Los políticos de este país tienen una forma extraña de presentar la
dimisión cuando son pillados en renuncios y trapacerías. La mayoría opta
por el me voy pero me quedo; renuncio al cargo pero sigo con los
privilegios y aforamientos; lo dejo pero continúo intrigando y trincando
en la sombra. España es el país de las tres ces, curas, caciques y corruptos, y así ha sido durante siglos. No hay quien los mueva del sitio. Espe Aguirre es el prototipo de mandataria que nunca
puede dejarlo del todo porque es superior a ella, porque lleva el poder
metido en las venas y mayormente porque le gusta el terciopelo del
sillón
aristócrata más que a un tonto un
lápiz. Es una fetichista de la vara de mando, sólo que sin el látex. Ayer sacó a los
periodistas de su resaca dominguera, de los bares y los picnics y los
convocó a una rueda de prensa para anunciar que se deja la cueva de Ali
Babá del PP madrileño. Parecía que por una vez la cazatalentos del
golferío se había visto iluminada por un mínimo rayo de dignidad, de
honradez, de coherencia política. Nada más lejos. Apenas un minuto
después de su inesperado anuncio aclaraba que abandona la jefatura del
partido pero no su sueño dorado, la alcaldía de Madrid, faltaría plus.
De modo que dimite pero solo un rato, se va pero solo un cuarto de hora,
cesa pero solo la puntita. Espe ha tenido muchas oportunidades para
dimitir por tantas y tantas cosas. Sin ir más lejos, cuando fue musa del
tamayazo bochornoso, o cuando Granados le salió rana, o cuando fueron
cayendo las manzanas púnicas, podridas una tras otra. Espe pudo haber
dimitido cuando la Policía Local la pilló saltándose señales y
semáforos, como una raterilla fitipaldi del Vallecas profundo, como a
una vulgar prófuga de la Justicia, o cuando inauguraba hospitales a
medio terminar o cortaba cabezas de periodistas en Telemadrid con la
impunidad de un verdugo del Daesh. Incluso pudo haber dimitido muy
razonable y sensatamente cuando en los pasillos de la Comunidad de
Madrid florecían como setas los espías del comisariado político del
régimen. Todo eso fueron causas más que justas y pertinentes para que la
lideresa hubiera hecho la maleta y se hubiera largado con viento fresco
a sus marquesados de Guadalajara, por donde ya vuelan raudos y veloces
los AVES millonarios del pelotazo. Sí, ya sabemos que la señora Espe
Aguirre, grande de España y de parte del extranjero, destapó el caso Gurtel, el caso
Púnica y hasta el caso Watergate, si nos apura. Ya sabemos que quitaba y
ponía a hijoputas en las cajas de ahorro, como ella decía, y que ha
hecho mucho por Madrid, por España y por el mundo. Pero es que su
seudothatcherismo británico retro y barato ya es de otra época y ella se
ha quedado antigua y vieja de repente, vieja de corrupciones y
mentiras. Y es que por mucho que siga agarrándose al escaño como una gata en celo, en la
política española ella ya no pega ni con cola. Se va pero se queda.
Dimite pero sigue. Que tiemble Rajoy.
Viñeta: El Petardo
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