(Publicado en Diario16 el 18 de junio de 2020)
Cuando Pedro Sánchez va a Bruselas a pelear las ayudas contra la pandemia, el primer enemigo que se encuentra en la puerta es Pablo Casado. Al líder del PP ya solo le falta ponerse el traje de “hombre de negro”, empuñar las famosas tijeras de los recortes que hicieron célebre a Rajoy y apostarse a la entrada de la Comisión Europea para impedir que el presidente del Gobierno entre en el edificio y saque las migajas que con tanta ansia esperan los españoles. La vergonzosa oposición que está haciendo Casado durante la crisis (denunciada incluso por los periódicos más prestigiosos del mundo) está llegando a límites delirantes, surrealistas, casi kafkianos. El líder del PP está obsesionado con Sánchez, no se ha dado cuenta aún de que el país se ha hundido por una epidemia, y es capaz de montar una tienda de campaña frente al Parlamento europeo, si es preciso, para hacer guardia, noche y día, y que el chavista bolivariano del PSOE no consiga su propósito de traerse un buen bocado de las ayudas para Madrid.
La auténtica y triste realidad es que los jerarcas de Bruselas habían decidido abandonar a su suerte a los países pobres de la UE y solo Sánchez y el italiano Conte estuvieron a la altura cuando dieron aquel histórico puñetazo en la mesa, amenazando con romper la baraja si Alemania no sacaba la manguera o el bazuca de inmediato para regar las maltrechas economías de la zona euro. Al final, España arañó 140.000 millones de euros en fondos solidarios, 77.000 en transferencias a fondo perdido y 63.000 en créditos a devolver, lo cual no está nada mal. Pero esa victoria de Sánchez, que en realidad era una victoria del país, le escoció al siempre resentido y huraño Casado, que ya solo trabaja para que su rival político fracase, aunque ello suponga que no llegue a los españoles un solo céntimo de los fondos estructurales de la UE.
Una vez más, asistimos a la actitud infantiloide del hombre que aspira a gobernar el país algún día, un señor al que le falta talla y madera de estadista pero que además es desleal, antipatriota y cómplice de los intereses de la extrema derecha europea xenófoba, que no quiere ni oír hablar de préstamos, ayudas o subvenciones para esos vecinos famélicos de las leproserías cuasiafricanas del sur. En realidad, la estrategia política de Casado ya no extraña a nadie. Si tiene estómago para pactar con los falangistas de Vox le sobra cuajo para aliarse con los neofascistas europeos. Sin duda, quien más claro se lo ha explicado al sucesor de Rajoy ha sido Pablo Iglesias: “Ustedes no aceptan perder; son capaces de cualquier cosa por recuperar el poder que creen que les corresponde por derecho divino. Ahora hasta colaboran con los holandeses para promover en Europa recortes a los derechos sociales en España. Se envuelven en cientos de banderas españolas pero solo tienen una denominación: traición a España”.
El tiempo apremia, los estómagos de millones de españoles no pueden esperar más y rugen y piden justicia social mientras a este hombre solo le ocurre torpedear las ayudas comunitarias porque está más en sus cálculos electorales y en sus demagogias que en el hambre del país. El pueblo sufriendo porque las colas de Cáritas y las colectas de leche y aceite de los Grandes de España no dan para más y él jugando a las intrigas con las cancillerías del viejo continente para que al Gobierno español le vaya mal. Media España enferma y con las tripas retorcidas y él hablando de control del gasto público, de ambiguas reformas, de competitividad de las empresas y de neoliberalismo que nadie entiende, vulgares coartadas que no pueden ocultar su desmedida ambición de poder. Ya ni siquiera sube en las encuestas del CIS, mientras Cayetana Álvarez de Toledo, en uno de sus habituales sarcasmos, dijo ayer en las Cortes que la única patria de Sánchez es su ego. ¿Ha mirado bien al que tiene a su lado?
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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