miércoles, 17 de febrero de 2016

EL PEQUEÑO NICOLÁS


Anda estos días de juicios el pequeño Nicolás, ese jovenzuelo envarado, repipi y arribista que entraba y salía del despacho de Aznar como Pedro por su casa. Algunos quieren convencernos de que el personaje en cuestión no era nadie, que era un simple golfillo o un aprovechado que pasaba por allí. Pero el pequeño Nicolás levantaba un teléfono, decía que iba a Ribadeo de parte de la Casa Real y le ponían alfombra roja, banda de música y hasta escolta policial, en plan 'Bienvenido Mister Marshall'. Pruebe usted a hacer algo parecido, sufrido lector, pruebe usted a decir que es el enlace del Rey en las provincias hispanas y verá cómo le llueven las hostias como panes. Durará en la calle lo que dura un caramelo en la puerta de un colegio. Enseguida aparecerán los picoletos de la UCO, los de la UDYCO, los de la UDEF y todas las siglas policiales habidas y por haber para meterlo en la lechera a mamporrazos y llevárselo esposado e incomunicado, como a un peligroso terrorista, rumbo a Alcalá Meco. El pequeño Nicolás no es un pobre diablo que no sabe de la misa la mitad, él sabe mucho de sucios dosieres, doradas bodas de Estado y cloacas de partido, y ahí están los mensajes que se cruzaba con García Revenga, ese mayordomo real imprudente que ha hundido reyes e infantas a golpe de guasaps y correos insensatos. No. El pequeño Nicolás no es un raterillo avispado de poca monta con ínfulas de Leonardo DiCaprio, como en aquella gran película en la que Tom Hanks le pisaba los talones por medio mundo. Nada de eso. El pequeño Nicolás es un icono de esta España negra que ha vuelto de golpe y porrazo al diecisiete quevedesco, a la picaresca barroca, a los ciegos sobreros que no veían lo que pasaba en el partido pero sí veían pasar los sobres por delante de sus narices, a los sacamuelas de Vitaldent que toman el dinero y corren, a los validos de palacio que se lo llevan despacio, a los alcaldes caciques y a los obispos que absuelven banqueros pero excomulgan titiriteros. El pequeño Nicolás no es un fulano intrascendente ni un poligonero metido a haragán de Gran Hermano para sacarse unas exclusivas caras y unos bolos discotequeros. Él sabe mucho de espías e informes secretos, de mordidas y maletines, de Rita la cantaora y Aguirre la marquesona. Sabe latín y griego, sabe el caviar delicatessen que se comía en la sede de Génova 13 entre reforma y chapuza, sabe todo lo que ha pasado en esta España de asaltacaminos y bandoleros. Por tener, lo ha tenido todo, incluso a la diorísima Corinna en su regazo. El pequeño Nicolás se codeaba con lo más granado y hasta con el mismísimo Granados. Que no nos cuenten la película facilona de que era solo un niñato engominado que jugaba a los espías entre clase y clase, entre recreo y recreo, y que no sabía nada del tema, porque estaba en todos los selfis, pomadas y saraos de Estado. El pequeño Nicolás no será James Bond. Pero el gachó sabe más de lo que cuenta.

Viñeta: polvorinos.com

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