Cuando el padre Ángel (Mieres, 1937) fundó Mensajeros de la Paz, allá
por los años sesenta, no podía ni siquiera imaginarse que medio siglo
después su oenegé iba a prestar asistencia a más de 45.000 niños en
medio centenar de países. El mundo ha cambiado mucho desde entonces y la
labor de Mensajeros de la Paz fue reconocida con el Premio Príncipe de
Asturias de la Concordia 1994, pero los problemas siguen siendo los
mismos: pobreza, injusticias, miseria, marginación social. Hace tan solo
unos días, el padre Ángel acaba de regresar de la isla de Lesbos,
adonde llegan cada día miles de refugiados huyendo de la guerra de
Siria. Niños ahogados en el Egeo, familias divididas, indiferencia de
Occidente, el dolor del éxodo y el drama humano. "Pues utilizando
palabras del papa Francisco aquello es una vergüenza, un escándalo. He
recorrido cementerios enteros y he podido comprobar que ya no hay sitio
para enterrar a tantos muertos", se lamenta. Su intensa labor social con
los más desfavorecidos, su carácter afable muy alejado de la pose
autoritaria y prepotente de buena parte de la curia católica y sus
declaraciones espontáneas, que en ocasiones levantan ampollas entre los
sectores más conservadores de la Iglesia, le han granjeado la fama de
cura rojo, aunque él niega tal etiqueta. "Ya quisiera yo ser como los
curas rojos de mi pueblo, que llegaban a dar no solo la vida, sino que a
veces iban a la cárcel por defender a los obreros y a los pobres. Ojalá
fuera yo de esos, sí…", asegura. Cree que un banquero que desahucia a
las personas de sus casas o que no devuelve lo robado no merece llamarse
cristiano e invita a aquellos miembros del Gobierno que niegan que en
España haya miles de ciudadanos que pasan hambre cada día a que se den
una vuelta por su parroquia y se pongan a la cola de un comedor social. "Carmena no es ningún diablo, lo que pasa es que en la política española
hay mucho agorero que quiere asustarnos con que España se va a hundir, y
eso no es así", afirma. Bajamos hasta la iglesia de San Antón de
Madrid, donde reposan los restos de San Valentín, patrón de los
enamorados, para charlar con un cura de los que viven, no encastillados
en áticos lujosos ni en arzobispados bañados en pan de oro, sino a pie
de obra, con los sin techo, los hambrientos y los enfermos.
Entrevista completa en Revista Gurb
No hay comentarios:
Publicar un comentario