(Publicado en Diario16 el 22 de julio de 2021)
Existen. Son reales. Andan por las facultades de Derecho con la frente bien alta, el mentón duro y orgulloso de pertenecer a una estirpe de rancio abolengo y el carné de las nuevas generaciones del partido entre los dientes. Son la élite, los cachorros de los prebostes, potentados y grandes de España, las dinastías linajudas que se perpetúan en el poder desde que Alfonso XIII tuvo que salir por piernas de este país y mucho antes.
Siempre se sientan en la primera fila de la clase, aparentan ser empollones aplicados, le hacen la pelota al catedrático de turno y le ríen las gracias al decano, que alterna con ellos en alegres cócteles en el club de golf, el casino del pueblo y la hermandad masónica de no sé qué. Son de misa de doce, nunca beben ni fuman (en público), y van en coche a la Universidad, pero no en un utilitario cualquiera, sino en un flamante último modelo que aparcan en plaza VIP para envidia de los funcionarios. Son los calvos a los veinte, la camada de oro llamada a heredar el Poder Judicial y el imperio de papá y mamá, los rancios adolescentes que visten como en los sesenta (ellos el uniforme oficial de toda la vida, o sea el pantalón de pinzas y el Lacoste color pastel anudado al cuello; ellas de marca, nada de tiendas low cost, que esos tugurios son bazares infectos solo aptos para proletas perdedoras). Las castas entroncan endogámicamente, por eso se casan entre ellos, ricos con ricas, condes con condesas, marqueses con marquesas, y aunque la niña queda preñada como todas nunca se la verá en una clínica abortista, lo cual explica tanto viaje a Londres con la excusa de mejorar el inglés.
Por descontado, el elegido/a siempre saca notazas aunque sea inútil total e incapaz de recitar de memoria el artículo primero del Código Civil; siempre le revisan los exámenes impugnados incluso a la hora de la siesta; y siempre termina bien colocado, antes de que el título salga por la impresora, como diligente pasante en el despacho de abogados más fuerte de la ciudad. Porque, aunque el lector no lo sepa, las puertas giratorias, enchufismos y nepotismos no solo funcionan en la política profesional y el Íbex 35, la Champions League de la corrupción española, sino que en nuestros planes educativos hay una hoja de ruta perfectamente trazada de antemano para que los retoños de la aristocracia tengan la vida resuelta y una pensión vitalicia del Estado.
La maquinaria infalible del éxito funciona, indefectiblemente, desde la tierna guardería hasta las deslumbrantes fiestas de graduación. Aquel que nace en la alta cuna tiene reservado un puesto en la cumbre. Siempre ha sido así. Ellos y ellas, nuestros niños Harvard, nuestros másteres de cartón piedra, lo tienen fácil en su ilustre travesía académica porque más tarde o más temprano aparecerá el padrino amigo de papá o el mago de la chistera, toga y puñeta que dará un empujoncito a los muchachos para impulsarlos al Olimpo del Supremo. Aquí se siguen arreglando las cosas así, en el cortijo, en el oscuro patio trasero, tú me das yo te doy, como cuando los palmeros, correveidiles y estómagos agradecidos eran invitados por Franco a una cacería y de allí salían ya bendecidos los jueces, ministros, funcionarios, dueños de estancos para toda la vida y títeres para los consejos de administración. El franquismo fue una gran montería contra jabalíes y rojos, pero en cierta ocasión Fraga, vestido de tirolés, no atinó bien con los perdigones y en lugar de darle a la perdiz dejó el culo de la Hijísima como un colador, según cuenta Jaime Peñafiel. Pese a errores puntuales, por lo general el sistema de corruptelas funcionó perfectamente engrasado durante cuarenta años de dictadura y sigue funcionando también en nuestros días.
Ahora el PSOE quiere acabar con esa élite, crème de la crème, flor y nata o jet judicial que puede permitirse el lujo de preparar y suspender veinte oposiciones porque tiene dinero para eso y para más, mientras al hijo del obrero no le llega la cartera para hacer realidad su sueño de ganar honradamente una plaza de juez. La ponencia política que los socialistas aprobarán en el 40 Congreso del partido pretende impulsar un sistema de becas “que permita aflorar el talento y la vocación de los aspirantes a los cargos del Estado” sin que la situación económica sea un impedimento insuperable, “como lo es para muchas personas y sus familias en la actualidad”. O sea, que Pedro Sánchez se ha propuesto acabar con las castas y abrir la judicatura a la clase obrera, al hijo del currante, al buen opositor con talento y neuronas que se saca la carrera y la oposición con esfuerzo mientras le sirve una pizza doble al guiri en el chiringuito de la playa.
Al presidente, entre vuelo transoceánico a USA y chuletón imbatible, se le ocurren ideas extraordinarias, en este caso abordar la urgentísima democratización y reforma de la Justicia siempre aplazada. Porque Bezos, el ricacho de Amazon, podrá tener un cochecito espacial para inaugurar el turismo sexual intergaláctico, pero nuestro presidente tiene un Falcon con el que piensa transformar España, qué pasa Jeff, chúpate esa, tío, colega, tronco. Han tenido que pasar cuatro décadas para que un presidente caiga en la cuenta de que las derechas ya han dado el golpe de Estado, colocando a sus primogénitos y mayorazgos en los resortes del poder, de manera que el fascio redentor no necesita de otro 36, ni de “francazos” o guerras civiles para reconquistar España en santa cruzada.
Sin embargo, por desgracia y una vez más, una medida bienintencionada llega tarde, cuando los herederos del Antiguo Régimen ya han ocupado los sillones y poltronas más relevantes en todas las magistraturas e instituciones oficiales. Hoy los hijos de, los apellidos compuestos de varios renglones, los vástagos nobiliarios lo controlan todo, desde el Tribunal Constitucional hasta el de Cuentas, pasando por el Supremo y cada Audiencia Provincial de la España vaciada. Nuestra Justicia es más ultraconservadora que la Fundación Franco, los peones blancos están bien desplegados y cuando toca hacerle un favor a la banca o a la extrema derecha alguien levanta un teléfono y se le insinúa amablemente a aquel que en su día fue un joven, aplicado y sumiso estudiante-hijo-de-papá que haga lo que tenga que hacer, que usted verá cómo enfoca este asunto, que nosotros no decimos nada pero que el favor con favor se paga. Para eso está la Familia, hombre. Para custodiar y vigilar que todo siga atado y bien atado.
Viñeta: Pedro Parrilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario