(Publicado en Diario16 el 3 de junio de 2020)
Pedro Sánchez subió a la tribuna de las Cortes a pedir la última prórroga del estado de alarma, además de concordia y unidad, y volvió a ser vapuleado por las derechas. El presidente apela a la reconstrucción del país y PP y Vox responden con desprecio e insultos; el presidente propone no utilizar la bandera nacional como arma arrojadiza entre españoles y a cambio recibe calumnias e injurias; el presidente habla de futuro y de mejorar el país y la bancada conservadora vuelve al pasado una y otra vez, resucitando el fantasma de la guerra civil. El ofrecimiento de Sánchez para celebrar un debate sereno sin insultos y con respeto, dentro de las reglas del juego democrático, duró apenas un minuto, justo el tiempo que Pablo Casado y Santiago Abascal subieron a la tribuna de oradores para dar rienda suelta a sus instintos más bajos y a sus excesos verbales. “Ya sabemos lo que valen sus palabras”, le soltó el líder popular. “Son ustedes unos auténticos jetas irresponsables y se comportan como una mafia”, le espetó Abascal.
Está visto que populares y verdes van a seguir insistiendo en su estrategia política hasta el final. No han rectificado ni un solo milímetro en la táctica de la crispación en las peores jornadas de la pandemia, cuando morían más de mil personas al día, y no van a hacerlo ahora que la plaga empieza a estar controlada. La consigna sigue siendo la misma: leña al mono, demolición total. La salud y el bienestar de los españoles es lo de menos, la cuestión sigue siendo derrocar al Gobierno a toda costa.
La evolución del virus no interesa lo más mínimo a PP y Vox; importa mucho más hablar de ETA, del acercamiento de los presos a cárceles vascas, del cese del coronel Pérez de los Cobos y de la independencia de Cataluña. Casado ha recuperado el viejo discurso del “España se rompe” que tan buenos resultados dio a Génova 13 en los años del aznarismo. Aquí lo único importante es echar en cara a Sánchez que pactara con los soberanistas (“los que quieren destruir la nación”) para sacar adelante la moción de censura contra Mariano Rajoy, de la que ahora se cumplen dos años. El rencor por la pérdida del poder está fresco todavía, la venganza aún no se ha consumado. “Dijo que nunca pactaría con los batasunos de Bildu y ya sabemos lo que vale su palabra. Todo el mundo le ha calado como el mago de la verbena”, le ha afeado el jefe de la oposición al presidente del Gobierno. Una vez más, las palabras gruesas volvían a trufar la intervención del aspirante a la Moncloa. “El que reparte cicuta habla hoy de veneno…”
Y en eso llegó el turno de Abascal, el Marilyn Manson de la política española. “Decenas de miles de españoles muertos y arruinados por el sectarismo y la negligencia criminal de este Gobierno. Viva el 8M, viva la enfermedad y viva la muerte”. A partir de ahí, más rock and roll en su versión dura, metálica, transmetal: “Si quiere defender la bandera pida a sus aliados políticos que no la quemen ni la arríen de sus edificios oficiales y frene las provocaciones guerracivilistas del señor Iglesias”. El viejo recurso al nacionalismo siempre funciona y mucho más si se potencia con extrañas conspiraciones, montajes y arengas a luchar contra un enemigo inventado, ficticio, que solo está en la mente delirante de la extrema derecha: “Usted ha llamado terroristas a grandes empresarios de este país y luego se rasga las vestiduras porque una diputada le llama hijo de terrorista (…) Usted es capaz de provocar cualquier drama en España (…) Tendrán que responder por cesar a un coronel de la Guardia Civil que no quiso cometer delitos como el de prevaricación (…) Usted envió a ‘antifas’ y ‘menas’ contra gente que se manifestaba pacíficamente”, ha añadido en referencia a las protestas contra el confinamiento de los “cayetanos” y “borjamaris” de los barrios ricos de Madrid.
Una vez más, la sesión parlamentaria volvió a dar más miedo a los españoles que un rebrote del coronavirus. El eco del odio y el rencor tronando en el vacío del hemiciclo, todas esas voces violentas, fanatizadas, fuera de sí y ciegas de poder no auguran nada bueno para España. El futuro del país es cada vez más negro con un Casado echado al monte y con un neofalangismo de nuevo cuño del que solo cabe esperar que siga trabajando en la limpieza ideológica del rival político, en la desestabilización de la democracia y en el intento de imponer una nueva dictadura de corte totalitario y franquista.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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