(Publicado en Diario16 el 6 de junio de 2020)
Poco a poco se va reconstruyendo el puzle personal y profesional del coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos. Las derechas han tratado de convertir a este oficial de alta graduación de la Benemérita en un héroe que lucha por la patria contra la opresión de los peligrosos marxistas del Gobierno, una especie de general Zumalacárregui implicado en la cruzada contra los progresistas y por la unidad de España. Sin embargo, a medida que se van conociendo más datos sobre la investigación abierta en el Juzgado de Instrucción Número 51 de Madrid, que instruye la causa por la gestión de la epidemia de coronavirus, la figura del que fuera gran pacificador de Cataluña tras el referéndum de independencia del 1-O no sale tan bien parada. Desde que el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, decidiera cesar al coronel en su cargo al frente de la jefatura de la Comandancia de Madrid, Pérez de los Cobos ha perdido el manto del poder que le daba cobertura, amparo y protección. Marlaska justificó la destitución en que había perdido la “confianza” en su colaborador, por lo que nombró como sucesor para el puesto al teniente coronel Diego Blanes. En su nuevo destino en la Intervención de Armas, Pérez de los Cobos se ha convertido en uno más de la tropa y ya no ostenta el carácter de intocable que parecía ostentar con los gobiernos del Partido Popular. Ayer mismo, las agencias de noticias informaban de que la Comandancia de Madrid tiene previsto abrir una información reservada por la filtración de informes de la Guardia Civil sobre la manifestación del 8M a los periódicos. La publicación del contenido de esos dosieres, algunos de ellos plagados de errores, bulos y noticias extraídas de recortes de la prensa amarilla de derechas, fue una de las causas que motivaron la “pérdida de confianza” del ministro y el posterior cese que desencadenó una tempestad política en las filas de PP y Vox. Tanto Pablo Casado como Santiago Abascal salieron en defensa cerrada de su estimado coronel durante la última sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados, donde los líderes de las derechas españolas hablaron de “purgas” en la Guardia Civil y volvieron a emplearse a fondo con palabras gruesas contra Pedro Sánchez como “mago de verbena” y “jeta”.
La apertura de una información reservada contra Pérez de los Cobos a propósito de las filtraciones a la prensa se considera un “procedimiento normal” en estos casos, más todavía cuando la propia jueza advirtió a las partes −incluso al departamento ministerial de Grande-Marlaska− que pesaba la obligación de reserva, ya que sólo ella podía conocer del contenido íntegro de las diligencias.
En cualquier caso, las pesquisas abiertas en la Comandancia de Madrid van a servir para examinar con lupa cada una de las órdenes que impartió el oficial antes de ser fulminantemente apartado de su cargo. Entre sus últimas gestiones se incluye una polémica misión que también levantó ampollas entre el Gobierno: el vídeo en el que el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, fue grabado mientras compraba en un establecimiento comercial sin llevar la obligatoria mascarilla. Según informó ayer la agencia Europa Press, “como jefe de la Comandancia, Pérez de los Cobos pidió a la empresa de seguridad del supermercado que se preservaran las imágenes por si se derivaban responsabilidades penales, según adelantó El Periódico”. Otras fuentes policiales aseguran que la petición de preservar las controvertidas grabaciones se cursó “pese a que no había una indicación judicial al respecto, lo que causó malestar en la cadena de mando”. Desde la Guardia Civil, no obstante, se insiste en que este material no está en posesión de la Comandancia, de modo que la investigación determinará si el supermercado se ha negado a entregar el vídeo al Instituto Armado. Como también se tendrá que aclarar si la Guardia Civil supo de la existencia de esa grabación después de que un internauta difundiera la filmación en las redes sociales.
Ciertamente, hablamos de decisiones que afectan a Pérez de los Cobos en el ejercicio de su mando. Nadie entiende muy bien qué demonios hacía la Guardia Civil siguiendo los pasos de Iglesias en un supermercado. ¿Le interesaba a la Seguridad Nacional si el líder de Unidas Podemos compraba pepinos o berenjenas? ¿O acaso era una oportunidad de oro para iniciar una nueva caza de brujas contra el vicepresidente, esta vez porque no llevaba la mascarilla puesta las 24 horas del día? Operaciones tan chuscas, tan de ínfima calidad, son propias de aquellos viejos tebeos de Mortadelo y Filemón y dejan en muy mal lugar a nuestras fuerzas de seguridad del Estado, cuyo prestigio hasta ahora era ampliamente reconocido en todo el mundo. Sin duda, todas estas “misiones secretas” algo “cloaqueras” han ido creando un fuerte malestar en el Consejo de Ministros y han precipitado la caída en desgracia del coronel, cesado por Grande Marlaska el pasado 25 de mayo.
La intempestiva grabación de Iglesias −habitual en regímenes policiales practicantes de un totalitarismo “macartista” pero reprobable desde todo punto de vista en un Estado democrático que respeta la libertad de movimientos de sus líderes y gobernantes−, vino a unirse a la polémica de los informes precocinados del 8M, de modo que la lógica política aconsejaba el cese del coronel. Cualquier Gobierno medianamente pragmático y coherente habría destituido a un agente que por momentos parecía trabajar para la oposición. Por otra parte, tampoco ayudaba demasiado a Pérez de los Cobos el hecho de que provenga de una familia descrita por diversos medios de comunicación como “muy conservadora”. La “pérdida de confianza” era más que evidente y la sanción legítima. No se entiende cómo el PP se rasga ahora las vestiduras por una destitución de manual cuando en los años en que estuvo en el poder promocionó cambios y traslados de altos cargos en condiciones muy similares.
Sea como fuere, parece evidente que el cese ha escocido más de lo que cabía esperar en las derechas, que sin duda han visto cómo perdían un peón diligente y eficaz en su intento de derrocar al Gobierno por su gestión de la pandemia. Ahora será interesante comprobar cuánto tiempo tardarán Casado y Abascal en olvidarse de un hombre que les fue útil durante un tiempo. Quizá, a esta hora, el coronel ya no tenga quien le escriba.
Viñeta: Ben
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