A Pedro Sánchez, el elegido por el Rey para formar gobierno, se le
podrán criticar muchas cosas: que haya fracasado en las elecciones
cosechando el peor resultado en la historia del PSOE, que se esté
dejando comer por los barones andaluces y de otros lados e incluso que
sea asquerosamente guapo, que quizá sea lo que más le envidian sus
enemigos políticos. Pero sin duda, hay que reconocerle una cosa: está
demostrando toda la altura de miras y toda la responsabilidad como estadista
que le ha faltado al indolente Rajoy, el de la espantada, que lleva
semanas escondido bajo la cama o tras el plasma, como una gallina,
esperando que corra el tiempo para llegar a una segunda vuelta de las
elecciones, a ver si así suena la flauta y nos la cuela otros cuatro
años más. El discurso de Sánchez de ayer, nada más aceptar el encargo de
Felipe VI para formar gobierno, sonó a discurso de investidura, a
discurso de presidente de talla que tiene un programa serio de reformas.
El líder de los socialistas se ha revelado como un político valiente
que está sabiendo llevar la cosa en estos meses de ingobernabilidad,
pese a que sus barones encampanados afilan los cuchillos contra él y
Pablo Iglesias, en su papel, le presiona fuertemente desde la izquierda.
Todos los pasos que ha dado hasta el momento, cumpliendo los tiempos
necesarios en democracia y tendiendo la mano a izquierda y derecha, con
tono dialogante y templado, demuestran que sabe lo que se hace y que va
en la buena dirección. Ahora solo le falta ponerle la guinda al pastel.
Meter en cintura a los 'susanistas' del PSOE, superar la tentación de
Rivera y firmar un pacto de izquierdas con Podemos e IU, que es lo que
reclama la mayoría de los ciudadanos de este país. Algo tan fácil y tan
difícil. Pedro ha dado el paso, pero tiene que dar el salto. O es
presidente ahora o no lo será nunca.
Viñeta: Igepzio
No hay comentarios:
Publicar un comentario