jueves, 11 de febrero de 2016

EL ASALTO A LOS INFIERNOS


Uno empieza a estar más que harto de la cruzada feroz que ha emprendido la derecha carvernaria, con el apoyo de algunos periodistas de colmillo retorcido, contra todo lo que huela a Podemos. Pobrecito de aquel que se atreva a criticar el bipartidismo o al pepesoe que sufrimos desde hace años o a los instalados que se les llena la boca de democracia cuando en realidad solo se están llenando los bolsillos. Enseguida se lanzarán sobre él las hienas de la caverna, para llamarle populista, bolivariano, leninista 3.0, peligroso bolchevique o perro judío, en una especie de cruenta cacería del rojo, cuando no de limpieza étnica ideológica, contra todo aquel que no siga la doctrina del pensamiento único liberal. En el fondo, lo que hay detrás de esas actitudes y comportamientos hostiles no es más que un autoritarismo exacerbado, un desprecio por los valores humanistas, una especie de alergia histórica a la democracia que padece el español desde tiempos inmemoriales. Pero no es solo eso. Los instalados tienen miedo, mucho miedo a que cinco millones de parias, de desclasados, de ciudadanos que ya no tienen dónde caerse muertos, lleguen al poder legítimamente, con el voto en la mano, y se terminen los aforamientos y los chollos y privilegios. A toda esa gente desahuciada de sus casas, parados, estafados bancarios, robados, saqueados, precarios laborales, refugiados de Cáritas, trabajadores gratuitos, explotados, dependientes sin pensión, jóvenes obligados a hacer el máster de camarero en Londres o jubilados de la miseria, se les falta al respeto continuamente, se les trata como peligrosos delincuentes, se les insulta y en un ejercicio de delirium tremens se les compara con los alemanes que llevaron a Hitler al poder. Eso cuando no se les arroja directamente al gallinero del Congreso, como si fueran apestados o piojosos. ¿Por qué vota a Podemos toda esa gente con lo bien que les está yendo en la vida con nosotros, los del PPSOE?, se preguntan extrañados los poderosos. ¿Cómo pueden darle bola a ese melenudo de Pablo Iglesias si están nadando en la abundancia, comiendo marisco en buenos restaurantes, ganando unos sueldacos de impresión y dándose paseos constantes en el yate de lujo? ¿Cómo puede ser que toda esa legión de gente famélica y sin futuro haya caído en el leninismo 3.0, como dice Felipe el sociata milonario? No entienden nada de nada. Ellos siguen en sus juegos florales de la política, en sus mordidas y comisiones y en sus alegres puertas giratorias. Siguen ladrando, insultando, soltando espuma por la boca, mientras cada vez son más los desahuciados de la vida que se rebelan y buscan un futuro mejor para sus hijos. Puede que no sea hoy, ni mañana, ni el año que viene, pero es seguro que un día el pueblo llano entrará en el Parlamento, pacíficamente y con una sonrisa en la boca, y sacará a toda la nobleza sucia de allí. No será un asalto a los cielos, sino a los infiernos. Sin revoluciones ni puntapiés en el trasero. Solo con la democracia.

Viñeta: Artsenal

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