(Publicado en Diario16 el 5 de marzo de 2021)
Todas las comunidades autónomas, salvo Madrid, impondrán severas restricciones a la Semana Santa este año. Una vez más, nos topamos con las políticas neoliberales de Díaz Ayuso, siempre empeñada en salvar bares en lugar de vidas humanas. Desde que comenzó la pesadilla del covid, IDA siempre se ha mostrado en contra de las medidas sanitarias adoptadas por Pedro Sánchez y el doctor Simón. Ya no cabe ninguna duda, la presidenta de la Comunidad de Madrid ha estado haciendo política y oposición con la pandemia, el dolor y la muerte.
La lideresa del PP castizo sueña con ser presidenta del Gobierno de España algún día, puenteando incluso al jefe, Pablo Casado, y no va a parar de movilizar toda su demagogia populista y todos los argumentos trumpistas hasta lograrlo. IDA se resiste a cerrar Madrid durante la Semana Santa pese a que todos los expertos epidemiólogos le están aconsejando que no cometa los mismos errores de la Navidad, cuando por proteger las fiestas y la economía provocamos una tercera ola de contagios que solo ahora, tres meses después, empezamos a superar.
Abrir la mano a la movilidad, permitir el libre tránsito de turistas para reactivar la economía estos días, sería tanto como abocar al país a una cuarta ola que terminaría de arruinar las expectativas de cara al verano. Por tanto, la lógica aconseja ser prudentes, conservadores (esa palabra que a IDA tanto le gusta pero que en materia sanitaria nunca aplica) y mantener las medidas de confinamiento y distancia social para que España pueda entrar sana y fuerte en los meses estivales. Solo así, siempre que cumplamos el objetivo de vacunar a la mayor parte de la población, veríamos la luz al final del túnel, llegarían de nuevo los aviones repletos de británicos yonquis del sol español y el chapuzón de licor en Magaluf y dejaríamos atrás la sombra de la recesión.
Pero IDA es la dama de hierro que nunca da su brazo a torcer. Madrid es de las pocas grandes ciudades europeas donde se ha tratado de salvar la economía al mismo tiempo que la salud de las personas, algo que se ha demostrado perfectamente incompatible. Ahora que se acerca la Semana Santa y la mayoría de los países de la zona euro han anunciado que mantendrán las restricciones al turismo y la hostelería (conscientes de que un paso atrás supone arruinar todavía más los diversos sectores productivos), Madrid fantasea con una desescalada suicida que puede llevarnos a una cuarta ola de contagios con otros 10.000 muertos. Nunca el fervor por unas saetas y unos santos ha salido tan caro.
Una vez más, IDA se hace la sueca con las advertencias de los médicos, y nunca mejor dicho, ya que Suecia es precisamente la gran excepción sanitaria de esta pandemia, el país negacionista que más de un año después de estallar la crisis sigue sin imponer a su población el uso obligatorio de la mascarilla. Al igual que en Madrid, en las ciudades suecas los bares y restaurantes siguen abiertos, la gente se abraza y se reúnen sin más. Un año después, por aquellas tierras escandinavas siguen sin saber lo que es un confinamiento, un toque de queda o cualquier otra medida sanitaria restrictiva. La conclusión es que de la misma forma que la capital de España figura a la cabeza en el ranking de número de contagiados y fallecidos, Suecia es uno de los países europeos donde más está castigando la plaga últimamente: más de 500 casos por cada cien mil habitantes.
Todos los epidemiólogos de prestigio (dejando a un lado el trío de pitonisos raros formado por Victoria Abril, Bosé y Bunbury) advierten a IDA que sea prudente con la desescalada, que no haga el ganso y no se precipite, porque quien va de romería se arrepiente al otro día y porque las procesiones jubilosas pueden convertirse en calvario clínico un par de semanas después. Es el caso del doctor Daniel López Acuña, ex directivo de la OMS, quien defiende que “vale la pena mantener las restricciones”, ya que “lo que más daño nos va a hacer es incrementar la movilidad y la interacción entre personas”.
Sin duda, la clave está en una vacunación rápida y tampoco en eso está siendo eficaz la maltratada Sanidad pública de Díaz Ayuso, ya vendida al mejor postor. Actualmente, la Comunidad de Madrid se encuentra en el puesto número 12 en la tabla de vacunas administradas en función de las dosis recibidas, de forma que la gestión es más que mejorable, sobre todo teniendo en cuenta que las grandes olas de contagio suelen empezar por tierras madrileñas, ya que esa comunidad acumula una gran densidad de población. El presidente Ximo Puig ya le ha advertido a la lideresa que él va a cerrar Valencia a las fiestas, ni Fallas ni Semana Santa, de modo que los madrileños pueden ahorrarse el éxodo a la playa de cada año hasta el próximo verano, cuando todos serán recibidos con los “brazos abiertos”. Eso se llama sensatez y prudencia, algo de lo que carece la kamikaze pandémica del PP.
Queda claro que IDA debería centrarse en poner recursos públicos para inmunizar a la mayor cantidad posible de madrileños, pero ella sigue a otra cosa, mayormente a quedar bien con el gremio de hosteleros, tapas y cañas, que ahí es donde está el granero de votos para ganar elecciones. Cuando un político se preocupa solo de mantener el poder y no del bien común se puede decir que está amortizado. La gestión de IDA en esta pandemia pasa por ser de las peores, no solo de España, sino de toda Europa, pero la mujer sigue inmersa en la ficción feliz de que Madrid va a ser estos días la ciudad más bonita del mundo con muchos turistas, pasos, cofrades, nazarenos, olor a incienso y terrazas llenas de torrijas humeantes. Un magnífico escenario medieval, en la línea con el trumpismo más feroz, para el cementerio real que vendrá después. Y luego la niña se queja de que la madrileñofobia se propaga como la pólvora. ¿Por qué será?
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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