sábado, 13 de marzo de 2021

EL PEQUEÑO SALTAMONTES

(Publicado en Diario16 el 3 de marzo de 2021)

Al igual que el gran maestro Po transmitía las enseñanzas de la vida y de las artes del Kung-Fu al Pequeño Saltamontes, Aznar dio ayer todo un seminario de ciencias políticas a Pablo Casado durante las charlas en el Aula de Liderazgo, que organizan el Instituto Atlántico y la Universidad Francisco de Vitoria. Fue el encuentro entre el pasado y el presente del partido, aunque más bien habría que decir entre el viejo pasado y el nuevo pasado, porque el PP anda metido en un bucle cuántico de corrupción y decadencia del que no puede escapar y le impide encarar el futuro.  

Aznar se ha sentado ante su pupilo, lo ha mirado a los ojos fijamente y por momentos lo ha examinado sobre todo, sobre la vida, sobre la actualidad política, sobre la crisis del PP y sobre los destinos de España. En su última entrevista con Jordi Évole, el expresidente dejó caer, no sin cierta arrogancia, que él dejó un proyecto ganador, limpio y aseado, de modo que habría que preguntarle a los que han llegado después por qué el Partido Popular de hoy está hecho unos zorros. Esas palabras proferidas por el capo (y en un escenario sórdido y oscuro, casi en blanco y negro, como el que le prepararon a «Ansar» los astutos escenógrafos de La Sexta) sonaron a sentencia condenatoria contra la actual directiva, caput, pulgar hacia abajo, de ahí que ayer se mascara cierta tensión durante el acto cara a cara en el que participaron el guía espiritual y el aprendiz.

Había morbo por ver lo que salía de esa charla después de que haya trascendido que algunos barones del PP no están muy de acuerdo con que el jarrón chino siga metiendo las narices donde no le llaman. Últimamente en las filas populares hay un ambiente raruno, de conflicto entre familias, más aún después de la apresurada mudanza de Génova 13, que más que un cambio de domicilio ha sido una apresurada fuga de Alcatraz, una huida del pasado, de la corrupción, de las reprimendas de Espe Aguirre, del fantasma de Bárcenas cuyas cadenas todavía resuenan en los pasillos de la polémica sede reformada en B.

Quizá sea por esa etapa turbulenta que se vive en el PP que a Casado se le vio empequeñecido al lado de su mentor. Un triunfador al lado de un perdedor o loser, que diría Trump. Por momentos parecía mirar al maestro atentamente, con admiración, pero un minuto más tarde las palabras de Ansar provocaban en él cierto recelo, inquietud, nerviosismo. Está claro que el expresidente no es hombre de callarse nada y en cualquier momento podía despacharse con una boutade que dejara en cueros y en evidencia la gestión de la actual dirigencia casadista.

Es algo conocido que Pablo Casado siempre ha querido parecerse al gran hombre que nos metió en la guerra de Irak. Ya dijo Leonardo Da Vinci que el alumno que no sobrepasa a su maestro está condenado a ser un mediocre. Y esa ansiedad, esa ambición por ser el nuevo Aznar, por llegar al estadista que siempre quiso ser y no fue, está consumiendo por dentro al actual líder del PP y le lleva a tomar malas decisiones políticas, como ese jugador de póker desenfrenado e irreflexivo que buscando una baza ganadora termina perdiendo una partida tras otra. Casado está obsesionado con el Gobierno de rojos masones y ya lo ha probado todo para echarlos del poder, desde irle a los hombres de negro de Bruselas con el cuento de que en España hay un tipo comunista clavadito a Nicolás Maduro (solo que en guapo y con traje en lugar del piojoso chándal) hasta espetarle al presidente socialista, en el mismo Parlamento, aquello tan chulesco y prepotente de “váyase, señor Sánchez”, sin duda emulando el “váyase, señor González” que a Aznar le dio tan buen resultado en el 96, año de la victoria del PP del que ahora se cumplen 25 años.

Mientras Casado debía ser un manojo de nervios por dentro, como ese opositor que se examina para notarías, a Aznar se le vio tranquilo, relajado, con la pachorra propia de alguien que ya está de vuelta de todo. Y en esas soltó la primera andanada al asegurar que durante años trabajó por “unir todo lo que estaba a la izquierda [del PP], hacer tarea de oposición y definir un proyecto muy claro que los españoles conocían y supieron apreciar”. Se pudo decir más alto, pero no más claro. Para entonces Casado disimulaba, miraba al techo observando el vuelo de una mosca y tragaba saliva. La primera lección del Maestro Po para el Pequeño Saltamontes estaba servida y solo le faltó decirle: “¿Estás tonto, muchacho? No seas pardillo, hombre, olvídate de Vox y de los aburridos informes del Consejo de Estado. ¿Acaso no ves que el camino a la Moncloa pasa necesariamente por el centro, por ensanchar los territorios moderados, por robarle las clases medias desencantadas al PSOE, tal como hicimos en el 96? Si es que no te enteras Contreras”.

Pero faltaba una segunda lección del mejor Kung-Fu: “Los tiempos cambian (…) pero mantener la casa en orden y tener ambición exterior, todas esas cosas no han cambiado. Y esas cosas son buenas lecciones para el presente”. Mantener la casa en orden. Fue sin duda un tirón de orejas al alumno que no ha hecho bien los deberes porque, no lo neguemos, el PP de hoy es una casa de citas judiciales, caos, sobresaltos, desorden, barahúnda, espectáculo y gallinero. Así no se puede llegar a nada.

Finalmente, como con desdén, como ese dios que habla desde arriba sin nada que perder, Aznar recordó que estaba allí para “reflexionar”, no para “celebrar nada”. Sin embargo, Casado sacó su lado más pelota para sentenciar que él sí había acudido al acto para celebrar los 25 años de las primeras elecciones victoriosas del aznarismo y las “dos legislaturas clave para la historia de España”. Más allá de la adulación al jefe y de aprovechar para advertir a sus enemigos de que “pinchan en hueso” si tratan de dividir al partido, poco más a destacar del aspirante a estadista.  

Pero el momento culminante llegó cuando le preguntaron a Aznar si deseaba darle algún consejo a Casado, a lo que el siempre lacónico y parco en palabras expresidente contestó: “Muchísima suerte porque España la necesita y el centro-derecha también”. Solo le faltó decirle al heredero del maltrecho emporio genovés que más que suerte lo que necesita es tomar mucho Cola Cao para llegar a ser la mitad de grande que él.

Viñeta: Pedro Parrilla

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