(Publicado en Diario16 el 17 de febrero de 2022)
Aznar ha vuelto a hablar desde su oráculo, allá arriba, en el Olimpo de los dioses de la política. Y lo ha hecho para dejar una sentencia sorprendente, ya que ha equiparado a Santiago Abascal con la líder del Frente Nacional francés, Marine Le Pen, sin duda lanzando un aviso a navegantes para todos aquellos que en su partido están deseando no solo pactar ya, alegremente y sin meditarlo ni un solo minuto, con los ultraderechistas de Vox de Castilla y León, sino firmar acuerdos más amplios para concurrir en un bloque de derechas a las próximas elecciones generales. “No veo ventajas para España en que Le Pen estuviera en el Gobierno”, ha proclamado el hombre que puso las botas sobre la mesa en el salón del rancho Bush.
Últimamente el PP casadista se ha escorado tanto a la extrema derecha que hasta Aznar parece ya un rojo peligroso. Estamos tan acostumbrados a las formas falangizantes de Pablo Casado, a las franquistadas de Isabel Díaz Ayuso y a las carlistadas del alcalde de Madrid, Martínez Almeida, que no damos crédito cuando escuchamos al patriarca del PP cuestionando a los partidos neofascistas de nuevo cuño. No estamos diciendo aquí que Ansar sea el ideal perfecto de demócrata, pero cuando compara a Le Pen con Abascal y cuestiona la idoneidad de incluir al líder de Vox en un hipotético Gobierno conservador deja en evidencia lo lejos que han llegado los nuevos dirigentes del PP en su deriva ultra tras echarse al monte.
Ayer, sin más lejos, el alcalde de Villa y Corte se descolgaba con unas sonrojantes declaraciones en las que, en lugar de posicionarse abiertamente en contra de la extrema derecha española, como haría todo demócrata de bien, dijo que le parece más perjudicial para el país que Pedro Sánchez continúe en el Gobierno de España, con el apoyo de Bildu y ERC, que la posibilidad de que Vox pueda coaligarse con los populares. Solo le faltó levantar el brazo en alto, hacer el paso de la oca y cantar el Cara al Sol.
Pero Aznar fue aún más incisivo en su análisis crítico del neonazismo posmoderno durante su intervención en un almuerzo coloquio en el Círculo Ecuestre de Barcelona, donde situó al partido de Abascal “a la derecha de la derecha” y contrapuso la ideología del PP (un “partido constitucional absolutamente europeo y europeísta”) a la de Vox, que tiene como “referentes a Le Pen y otros movimientos europeos”. A nadie se le escapa que en el pasado Aznar vio al Caudillo de Bilbao como su más digno sucesor en detrimento de un Casado poco carismástico. Entre maestro y discípulo siempre ha habido feeling, eso que se llama reciprocidad. Al expresidente le agrada el estilo recio de hacer política de Abascal y este a su vez se ha declarado en reiteradas ocasiones un fiel admirador de la obra aznarista (la hemeroteca contiene numerosas pruebas de que ambos están en la misma onda política). Hasta que el líder voxista empieza a verse como una seria amenaza electoral. Ahí se terminó el idilio.
El expresidente, viejo zorro, ve el grave peligro que se avecina si el PP sigue atando su futuro al del partido ultra y por eso pulsa el botón de SOS, una alarma que nadie escucha. En Génova mandan una serie de “niñatos y chiquilicuatres” que no saben ganar elecciones (ya lo dijo Espe Aguirre en su día) y ninguno de ellos tiene la visión y la capacidad de anticipación sobre la serie de acontecimientos que están por llegar si el Partido Popular firma finalmente una coalición con Vox en Castilla y León que podría ser el preámbulo de una alianza de Estado mucho más amplia con el fin de conquistar la Moncloa. Casado ya ha demostrado su impericia para dirigir nada (y menos un gallinero como el PP), así que no se le puede pedir que lea el futuro más allá de sus propias narices. En cuanto a su más directa rival por el poder en Génova 13, Isabel Díaz Ayuso, tampoco es que destaque por sus ideas brillantes que marcarán una época. Todo lo que dice la lideresa castiza lo lee en una chuletilla que le escribe MÁR la noche anterior y el culmen de su pensamiento político se resume en aquella frase antológica que quedará para la historia: “Madrid es España dentro de España. ¿Qué es Madrid si no es España?”. La gran mente que descifró la esencia de lo español, Ortega y Gasset, aún se está revolviendo y partiendo el pecho de la risa, allá donde esté, con semejante perogrullada.
Es obvio que nadie en el PP está viendo venir el desastre que se avecina si Vox entronca en coalición conservadora. Nadie salvo Aznar, el político al que no le hacen falta rayos equis en los ojos, como un héroe de la Marvel, para intuir que el partido se dirige hacia un callejón sin salida de la mano de la ultraderecha antisistema. Ayer se permitió dirigirse a Abascal para decirle retóricamente: “¿Quieres que [Juan García-Gallardo, candidato de Vox] sea vicepresidente de una cosa que te quieres cargar?”. De esta manera, Aznar bromeaba con el hecho de que Abascal esté deseando liquidar el Estado de las autonomías y al mismo tiempo intente colocar a su delfín como segundo de a bordo de la Junta de Castilla y León. Una paradoja o incoherencia en sus términos que Ansar corrigió severamente: “Cuando estás en política, la política no es gratis, y tienes que dar explicaciones de las cosas”.
En realidad, al jefe de Vox le interesa más bien poco, por no decir nada, tocar poder con aburridas consejerías de esto o aquello, ya que no cree en los gobiernos descentralizados y es más de la España una, grande y libre. A Abascal solo le interesan las elecciones generales, dar el golpe al PP y poner el país patas arriba hasta hacerlo retroceder a los tiempos del NO-DO. Pues eso que lo ve hasta un ciego, parece que no lo huele nadie en el Partido Popular. Nadie excepto Aznar.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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