viernes, 26 de febrero de 2016

LA CIENCIA DEL PILLAJE



Amaya es doctora en veterinaria y una brillante investigadora que no encuentra trabajo y que pasó casi dos años sin recibir ni una beca ni un mal subsidio para poder sobrevivir. Durante meses estuvo enviando su imponente currículum lleno de matrículas de honor, másteres y cursos en el extranjero a diferentes empresas nacionales. Nadie la contrataba. Era demasiado buena. Entonces optó por tomar medidas drásticas. Bajar el nivel, mediocrizarse, borrar el doctorado de su impecable expediente académico y convertirse en una asalariada en paro sin ninguna formación ni titulación profesional. Encontró trabajo a la primera. El empresario español es un depredador despiadado que cuando huele mano de obra barata saliva impúdicamente. "Ahora al menos estoy contenta, puedo comer, pagar las facturas, tengo dinero para invitar a mi familia cuando salimos alguna noche a cenar", asegura. Amaya ha tenido que ocultar su talento y conocimiento -algo que por lo visto es como para avergonzarse en este país de bandoleros, paletos y mediocres- y así salir adelante. Su caso no es el único: en España son legión los ingenieros que montan bares, los médicos que reparten pizzas, los biólogos e historiadores que trabajan como cajeros en centros comerciales. Es la realidad pura y dura de este país donde nuestros mejores cerebros, cuya formación ha costado una fortuna al bolsillo del contribuyente, tienen que emigrar a California. Allí los yanquis, siempre más inteligentes que el estúpido ibérico, le ofrecen un trabajo y un futuro para que puedan desarrollar sus conocimientos. El español solo sabe de una ciencia: la ciencia del pillaje, ahí somos premio Nobel. En España hay fuga de cerebros, los de la ciencia y los del crimen organizado, que siempre se acaban fugando, mayormente a Andorra. Los japoneses nunca han tenido petróleo, ni gas, ni carbón, son un país pequeño sin apenas recursos naturales pero tienen todo un ejército de laboriosos chinitos amarillos pagados por el Estado para que hagan chips, naves espaciales, transistores y ciencia, mucha ciencia full time las veinticuatro horas del día. Ese ha sido el secreto de su éxito como nación y como potencia mundial. Aquí, en España, tenemos lo de siempre, la miseria y el hambre secular, los olivos sabios que duermen la sequía perezosa, los caciques y señoritos que nos chupan la sangre, el parado del PER que masca tabaco malo bajo un sol rabioso de ignorancia y una tribu de ingenieros y universitarios brillantísimos que estudian para vendimiadores, temporeros y camareros en la Costa del Sol. Seguimos teniendo la mejor lana del mundo para que otros se lleven la tela y los telares. Este es el falso milagro que ha obrado el capitalismo folclórico y de amiguetes de las FAES. Este es el sempiterno y aznariano 'España va bien' que como una letanía religiosa, como un soniquete machacón, nos repite a diario nuestro Gobierno plagado de familias sicilianas, asaltacaminos y butroneros. Cuatro cosas no pueden ser escondidas durante largo tiempo: la ciencia, la estupidez, la riqueza y la pobreza, decía Averroes, y en España ya no se puede tapar todo eso que nos ha caído encima como una plaga bíblica (la riqueza y la ciencia solo para provecho de unos pocos). Mientras Rita gruñe que no dimite como una ogra en celo y su equipo entero prepara el traje a rayas, mientras Blesa y Rato andan escondiéndose por las esquinas para que los preferentistas no los descalabren de un cartelazo, mientras los reyes y duques arrastran su ignominia y sus vicios de sangre por palacios de injusticias, España se agota en su historia cíclica, brutal, inculta y paleta. Tenemos lo que nos merecemos. Un montón de sabios en el exilio y un pueblo tonto pegado al Gran Hermano. Peste de maldición.

Viñeta: Igepzio 

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