domingo, 21 de marzo de 2021

EL PAPA Y VOX

(Publicado en Diario16 el 20 de marzo de 2021)

Al fascismo nunca le gustó la religión. Filosóficamente hablando, la idea del superhombre de raza aria destinado a dominar el mundo choca de forma frontal con los postulados del cristianismo, que propugna el amor al prójimo y de alguna manera el reparto de la riqueza (aquello del rico y el ojo de la aguja). Además, los nazis nunca aceptaron un poder eclesiástico autónomo o no subordinado al Estado encarnado en la figura del papa, sino que deseaban la sumisión de la Iglesia católica al Tercer Reich.

Básicamente, Hitler creía que la religión era una especie de consuelo espiritual para débiles de mente y cuerpo, algo de todo punto incompatible con el nacionalsocialismo, y siempre sospechó que el cristianismo, por su patriotismo insuficiente e incluso por su simpatía con siniestras fuerzas ajenas como el socialismo, podía envenenar el espíritu nacional y la sangre pura de los alemanes. De ahí que siempre se haya dicho, y hay numerosos historiadores que han estudiado el tema, que el Führer siempre soñó con acabar con la religión cristiana, sustituyéndola por el viejo paganismo de los primeros dioses germanos tribales, por cultos esotéricos e incluso por una suerte de satanismo fetichista y sexual.

Los nuevos movimientos populistas de extrema derecha que han nacido al socaire del trumpismo norteamericano tienen mucho de sentimiento anticlerical, sobre todo contra un papa como Francisco I que a menudo muestra ciertos “ramalazos” socialistoides que a los ultras de hoy les repugnan como los ajos a los vampiros. Es cierto que Trump se apoyó en las sectas evangélicas para llegar a la Casa Blanca, pero las relaciones con el papa de Roma siempre han sido difíciles.

Ese ingrediente anti-Bergoglio lo llevan también los partidos ultras europeos y sus máximos dirigentes como Santiago Abascal, el italiano Matteo Salvini o el húngaro Viktor Orbán. Cada vez que Francisco lanza al mundo alguna encíclica avanzada a su tiempo o comentario rojillo sobre la desigualdad, la pobreza, el respeto a los derechos de los inmigrantes o las obligaciones del Estado de bienestar en la lucha contra la pandemia, a los duros de la derecha del viejo continente se les eriza el vello de la espalda, se ponen en guardia y arremeten contra el Santo Padre (el papa de los pobres, no lo olvidemos) lanzándole alguna puya para que deje de meter sus santas narices en política.

Es evidente que ese tic anti-Francisco I le aflora de cuando en cuando a Abascal, que pese a ser un católico, apostólico y romano de manual choca con lo que considera el “humanismo trasnochado” y “el buenismo progre” de un papa al que ve demasiado izquierdoso, bolchevizante o trosko. Ahí están los tuits del líder de Vox, como aquel en el que el Caudillo de Bilbao afeó al representante de Dios en la Tierra que tomara partido en favor del ingreso mínimo vital para personas en riesgo de exclusión social. En concreto, Abascal discrepó del “ciudadano Bergoglio” porque la renta básica de los menesterosos (una paguita para subvencionados, según Vox) lleva “a la ruina y al paraíso comunista”. Por cierto, la apelación directa al apellido del Vicario de Cristo (con un claro retintín) ya de por sí evidencia el mal rollo que el líder ultraderechista se lleva con el Santo Padre.   

Las ideas progres del papa sobre la prestación social mínima y la obligación de un Estado de asistir a los más necesitados no es lo único que le chirría a Abascal hasta provocarle urticaria. Cuando Francisco se refiere a asuntos como la homofobia, la xenofobia, el racismo y la cadena perpetua (mostrando opiniones abiertamente socialdemócratas), el dirigente ultraderechista español también empieza a hiperventilar. Por supuesto, la construcción del muro en Ceuta y Melilla para que los inmigrantes africanos no puedan entrar en España, una de las propuestas estrella de Abascal, choca de lleno con la filosofía del amor y la integración social del actual Sumo Pontífice. “El que levanta un muro termina prisionero del muro que levantó”, le dijo Francisco a Évole en su histórica entrevista. Y ya desde entonces, Abascal le echó las cruces.

El Generalísimo de Vox no es el único que está a punto del consumar el cisma ultra de Occidente con Francisco. La puritana Rocío Monasterio también ha dado muestras de antipapismo franciscano en algunas declaraciones públicas, como cuando tuiteó: “Los muros del Vaticano”, junto a una fotografía de la muralla exterior de la Santa Sede, dando a entender que paredes altas y supremacistas las hay en todas partes. En la misma línea, Iván Espinosa de los Monteros arremetió contra el sucesor de Pedro cuando este instó al mundo a respetar los derechos de los inmigrantes: “Que el papa acoja en el Vaticano a cuantos inmigrantes ilegales quiera”, espetó el dandi portavoz de Vox en el Congreso de los Diputados. Solo le faltó decir que Francisco I forma parte de la conjura socialcomunista financiada por Soros, Bill Gates, los Clinton y otros rojazos que beben la sangre de los niños. No lo dirá nunca porque eso significaría la excomunión y meterse en problemas, sobre todo con la jet con la que se codea, que es muy mirada para esas cosas y no tolera excomulgados en el Casino o en el club de golf.

Es evidente que la ultraderecha española de nuevo cuño tiene mucho de anticlericalismo progre. Para la gente de Vox, el Concilio Vaticano II (que dio la voz a los pobres, avanzó en el reconocimiento de los derechos de la mujer y ensalzó la igualdad entre las razas) es puro comunismo disfrazado de religión, de modo que ellos son más del Concilio de Trento y del martillo de herejes. Si Abascal pudiera, reinstauraba la Santa Inquisición, los autos de fe y la caza de brujas feminazis, colocando en el trono de Roma a un obispazo español de los de antes, de esos que llevaban a Franco bajo palio, o sea de la vieja guardia. Se nos ocurren varios nombres que siguen activos en sus respectivas diócesis y que piden electroshocks para los gais, pero no daremos identidades para evitar la correspondiente querella (el lector es inteligente y tiene memoria).

El ideario religioso de Vox (como el de otros tantos partidos populistas europeos de extrema derecha) choca por tanto contra el actual establishment del Vaticano y ahí tienen un problema los neofranquistas verdes porque el votante español de derechas puede ser muy facha pero a un papa lo respeta siempre. A Abascal le conviene andarse con cuidado, porque toparse con la Iglesia ahora que se está jugando la hegemonía de la nueva CEDA en un póker a cara de perro con Pablo Casado no es bueno para el negocio.

Viñeta: Igepzio

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