo civilizado. La ratio de contagiados sigue disparada (en algunos municipios madrileños se superan los 500 afectados de coronavirus por cada cien mil habitantes), la sanidad pública se cae a trozos (la última de la señora presidenta es que quiere cerrar 41 centros de salud de Atención Primaria) y el personal sanitario ya no puede más tras meses de trabajo en precario y mal pagado. Nada que ver con la intención de Puig de renovar los contratos de los 6.000 sanitarios de refuerzo que se han batido el cobre en la pandemia y que por una simple cuestión de ética política no deberían quedar abandonados a su suerte ahora que lo peor ha pasado.

El análisis entre los dos modelos de gestión (el modelo racional a la europea de Ximo Puig y el modelo cañí de la juerga, tapas y cañas de Ayuso) no resiste una mínima comparación seria y rigurosa. Las cosas se han hecho bien en la Comunidad Valenciana (que este verano podría celebrar sus fiestas falleras con el consiguiente balón de oxígeno para el turismo) mientras que en Madrid se ha jugado a una suerte de política basura, demagogia y trumpismo que ha devenido en el más rotundo fracaso sanitario.  

Cuando las nuevas generaciones de epidemiólogos estudien la evolución de la pandemia en nuestro país, con gráficos y estadísticas, concluirán científicamente quién acertó y quién se dedicó a promover botellones y festejos taurinos, o sea el pan y circo que han vendido los grandes líderes populistas de toda la vida. Sensato puigismo versus enloquecido ayusismo, esa es la cuestión. Sentido de país frente al “procés invisible” que ha puesto en marcha Madrid para convertirse en una aspiradora de centralismo y dumping fiscal.

Pero no solo se está destacando Ximo Puig por su talento como gestor de un cataclismo humano y sanitario de proporciones bíblicas. Su figura política sale reforzada también y se coloca a la vanguardia ideológica de un PSOE que necesita renovarse y que estos días muestra su peor cara por la división interna a cuenta de los indultos de los líderes soberanistas catalanes. Puig está recuperando ese socialismo pragmático y eficaz que sirve para mejorar la vida de la gente, una forma de pensar la política que recupera lo mejor de los grandes estadistas socialdemócratas, esos que lamentablemente han entrado en vías de extinción por la propia decadencia de la izquierda internacional y por influencia de los caudillos ultraderechistas que imponen sus programas demagógicos en toda Europa.  

Vaya por delante que Ximo Puig cree en el mercado (así se lo ha hecho saber esta mañana a Ángels Barceló en su programa matutino de la Cadena Ser) de manera que no es ningún demonio comunista con rabo y cuernos como esos que el dúo Casado/Abascal suelen pintar tan a menudo para llegar al poder a costa de meterle miedo al personal. El presidente valenciano cree en una economía mixta controlada democráticamente que ponga freno a los excesos ultraliberales, a la ley de la jungla del capitalismo salvaje, y ponga el objetivo en la construcción de una sociedad mucho más justa e igualitaria en lo social y en lo económico. Su discurso sobre la liberalización de las patentes de las vacunas, la educación, la sanidad y los servicios públicos es de manual de primero de socialismo y ha supuesto un soplo de aire fresco en una tierra como la valenciana que tras años de zaplanismo y capitalismo de amiguetes había caído en la corrupción, el clientelismo y el despilfarro faraónico.

Hoy las cuentas públicas de los valencianos están mucho más saneadas que en aquellos tiempos de bigotes y correas, fulanos que a la sombra del poder del Partido Popular habían tejido un modelo productivo pseudomafioso propio del franquismo. En esa tarea conviene no olvidar la labor del Gobierno del Botánico y de sus dos socios, Compromís y Unidas Podemos, además del más que digno trabajo de una mujer como Mónica Oltra, que ha conseguido que la política valenciana sea algo más que un turbio cenagal.

Pero no es solo gestión el Ejecutivo regional valenciano. También ideología y compromiso democrático. El posicionamiento de Puig a favor de los indultos a los líderes indepes contrarresta la opinión de otros barones del PSOE que en los últimos días se han destacado por mantener ideas retrógradas más propias de la extrema derecha que del partido del puño y la rosa que ha sido referente del socialismo español en los últimos 142 años de historia. “Los indultos es una visión acertada. Es exigible un gesto a los independentistas. Sin coraje y sin convicciones no saldremos. Estar en la bipolaridad puede ser mejor electoralmente, pero no en términos de país”. Generosidad, talante conciliador y sentido de Estado. ¿Hay alguien que dé más?  

Viñeta: Pedro Parrilla

No hay comentarios:

Publicar un comentario