(Publicado en Diario16 el 20 de mayo de 2023)
En 2016, el popular periodista Jesús Cintora me concedió una entrevista en la que me hizo una impactante revelación: “He visto periodistas plegarse por miedo al poder y venderse por dinero”. Ni una película sobre la mafia de Martin Scorsese fue para mí tan clarificadora como aquel jugoso titular. De alguna manera, mi conversación con el conocido presentador fue premonitoria, ya que él mismo iba a terminar siendo víctima del poder años después, cuando en 2021 fue despedido de su programa matutino Las cosas claras. Tras la decapitación profesional, entre los periodistas de Madrid quedó una frase para la posteridad: “Tú sigue así, que vas a acabar como Cintora”.
Aquella cacicada, orquestada por el bipartidismo convencido de que el periodista se había podemizado, fue denunciada en su día por Comisiones Obreras RTVE. “El despido político de Jesús Cintora es una losa que acompañará al nuevo y ya decepcionante equipo de dirección de RTVE. Los contenidos que a esta hora se están emitiendo en La 1 de TVE son, desde el servicio público, de auténtico bochorno. Será peor”. Y así ha sido. Desde entonces el enfermo no ha mejorado, tal como vaticinó el sindicato, y en algunos espacios se huele a pescado algo rancio, como en Días de cine clásico, donde a alguna mente iluminada le ha dado por recuperar viejas películas de catástrofes como Aeropuerto o El coloso en llamas. Cualquier día nos meten Megatiburón contra crocosaurio como una obra maestra del Séptimo Arte y se quedan tan anchos.
No es cuestión de remontarse a los masajes que Urdaci le daba a Aznar en sus amables entrevistas, ni de cuestionar las corridas de toros o las misas domingueras de doce, todo ello claro síntoma de que el ente siempre ha estado mediatizado por lo más reaccionario de este país. Basta con recordar lo que ocurrió con José Manuel Pérez Tornero, aquel presidente que dimitió tras liderar una de las etapas más polémicas (2021-2022). Las críticas a la gestión económica y de contenidos, acusaciones de politización, manipulación informativa y enchufismo fueron constantes. Tornero imprimió un “estilo conservador” a RTVE y el escándalo estalló cuando Roberto Lakidain, miembro del Consejo de Administración, denunció públicamente que el jefe escogía personalmente a periodistas afines “a la derecha, a la ultraderecha y al centroderecha”. En realidad no había que ser un experto en teoría semiótica de la televisión para ver que por La Casa pasaban cada vez más fachas convictos y confesos. Un informe sobre la ideología de los tertulianos fichados para las diferentes franjas horarias resultó demoledor: el 57 por ciento de los que participaban en La Hora de la 1 eran de derechas; el 13 por ciento de centro; y apenas el 30 progresistas. En el caso de La noche en 24 Horas, el 42 por ciento eran derechosos, el 23 moderados y el 35 progres. Mientras se cocían todas estas habas, la tele pública se veía cada vez menos y el público huía en busca de algo de calidad en las plataformas de pago.
Hoy, uno tiene la extraña sensación de que RTVE no acaba de superar su crisis de identidad y que no ha terminado de librarse del todo de aquel lento pero constante proceso de derechización. Algunos indicios así lo atestiguan. Y no nos estamos refiriendo a la forma de vestir de los funcionarios/presentadores, más bien bustos parlantes, ellos de impecable traje y corbata y ellas de exquisito Carolina Herrera. Ni cuando a todos les dio por ponerse de riguroso luto por la muerte de Isabel II de Inglaterra. Nos referimos a que el espectador que se sienta inocentemente delante del televisor, pensando que la tele que paga con sus impuestos le va a dar esa independencia de la que presumen sus directivos, se encuentra con que, en medio de la campaña al 28M, los espacios electorales reservados a las derechas (PP, Vox y Ciudadanos) se repiten en bucle, formando una unidad total, mientras que los spots de los partidos de izquierdas parece que brillan por su ausencia. No se trata de que se esté dando más propaganda de partidos conservadores que progresistas. Por ley, todas las fuerzas políticas disponen del mismo tiempo de emisión para sus anuncios (de una factura algo cutre y de ínfima calidad, todo hay que decirlo), así que el incumplimiento de la normativa podría terminar con más de un directivo en problemas judiciales. Pero la distribución, la forma de presentar los diferentes espacios, con los partidos de derechas machacando uno tras otro, termina por generar la sensación de que Feijóo y Abascal tienen las elecciones ganadas por incomparecencia del frente rojo.
Hay más síntomas de que el cáncer de la derechización sigue corroyendo los cimientos de RTVE. De cuando en cuando todavía aparece algún casposo tertuliano denunciando las paguitas del Gobierno de coalición, nos cuelan un rótulo o subtítulo poniendo a caer de un burro el chavismo de Podemos o nos meten doblada una noticia sensacionalista sobre lo mal que está el crimen en la Barcelona de Ada Colau, una ciudad llena de okupas, maquis y anarquistas, como en los albores del siglo pasado. Curiosamente, los mismos bulos y clichés con los que la extrema derecha intoxica a los españoles cada día. Todas estas maniobras suelen hacerse de la forma más sutil, para que las audiencias no puedan detectar que les están colocando el mensaje reaccionario. En TVE son auténticos expertos en manejar este tipo de información subliminal. No en vano, durante décadas, como única cadena monopolística de este país, llevó a cabo el necesario control, lavado y reprogramación de mentes que exigía el franquismo a modo de proyecto MK Ultra. Así que esa vieja escuela la llevan en los genes.
Llegados a este punto cabe preguntarse cómo ha podido ocurrir que, con un Gobierno de izquierdas en el poder, la televisión pública que pagamos todos siga dando cancha a ese conservadurismo duro que retorna con fuerza. Y aquí, una vez más, hay que buscar un único y directo culpable, el PSOE, que cometió el error de cederle al PP una amplia cuota de participación en cargos directivos en la errónea creencia de que, en algún momento, y a cambio, podría negociar con la oposición la renovación de las demás altas magistraturas y cargos del Estado. Hoy ya sabemos que, primero con Casado, y con Feijóo después, el PP ha bloqueado cualquier tipo de negociación, por ejemplo, del Poder Judicial. O sea que le han metido un gol a Moncloa. La mejor muestra de que la situación en RTVE sigue siendo preocupante es que Elena Sánchez, presidenta provisional de la cadena estatal, ha tenido que reconocer que se siente “extremadamente incómoda” con su interinidad. Incluso se ha visto obligada a negar que, a día de hoy, siguen circulando las famosas “listas negras” como las que en su día acabaron con el represaliado Cintora en la cola del paro.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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