martes, 27 de septiembre de 2022

TODOS A LA GUERRA


(Publicado en Diario16 el 21 de septiembre de 2022)

Putin ha anunciado una “movilización militar parcial” del pueblo ruso para hacer frente a la guerra en Ucrania. Cada día que pasa, el jerarca del Kremlin da síntomas de mayor debilidad. Moscú moviliza a los reservistas (más de 300.000 ciudadanos que serán enviados al frente de forma obligatoria) solo por una razón: la situación se vuelve cada vez más insostenible y crítica para Rusia. La guerra no va bien, las sanciones de Occidente han terminado por arruinar la economía del país y los ucranianos avanzan y recuperan territorio perdido en todos los flancos. En este mismo momento las tropas de Zelenski se dirigen hacia la región separatista del Donbás, al este del país, donde se refugian los invasores tras un precipitado repliegue que pasará a la historia como una de las retiradas más vergonzantes de todos los tiempos. El orgullo de Rusia está herido y el dictador se siente acorralado, lo que lo convierte en todavía más peligroso.

Ante la imparable ofensiva ucraniana, Putin ha decidido anexionarse las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, así como la región prorrusa de Jersón, mediante la convocatoria de referéndums de autodeterminación exprés. Lo que no ha logrado por la fuerza de las armas –integrar el Donbás en la Federación Rusa– pretende conseguirlo mediante la farsa de una serie de consultas populares que la comunidad internacional jamás reconocerá como válidas. Ni se dan las condiciones materiales (solo alguien que está fuera de la realidad puede llegar a pensar que celebrar referéndums mientras caen las bombas y aparecen fosas comunes puede tener alguna validez jurídica) ni cuenta con el plácet de Naciones Unidas, ni le avala el Derecho Internacional.

Así las cosas, Putin acaba de dirigirse al país, esta mañana, para tirar de victimismo y espíritu patriotero, las únicas cartas que le quedan ya, bajo la manga, al trilero autócrata del Kremlin. “Occidente quiere destruir a nuestro país”, aseguró el mandatario ruso emulando a aquellos grandes dictadores panfletarios del pasado siglo que cuando venían mal dadas buscaban enemigos externos y traidores a la nación en todas partes. El exespía del KGB debe sufrir arrebatos paranoicos, una secuela de sus tiempos como espía tras el Telón de Acero, y cree que la CIA planea secuestrarlo para llevarlo ante un tribunal penal internacional por graves delitos contra la humanidad. En realidad Putin es un líder acabado. Su operación militar para ocupar Ucrania ha resultado fallida, un auténtico fiasco, y ahora, cuando se ve arrinconado por las tropas de Zelenski, por la disidencia rusa que empieza a despertar y a organizarse, por la OTAN y por la comunidad internacional, solo le queda enviar a su pueblo a una muerte segura en el mítico santuario del Donbás.

Los reservistas son carne de cañón. Hablamos de gente que hoy está en su trabajo, en el campo o en la oficina, sacando adelante a su familia, y que mañana amanecerá en una trinchera sin saber muy bien por qué. Putin va a mandar a una guerra que no entienden a todos esos rusos inocentes a los que se les ha olvidado lo que era un fusil. Son inexpertos ante un enemigo que se ha forjado una gran experiencia en combate en los últimos meses de sangrienta contienda. Pelean por nada mientras el adversario lucha por su libertad, por su país ocupado por los extranjeros, por el futuro de sus hijos. Son arrojados al frente con la moral por los suelos contra unos ucranianos que viven días exultantes de contraofensivas victoriosas. Corderos enviados al matadero (tal como Hitler hacía con los niños en los últimos días del Tercer Reich) frente a lobos embravecidos que ya solo viven para vengar a sus compatriotas fusilados en las fosas comunes de Izium y torturados en las cámaras del horror de Járkov.

Ningún ruso de entre 18 y 65 años podrá eludir la orden de alistamiento sin ser acusado de desertor. Putin lo hace todo al más puro estilo del fascismo totalitario. Y entre tanto, el déspota sigue con sus mentiras y sus locuras. Ahora dice que Rusia solo ha perdido 5.000 soldados mientras que Ucrania cuenta las bajas por más de 100.000. De ser así, si las cosas van tan bien en el campo de batalla, ¿por qué ordena la movilización parcial de su pueblo poniendo un fusil en la mano de cada ruso tal como Franco hacía cuando conquistaba un pueblo o una ciudad durante la Guerra Civil? No cuadra. La única verdad que sale por la boca del tirano es que posee poder nuclear suficiente y que piensa utilizarlo. De eso estamos completamente seguros. Ningún psicópata se mete en una guerra descabellada para renunciar a ver el espectáculo del fuego y el humo elevándose sobre el mundo, consumando su obra más delirante.

“Le digo a Occidente: tenemos muchas armas para responder. No es un farol. Usaremos todos los recursos para proteger a nuestro pueblo”, anuncia con el gesto funesto del iluminado mientras las bolsas se hunden y el planeta entero tiembla ante la sombra cada vez más amenazante de la Tercera Guerra Mundial y el apocalipsis nuclear. No parará hasta reclutar a 25 millones de rusos, el ejército popular con el que dice contar, y enviarlos al corazón mismo de las tinieblas. Pacíficos hombres que hasta hoy brindaban con vodka y bailaban alegremente al son de la balalaica. Nobles hombres que de buenas a primeras despertarán a la pesadilla del kaláshnikov en la mano y a la orden de dar la vida no ya por su país, sino por el amado líder. Porque, no nos engañemos, aquí ya no está en juego el futuro de Rusia o de Ucrania, sino el destino de un hombre, Vladímir Vladímirovich Putin, a quien, en el caso de que pierda esta maldita guerra, los propios rusos mutilados sacarán a gorrazos del Kremlin.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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