(Publicado en Diario16 el 4 de mayo de 2023)
De un hombre que llama «Bruce Sprinter» al Boss, que estos días anda de gira por España, no se puede esperar nada bueno. Definitivamente, Feijóo ni tiene el cartel de gran estadista que nos habían vendido, ni goza de ese carisma como gran líder del Partido Popular que esperaban las bases. A decir verdad, no es más que una perita en dulce, un caramelito que Ayuso se está merendando poco a poco, a chupadas cortas, con furtiva delectación. No había más que ver al presunto presidente del PP en los polémicos actos del pasado Dos de Mayo. Mientras Ayuso brillaba con luz propia en el mierdeo que había montado, entre sus violentos hooligans que se desgañitaban en insultos a Bolaños (qué miedo da esa gente), él se dedicaba a mirar los pájaros que volaban por el cielo, a dar los buenos días a los periodistas y a pasar el tiempo en la tribuna de autoridades, donde parecía más perdido que un pulpo en un garaje. ¿Conclusión? Feijóo no pinta nada en el PP. La que pinta y pincha, y cada vez más, es ELLA, la diva, la folclórica de la política española que se ha subido a las barbas de todos: Isabel Díaz Ayuso.
Dicen que al dirigente popular no le ha gustado el pollo que ha organizado la presidenta castiza a cuenta de los actos del Dos de Mayo. Echar del palco de autoridades a un ministro, poco menos que a patadas, es algo muy fuerte hasta para él. Prueba de que el montaje ayusista no ha hecho ninguna gracia en Génova es que algunos barones y primeros espadas del partido, como Juanma Moreno Bonilla, han decidido pasar palabra, haciendo mutis por el foro, cuando los periodistas les preguntan si están de acuerdo con el sainete montado por la presidenta madrileña. Evitan apoyarla públicamente, guardan silencio, sonríen con los carrillos ruborizados y miran para otro lado. Esto es así porque los que hoy están con Feijóo empiezan a verle las orejas al lobo, en este caso a la loba. Saben que la figura política de Ayuso no tiene techo ni límites. Cada vez que se acercan unas elecciones sale más reforzada y no solo eso: cada vez son más los que la ven como la gran alternativa a Sánchez. El votante del PP ya no piensa en Feijóo como la solución, sino como un estorbo. Lo ven como un hombre del pasado, un bipartidista de los de antes, un anticuado institucional. Lo que se lleva ahora es el lenguaje faltón y guerracivilista, la mala educación y dejar plantado a un ministro en un acto público, qué pasa. El español conservador hace tiempo que cruzó el Rubicón hacia el trumpismo rampante, aunque las encuestas no lo digan explícitamente. Ocurrió cuando rompieron con Rajoy, al que veían como un blandengue por no meter los tanques en Barcelona durante el procés. Desde ese momento el PP dejó de ser lo que era y pasó a ser otra cosa. Unos votantes se fueron con Abascal; otros se quedaron con Casado, pero tapándose la nariz con una pinza y avergonzados de formar parte de eso que en Vox llaman la “derechita cobarde”. Lo dijo muy bien el propio Aznar hace solo unos días: “El partido estuvo al borde del precipicio”.
Hoy, la mayoría de la militancia apuesta por un partido antisistema, no pactista con el PSOE, declaradamente rupturista. Un partido al estilo republicano yanqui. Trumpizado o en plan Ron DeSantis, eso da igual. Pero duro, muy duro, sin complejos. Esas cualidades no son precisamente las que encarna Feijóo, que de buenas a primeras se ha quedado carca, demodé, antiguo. Un mueble de antaño en una tienda de antigüedades que nadie visita ya. ¿Quién quiere creer en un triste señor mayor cuando la juventud robusta y engañada de Madrid, que diría Quevedo, la gente feliz que va de cañas todo el día y que no respeta nada ni a nadie, está pidiendo Ayuso a gritos? “Dales caña Isabel”, se escucha en todas partes en Villa y Corte. Cuanto más odio antisocialista, más gusta; cuanto más macarrismo, más cachondo se pone el pueblo. Crearon un monstruo, le dieron cuerda y ya no pueden pararla.
Le agrade o no a la actual dirección de Génova, Ayuso sintoniza mejor con esa nueva forma de hacer política que se impone en todo el mundo. El pepero de hoy está más cerca de Trump, Bolsonaro u Orbán que de Alberto Núñez Feijóo, que va de moderado reprimiendo sus instintos más básicos. Es cierto que poco a poco el gallego ha logrado arañar unos cuantos puntos en las encuestas, pero nadie garantiza que vaya a poder formar Gobierno, ni siquiera con Vox. Su proyecto avanza al tran tran, mientras que Ayuso monta un espectáculo o aquelarre antisanchista en Sol y lo peta en una mañana. Ella va a velocidad supersónica, como un cohete desquiciado de Elon Musk. Él viaja en un viejo y oxidado carromato de la Restauración decimonónica. En el PP cada vez se escuchan más voces que piden que la presidenta madrileña dé un paso adelante cuanto antes y presente candidatura al Gobierno de España en un duelo final con Sánchez. A fin de cuentas, todo el mundo en el partido sabe que Feijóo genera dudas, muchas dudas, mientras que ella huele a triunfo arrollador. Cada vez que Tezanos saca un nuevo sondeo es un bajonazo en el partido. Las matemáticas se le resisten al expresidente de la Xunta. ¿Arrasaría Ayuso si se presentara como candidata número 1 a las elecciones generales, tiñendo el mapa de España de un azul falangista como en los viejos tiempos aznaristas? Está por ver. Quizá esa posibilidad no sea más que un delirio nostálgico, pero no pocos prebostes populares empiezan a creer que ese sueño de la mayoría absoluta podría hacerse realidad con la niña vestida de torera y dando unos pases de pecho al morlaco Pedro.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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