(Publicado en Diario16 el 13 de agosto de 2022)
Científicos franceses han descubierto que pensar cansa. Acabáramos. Ahora se entiende todo. Por fin un dato empírico que nos ayuda a explicar lo que está ocurriendo en las derechas españolas trumpizadas. Hace tiempo que en el Partido Popular dejaron de pensar autónomamente para dejarse llevar por manidos eslóganes propios de Barrio Sésamo. ¿Qué les está pasando?, nos preguntábamos. ¿Han incluido el peyote o el consumo abusivo de ayahuasca en su dieta habitual?, nos decíamos unos a otros sin entender cuál era el mal que aquejaba a las gentes conservadoras de este país. Algunos llegamos a pensar que todo esto que les ocurría, el negacionismo a calzón quitado, el filibusterismo, la renuncia total a emplear la lógica y la razón en la política, era producto del influjo de las ideas de Trump, tal como ha ocurrido en la mayoría de partidos europeos reaccionarios. Ahora vemos que la explicación era mucho más sencilla: como pensar cansa, como pensar le deja a uno agotado y tirado en el sofá como si hubiese corrido tres maratones, es mucho mejor soltar cuatro chorradas populistas, decirle al pueblo lo que el pueblo quiere escuchar, y andando.
Los griegos inventaron esto de la democracia para intercambiar visiones distintas de la realidad, es decir, para reflexionar en común con otros que piensan diferente porque se supone que así, mediante la confrontación de ideas y el debate enriquecedor, se extraen las mejores conclusiones, las soluciones que pueden resolver los problemas de una sociedad. Más tarde Descartes acuñó su famoso principio “pienso luego existo”, paradigma del pensamiento racionalista hoy desgraciadamente superado por el “no pienso porque me canso” con el que la posmodernidad culmina el lento, tortuoso y degradante proceso de la decadencia de Occidente. Como el PP se ha convertido en un partido de cansados intelectuales, de fatigados ideológicos y de hechos polvo, allí ya nadie le da al coco y todos siguen fielmente las consignas facilonas que se vaya inventando el jefe de turno, en este caso Feijóo, el flojo mayor del Reino. Así, si a Ayuso se le ocurre una feliz memez como eso de Madrid no se apaga, todos a una con ella, cerrando filas y sin pensar si el decreto de ahorro del Gobierno es bueno para el país. Si a un consejero de Mañueco le da por culpar a los ecologistas de la voraz oleada de incendios que sufre España, todos como un solo hombre a su lado y repitiendo la idiotez como periquitos y cotorras. Y si Vox suelta una de sus soplapolleces habituales, como que la solución para la sequía es construir más pantanos, recuperando el modelo de Franco, se le compra el discurso sin rechistar y para adelante. Todo menos pensar, todo menos reflexionar, todo menos analizar y romperse el cráneo para ver lo que es mejor para los españoles.
Creo que fue Marcuse quien dijo aquello de que el modelo capitalista de producción desbocado y de consumo voraz ha dado lugar a una “sociedad de individuos de encefalograma plano”. Qué mejor prueba de que el filósofo alemán estaba en lo cierto que el Partido Popular. En Génova hace tiempo que ya no piensa nadie. Se reúnen, escuchan al amado líder, acatan el folleto de consignas de la semana y con las mismas se levantan de la silla y a casita que llueve. A ninguno le da por pensar por su cuenta; a ninguno se le pasa por la cabeza que la política se basa en el espíritu crítico, pero no con el rival político, sino con uno mismo. Ciertos filósofos contemporáneos, en su afán de explicar el mundo de hoy, han bautizado esta forma de actuar irreflexiva, frívola y superficial como el “pensamiento débil”. Ahora sabemos que todo tenía una explicación mucho más sencilla. El político de hoy ya no piensa porque no le da la gana, porque lo considera una pérdida de tiempo y porque uno acaba agotado como si le hubiese pasado un camión por encima. ¿Para qué pensar si ya está Miguel Ángel Rodríguez, que es una lumbrera de nuestro tiempo y lo da todo hecho y mascado? Ya piensa MAR por los demás, ya piensa MAR por IDA y hasta por Feijóo. No hace tanto que el nuevo presidente popular bajaba de la Acrópolis gallega, envuelto en la túnica de retórico ateniense y soltando máximas y proverbios aquí y allá. Parecía el gran Pericles de la democracia española. Y sin embargo, hoy ya se deja llevar descaradamente por el manual ayusista que le va marcando la lideresa castiza. Otro al que le cansa pensar.
Ayer mismo, el vicesecretario de Organización Territorial del partido, Miguel Tellado, soltaba una de esas frases repetidas hasta la saciedad por los prebostes del PP, una de esas coletillas que se usan sin pensar dos veces. “La única preocupación del presidente Sánchez es resistir”, dijo con solemnidad antes de advertir que España está ante “el fin de un ciclo político”. Se habrá herniado el hombre. Le habrá salido humo por las orejas antes de dejar semejante sentencia lapidaria para la posteridad. Se habrá roto la cabeza para llegar a ese razonamiento sublime más propio de un invitado ágrafo del fascinante First Dates de Sobera –ese gran escaparate sociológico de la España de hoy– que del portavoz de un partido que aspira a gobernar algún día.
Hacía tiempo que presentíamos que aquí había un problema, que algo no cuadraba, que detrás del proceso de estupidización de la política tenía que haber algo más que el trumpismo que extiende su humo lisérgico, su catecismo sofista, su cínica posverdad, su desprecio absoluto por las reglas del juego democrático y su mundo al revés. Ahora lo tenemos claro, ahora vemos con meridiana claridad lo que estaba ocurriendo. Como pensar cansa, aquí ya no piensa ni dios.
Ilustración: Artsenal
No hay comentarios:
Publicar un comentario