(Publicado en Diario16 el 19 de mayo de 2023)
De un alcalde lo mínimo que se puede pedir es que sepa manejar los dineros de los vecinos. No es el caso del popular Martínez-Almeida, que por lo visto ha tenido que reconocer que el Ayuntamiento de Madrid cerró las cuentas de 2022 con un déficit de 236 millones de euros. Los primeros números rojos del consistorio municipal en 12 años. En la sala de máquinas propagandística del PP de Madrid han saltado las alarmas y los gacetilleros ya se han puesto a trabajar para limpiar la mala imagen. Se quiere trasladar el mensaje de que esto del déficit es una “situación puntual”, culpa sin duda del desajuste de las “decisiones del Gobierno central”. Incluso achacan el agujero a la baja cuantía de las ayudas del Gobierno central por el temporal Filomena. O sea, que la culpa de esto también la tiene Sánchez. Excusas de mal pagador.
Mucho hablar de Bildu, mucho sacar a pasear el espantajo del terrorismo etarra, pero a la hora de la verdad, cuando se trata de cuadrar números y acreditar ante el ciudadano una gestión eficaz, resulta que Almeida no ha hecho los deberes contables como es debido. Grave, muy grave.
¿Dónde estaba ayer el señor alcalde cuando tenía que estar presentando su honrosa dimisión por un balance económico tan desastroso? Participando en alguna pijada de campaña electoral en algún barrio elegante de la capital. O practicando running mañanero por El Retiro (una foto corriendo por un parque siempre vende mucho en campaña). O soltando un chiste malo de los suyos ante los periodistas. “Algún escolta me ha tenido que seguir en bici”, le dijo a una reportera que lo sorprendió en pleno trote cochinero. Él quiere transmitir sensación de seguridad, de tranquilidad, de tenerlo todo atado y bien atado. Sin embargo, la realidad es otra muy distinta. Las últimas encuestas no le favorecen y en Génova están acojonados. La socialista Reyes Maroto y Rita Maestre, de Más Madrid, andan fuertes en los sondeos y ya le echan el aliento en el cogote. El candidato popular a la alcaldía lograría una apurada victoria con 25 o 26 concejales, pero la izquierda sumaría más que él. Si quisiese revalidar el bastón de mando, tendría que pasar por la sede de Vox y ponerse en manos de Ortega Smith, como uno de aquellos juguetes diminutos de carne y hueso de Muñecos infernales, la película de Tod Browing. Y no lo dice el CIS de Tezanos, de quien el alcalde se burla cada mes, sino un sondeo de El Mundo, un periódico amable nada sospechoso de sanchista.
Almeida debe estar rezando para que el calvario de la campaña electoral pase pronto. Con los augures demoscópicos vaticinando una noche electoral de infarto, con Ayuso en contra y el Financial Times retratándolo como un alcalde poco ecologista, debe sentir la soledad del corredor de fondo en esos correteos matutinos que se da por el Central Park madrileño. De cuando en cuando se le enciende la bombilla con alguna ocurrencia, como llenar las paredes de la M30 con unos jardines verticales, a la manera de una moderna Babilonia, para contrarrestar los efectos del cambio climático. Pero a los cinco minutos sale un experto ecologista y le afea el proyecto, sentenciando que la medida sería demasiado cara y poco útil.
A Ayuso, la plantagenarios, le ocurre algo parecido con el cambio climático. La presidenta cree que todo este lío del calentamiento global se resolvería si cada madrileño colocara una bonita maceta en su balcón. Las calles de Villa y Corte quedarían preciosas y muy típicas adornadas con rosales, margaritas y azucenas. Como es obvio, nada de eso serviría contra el apocalipsis atmosférico que predicen los meteorólogos. Además, pídele tú a una familia que vive en un zulo de Usera, un antro pequeño, mal ventilado y sin terraza, que se sume a la medida. La mandan a tomar viento fresco a las primeras de cambio. Lo de los tiestos tontos de Ayuso no deja de ser una medida estética, decorativa, puramente ornamental, sobre todo enfocada a los ricos, porque los pobres de Madrid no viven precisamente en amplios y luminosos áticos perfectos para instalar un botánico o un invernadero. Plante usted una petunia, una begonia o un clavel en un piso patera de los muchos que hay en la capital, a mil pavos de alquiler, y se muere al día siguiente por la falta de luz y la tristeza, como le ocurre al lumpenproletariat de los barrios marginales.
Pero para clavel las cuentas del señor alcalde. Eso sí que es un clavel del bueno. Más de 236 millones de déficit es como para que entrara de oficio, y a saco, el Tribunal de Cuentas. ¿Pero qué ha hecho el primer edil este último año? ¿En qué se ha gastado el parné como un manirroto? No vemos nosotros más escuelas públicas, ni más hospitales o autobuses. Y el Museo del Prado está como siempre. Por no darle ni siquiera le ha dado un baño de agua a la Cibeles. Hay más vecinos encabronados, eso sí, como los de San Fernando de Henares, a los que les han echado la casa abajo para construir la línea 7B de metro. Pero inversiones, lo que se dice inversiones para el ciudadano, poquitas. Madrid sigue estando guapa porque es una ciudad guapa de por sí, no porque Almeida la esté embelleciendo a golpe de planes urbanísticos. Eso sí, se ha puesto a talar árboles y no ha dejado uno vivo. Viva el cemento armado. Como su jeta.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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