(Publicado en Diario16 el 30 de junio de 2021)
Mientras el Tribunal de Cuentas se entretenía buscándole a los líderes catalanistas la calderilla de la utopía republicana, algunos prebostes del PP llenaban las alforjas y José Luis Moreno levantaba un emporio de risas enlatadas, horteradas televisivas y fraudes económicos. El taimado ventrílocuo se ha convertido en todo un símbolo de esa España de cartón piedra trincona, corrupta y decadente que ahora revienta por los cuatro costados.
Ayer supimos que mientras el showman de las americanas de seda y lentejuelas dirigía el gran espectáculo de la corrupción en prime time y nos engatusaba con los chistes verdes de sus simpáticos testaferros de trapo y madera –los Rockefeller, Monchito y Macario–, el país se nos venía abajo sin que nos diésemos ni cuenta. España lleva años rompiéndose por pura desidia, por vicio de ladrones y por simple negligencia, y ese desastre es el que ha prendido la llama de la indignación popular y el independentismo. A veces la explicación más sencilla suele ser la más acertada.
Quién iba a decirnos que el padre de aquellas ingeniosas marionetas que dulcificaron nuestra infancia y nuestra juventud, allá por los ochenta, era un capo metido en negocios turbios. De repente, los entrañables personajes de Moreno que nos hicieron reír no hace tanto se han convertido en seres macabros, inquietantes, malignos, muñecos diabólicos que esconden la gran verdad hispana, que no es otra que este es un país de fenicios, depredadores y expertos en la rapiña. Aquí hasta el más tonto se ha construido un personaje de escayola con el que ha hecho carrera, desde el policía ful Villarejo hasta el cómico que a base de dientes dientes y un histrionismo de estilo yanqui (¡uh uh uh!) se ha estado riendo de los españoles y cultivando el pelotazo, no ya urbanístico sino humorístico. Aquí cualquier listo ha hecho un reloj, ya sea suizo o árabe, según, que Juan Carlos I era más de relojes de arena y por eso visitaba el desierto dos veces por semana, para poner en hora el reloj y sus cuentas corrientes en el extranjero.
Ahora vamos viendo que este país había caído en manos de una casta de avezados ventrílocuos que no hablaban por sí mismos sino en función de ocultos intereses. Ayer, sin ir más lejos, Pedro Sánchez y Pere Aragonès tuvieron que sentarse cara a cara para hacer un ejercicio de compleja ventriloquía. De alguna manera, ambos políticos son títeres en manos de otros poderes superiores, de modo que no dicen lo que piensan, sino lo que otros les susurran al oído. El jefe del Ejecutivo representa la indisoluble unidad del Reino de España, es decir, monarquía borbónica, y por tanto de referéndum pactado res de res, por mucho que él esté convencido, como buen socialista, de que esa sería la salida más lógica y sensata para el laberinto secular catalán. El honorable president, por su parte, habla por boca de Oriol Junqueras y en última instancia de parte de Puigdemont, que es el gran ventrílocuo que mueve los hilos de las marionetas desde su mansión de Waterloo.
La reunión de ayer no venía precedida precisamente del clima de cordialidad, sosiego y entendimiento más idóneo para avanzar en el diálogo entre ambas partes. Las derechas llevaban días calentando el ambiente en un intento de torpedear cualquier posibilidad de acuerdo y en las horas previas se conoció la polémica sentencia del Tribunal de Cuentas impulsada por Margarita Mariscal de Gante, ministra de Justicia con Aznar, que ha fijado en más de 5,4 millones de euros la factura de los platos rotos que deberán pagar los líderes independentistas por los gastos del referéndum de autodeterminación y el procés. Nunca una fiesta salió tan cara, y eso que estamos hablando de catalanes, gente siempre austera y muy mirada con la pela.
La resolución del tribunal, que se enmarca sin duda en la ofensiva del mundo ultraderechista contra cualquier tipo de negociación con los separatistas, no trata de revisar las cuentas sino de ajustar las cuentas, que no es lo mismo. Primero se castigó a los díscolos nacionalistas con la cárcel, como herejes antiespañoles sometidos al juicio de la Sagrada Inquisición, y ahora se les intenta llevar a la ruina económica, que es tanto como condenarlos a la muerte civil. Ese es el escenario convulso en el que Sánchez tiene que negociar la paz con la parte del Estado insubordinada. Si esto llega a buen puerto, será poco menos que un milagro.
Todo en España es ya pura ventriloquía, impostura, artificio y montaje. A Pablo Casado, una especie de Monchito de José Luis Moreno que habla en nombre de las élites y del Íbex 35, le viene bien que la polémica de los indultos siga viva porque mientras se habla de los enemigos de España, de la polvareda patriótica y de la unidad de la nación, los españoles se olvidan de la Kitchen, de Lola Cospedal y de las vastas agendas de Villarejo de las que no paran de salir nombres, direcciones, escándalos. Si lo que pretende el Tribunal de Cuentas es aclarar los números y el dinero de la Administración que ponga la lupa en los años de Gobierno de Mariano Rajoy, que ahí tiene un agujero negro tan descomunal como el Gran Atractor, esa infinita boca de lobo descubierta por los científicos en el centro del Universo y que amenaza con tragárselo todo: las galaxias, el espacio y el tiempo.
Y finalmente nos queda Santiago Abascal, otro muñeco morenesco muy bien movido y agitado. Este es un Macario del franquismo que con su boina y sus modales antiguos mueve la boca, los brazos y las piernas en nombre de los poderes fácticos en la sombra de una España terrible y enfermiza. El Caudillo de Bilbao ha leído la sentencia del Tribunal de Cuentas y no tardará en dar órdenes a sus leguleyos para que pongan querellas por prevaricación, cohecho y mil delitos más, no solo contra el ministro Campo –que quiere guardar la sentencia en un cajón–, sino contra Sánchez, contra Pablo Iglesias (aunque ya no esté en el Consejo de Ministros), contra los gatos y los bonsáis de Moncloa y contra el sursuncorda si hace falta. Nos acercamos a un nuevo 18 de julio, día de amargos recuerdos para los demócratas y republicanos de bien, y Abascal está en su salsa con este alzamiento nacional por la vía de los tribunales que le dará el combustible necesario para su segunda moción de censura fallida. A este paso, Abascal acabará con la democracia más pronto que tarde. Toma Moreno.
Viñeta: Pedro Parrilla
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