(Publicado en Diario16 el 16 de septiembre de 2022)
Para muchos votantes de Vox (y también dirigentes de la formación ultra), Macarena Olona ha pasado de ser la heroína, la libertad guiando al pueblo, a la más peligrosa archivillana que los ha dejado en la estacada. Hay quien dice que la paracaidista de Salobreña ya está pensando en fundar su propio partido. ¿Qué ha pasado en tan poco tiempo? ¿Cuál ha sido el punto de ruptura que amenaza el futuro mismo del proyecto ultraderechista de Santiago Abascal? A esta hora todo son preguntas sin respuesta.
Lo último que se sabía de la enérgica y racial dirigente voxista era que dejaba la política por cuestiones de salud. Hoy nadie se cree esa explicación. Olona no hizo un buen papel en las pasadas elecciones andaluzas (oyéndola en los mítines parecía que se iba a comer el mundo, pero al final quedó a gran distancia de Juanma Moreno Bonilla), así que Abascal le recomendó que se quedara en el Palacio de San Telmo dedicándose a la política regional. A Olona no le gustó el inesperado cambio de destino y se le amotinó al jefe.
La candidata debió pensar que en Sevilla ya había tocado techo, que no había mucho más que rascar y que los andaluces no le habían comprado el cuento trumpista. Así que decidió volverse para Madrid. En el Manhattan de Ayuso se vive como Dios mientras que las provincias son ingratas, hay que trabajar duramente, currárselo a tope, picar mucha piedra. ¿A santo de qué ser una mandada o una clinera del desagradecido parlamentarismo autonómico cuando ella se siente la estrella del facherío patrio? Así que le dijo que nones a Abascal, que ella se volvía para Villa y Corte y que pusiera a otra chacha en tierras andaluzas, que ella no era la Gracita Morales de nadie. Porque una puede ser mujer machista pero no tonta. Es más que probable que en ese punto se produjese el distanciamiento definitivo entre dos líderes que hasta ese momento se habían mostrado como uña y carne, como Pili y Mili, como los gamberros antisistema Zipi y Zape de la política nacional dispuestos a poner el país patas arriba. Olona no aguantó la situación y se dio de baja en el partido.
Ayer, cuando Federico Jiménez Losantos le preguntaba por el suceso, Abascal quedó cortado, sin argumentos, algo ciertamente extraño para un hombre que habitualmente se expresa sin pelos en la lengua. “No soy capaz de explicar muchas cosas, Federico”, respondió lacónicamente el líder de Vox. Pero el incisivo Federico, lejos de soltar la presa, insistió en el turbio episodio. “¡Ayer vi una foto en la que estaba con Mario Conde! ¡Una abogada del Estado con un ladrón de bancos, nuestra Macarena! ¿Qué pasa?”, incidió Losantos. “Es libre de hacer su vida y defender lo que ella quiera. Es una persona que ha abandonado Vox y yo no puedo juzgar lo que hace”, se limitó a decir el dirigente ultraderechista. En realidad, no hubo respuesta, de modo que a esta hora el votante sigue sin entender lo que ha ocurrido. Y ahí quedará la cosa para siempre, ya que el partido verde no es precisamente un dechado de transparencia ni de decir la verdad sobre lo que ocurre en sus órganos internos.
Y ahora viene la bomba. En los medios de la caverna corre el rumor de que Olona está pensando fundar su propio partido, un supuesto que desmintió Abascal en su entrevista con Losantos. De ser así, el proyecto ultra quedaría seriamente tocado. Hoy por hoy no parece que haya espacio político para dos partidos nacionalpopulistas (es evidente que uno solo no ha llegado a cuajar), así que han saltado todas las alarmas en la sede posfranquista. Además, un partido no se funda con una sola persona por mucho carisma que tenga. Necesita de cuadros, de estructura, de inversión. ¿De dónde sacaría Olona todos esos mimbres? Si por su cabecita está pasando la idea de llevarse a unos cuantos tránsfugas y a algunos apoyos financieros para su nuevo proyecto, Vox quedaría herido de muerte. En el sistema electoral español la división penaliza al más débil, de eso sabe mucho la izquierda a la izquierda del PSOE, que en pocos años se ha diluido por culpa de la atomización y de una multitud de partidillos y rencillas internas. Abascal, consciente del riesgo que corre su grupo, le ha tendido la mano para que vuelva a “su casa”, donde siempre tiene “las puertas abiertas”. Una invitación que huele a intento de enterrar el hacha de guerra.
Mientras tanto, el terremoto en el mundo ultra empieza a dejar sus réplicas en forma de sondeos y barómetros demoscópicos. La encuesta de septiembre que hace unas horas ha dado a conocer el CIS sitúa a Vox en uno de sus resultados más bajos de los últimos tiempos con un 10,3 por ciento en intención de voto. El partido se desangra por el efecto Feijóo, porque las propuestas populistas de los verdes ya no engatusan ni seducen como antes y porque entre ellos mismos andan conspirando en la trastienda. En poco tiempo se han convertido en derechita cobarde con sus mismos vicios y defectos. Ayer, Olona iniciaba una gira por universidades de todo el país en la que probablemente tratará de explicar sus ideas y planes de futuro. La primera parada fue el campus de Granada, donde varios sindicatos estudiantiles boicotearon su intervención con acciones de protesta. Craso error de la muchachada izquierdista granadina. A Vox nunca se le debe dar el altavoz ni razones para el victimismo, del que se alimentan para crecer. Basta con dejar que el partido se pudra por la propia inercia de la historia hasta que acaben devorándose como hambrientas pirañas.
Ilustración: Artsenal
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