domingo, 14 de marzo de 2021

IVÁN REDONDO

(Publicado en Diario16 el 11 de marzo de 2021)

Iván Redondo lo ha vuelto a hacer. El terremoto político que ayer sacudió el poder autonómico conservador en España, cuando nadie se lo esperaba, lleva la marca de fábrica del jefe de Gabinete de Presidencia de Pedro Sánchez. De un hombre al que se atribuye la condición de ideólogo de la moción de censura contra Mariano Rajoy de 2018 se puede esperar cualquier maldad o genialidad. Y lo que ha ocurrido en las últimas horas con la Operación Murcia no es fruto de la casualidad, ni de la improvisación o el azar.

De un plumazo, la cabeza pensante de la coalición PSOE/Podemos se ha cargado dos gobiernos autonómicos de la derecha (Madrid y Murcia) y ha dejado tambaleantes otros dos (Andalucía y Castilla y León). Pim, pam, así de simple, como un certero golpe de karate del killer más implacable. Todo eso por no hablar de decenas de ayuntamientos donde el Partido Popular gobernaba en precario con la muleta de Ciudadanos y el aliento vital de Vox y que desde ayer han quedado reducidos a la categoría de jaula de grillos, corrala de machos enfrentados o ruedo de gallos que, corroídos por el odio y las rencillas, se despellejan sin compasión.

Y todo eso lo ha hecho un hombre en traje gris, atildado y discreto, de frente despejada y sonrisa tímida como la un austero reverendo luterano. No cabe duda de que el hombre sabe poner la cicuta fría con estilo y elegancia en el vaso del enemigo político. En el fondo, bien mirado, el principal ingrediente del plan ha sido el clásico “divide y vencerás” que nunca falla desde los tiempos de Julio César, solo que mucho más complejo, elaborado y sofisticado. No es fácil pasarse por la piedra cuatro gobiernos autonómicos en una sola tarde y Redondo lo ha hecho sin despeinarse. “No cabe la menor duda de que detrás de todo esto hay un pacto entre Sánchez e Inés Arrimadas”, sentencia la analista Verónica Fumanal. De ser así, la mano que mece la cuna no puede ser otra que la del edecán monclovita cuya cabeza nunca descansa.

El día amaneció rutinario, tristón, gris. Nada hacía presagiar la feroz tormenta que se avecinaba. No había ningún punto interesante en el orden del día, salvo una aburrida comparecencia de Ignacio Aguado para dar la turra con las falsas medidas sanitarias de Madrid contra el covid y poco más. ¿Quién podía pensar a media mañana que todo el poder autonómico conservador iba a estallar por los aires apenas un minuto después de que Moncloa apretara el botón rojo y pusiera en marcha el fatídico golpe? Nadie, ningún tertuliano en su sano juicio hubiese sido capaz de vaticinar que de la noche a la mañana PSOE y Ciudadanos se aliarían para echar al murciano López Miras de San Esteban; que Díaz Ayuso se volvería loca convocando elecciones anticipadas; que el propio Aguado sería defenestrado y despedido de forma humillante, como ese criado que le ha fallado a la marquesa; que Errejón y Gabilondo presentarían por fin su interminable moción de censura; que en Andalucía Moreno Bonilla tendría que sacar el rosario a pasear antes de Semana Santa para pedirle a la Macarena que tenga a bien no quitarle la poltrona; que la tempestad arrasaría la olvidada y remota tierra castellana de Mañueco e Igea; y que Pablo Casado terminaría convocando una reunión urgente para que el partido no se le vaya al garete. El presidente del PP está out, fuera de juego, mientras Núñez Feijóo echa chispas con el Trafalgar pepero de Murcia. Así se las gasta el diablillo burlón Iván Redondo, que es como uno de esos miembros de las Familias napolitanas que cuando trabajan no dejan huella porque todo parece un accidente.

Sin duda, ha sido una jugada maestra que exige inteligencia, astucia, libros de Ciencia Política y una audacia reservada solo a unos cuantos. La maniobra es de una sutileza que asusta, tiki-taka político, jogo bonito del poder. Fineza estratégica. Y no solo por la eficacia del plan, que se ha cumplido con la precisión de un reloj suizo, sino por lo que tiene de destreza en el control de las mentes, del poder y de los resortes legales de la democracia. No cabe sino descubrirse ante el nuevo e implacable Maquiavelo de la política española que ha muñido la Operación Murcia, un joven asesor que no se ha criado en los manuales marxistas ni en la escuela clásica de Alfonso Guerra, sino en la posmodernidad política y el pragmatismo anglosajón. Lejos de ser un fontanero de Sánchez, Redondo es el Baudrillard del Gobierno que maneja un lenguaje y un código diferente a todos, de ahí que siempre acabe sorprendiendo con alguno de sus trucos de manos.

Detrás de la magistral moción de censura de Murcia de ayer, que ha terminado arrastrando por efecto dominó a los demás gobiernos trifachitos, hay horas de técnicas de propaganda moderna, ajedrez por un tubo, historia de las campañas electorales norteamericanas, consejos de los nuevos spin doctors y mucha serie americana: El ala oeste de la Casa Blanca, House of cards, quizá Boss y Juego de Tronos. Ya se lo advirtió una vez a La Razón: “La política es el arte de lo que no se ve”. Y vaya si ha cumplido su augurio el Mago Merlín de Sánchez, ya que Pablo Casado, que anda sonado todavía, aún no sabe por dónde le ha venido el hostión.

A esta hora se desconoce dónde se pergeñó el plan, cómo y cuándo. Pero lo que está claro es que tres personas lo sabían: Sánchez, Arrimadas y por supuesto el Rasputín de San Sebastián. Minutos después de estallar la bomba, la líder de Ciudadanos aseguraba que esto abre “una nueva etapa de regeneración”. O dicho de otra manera, a partir de ahora los naranjas van a dejar de coquetear con la extrema derecha y van a jugar a caballo ganador, o sea el pura sangre sanchista marcado con el puño y la rosa.

De momento, el presidente del Gobierno guarda un respetuoso silencio con todos los finados de Madrid y Murcia y otros cadáveres vivos que pueden palmar en las próximas horas de reyertas a tres bandas entre populares, naranjitos y voxistas. En cuanto a Redondo, ya ha hecho su trabajo y ha justificado su sueldo para los próximos cuatro años. Cabe imaginárselo en tirantes, fumándose un puro y con los pies encima de la mesa de algún oscuro despacho de Moncloa. Cuidado con este muchacho, que da miedo.

Viñeta: Artsenal

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