(Publicado en Diario16 el 16 de marzo de 2021)
Pablo Iglesias cree que puede ganar las autonómicas madrileñas. Al contrario, Vox considera que las posibilidades para el bloque de las derechas aumentan si el exvice concurre a los comicios en calidad de candidato. Sin duda, lo que ocurra en la batalla de Madrid marcará el futuro político de España en los próximos años, de ahí que unos y otros hayan apelado al grito de No pasarán. La cita con las urnas es, por tanto, de una importancia trascendental, ya que despejará unas cuantas incógnitas, entre ellas si cuajará el proyecto de bifachito (la alianza del PP con la ultraderecha); si la izquierda resistirá o se hundirá por el desgaste de la pandemia y la recesión; y si Isabel Díaz Ayuso emergerá como nueva gran lideresa o dama de hierro conservadora, haciéndole sombra a Pablo Casado.
En cualquier caso, el paso adelante que ayer dio Iglesias (tal vez un paso atrás, solo el tiempo lo dirá) es de consecuencias imprevisibles. Para unos, su dimisión como vicepresidente segundo del Gobierno y el anuncio de su candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid, plantando cara a IDA, es un síntoma de fuerza, una maniobra audaz que demuestra que el líder podemita no está aferrado a la poltrona sino que vuelve a la calle en su lucha sin cuartel contra la ultraderecha, tomando partido y reconfigurando el mapa político de la atomizada, desnortada y huérfana izquierda madrileña. Para otros, por contra, su inesperado abandono de la cartera ministerial es simple y llanamente una inmolación, un harakiri honorable, un mutis por el foro para salir de la política haciendo el menor ruido posible.
Ciertamente, si Iglesias hubiese optado por dejarlo todo, arrojando la toalla y volviéndose a su chalé de Galapagar, no habría sido entendido por las bases. Habría cundido el desconcierto, el abatimiento tras la deserción del mesías, y el proyecto morado habría quedado herido de muerte. Sin embargo, presentándose a las elecciones madrileñas, Iglesias salva la barrera del 5 por ciento de los votos que dejaría al partido fuera de la Asamblea Regional, demuestra que sigue vivo y coleando (nunca mejor dicho), prueba que no ha abandonado a su grey de la famélica legión en la dura travesía por el desierto de la pandemia y la crisis económica y advierte de que continúa en la brecha. Luego, si pierde, tal como predicen las encuestas (todos los sondeos vaticinan una victoria de calle de la lideresa popular), nadie podrá reprocharle que no lo intentó. Y entonces ya se verá qué pasa con su futuro político.
De momento, quien se ha quitado un molesto Pepito Grillo de encima, un incordio, es Pedro Sánchez. De una forma o de otra, los astros siempre acaban confluyendo en beneficio de este hombre con suerte. Sánchez está tocado por la varita mágica y cuando peor parece su situación más se le despeja el camino. Diríase que tiene baraka, como cierto personaje de nuestra historia de infausto recuerdo. Cuenta la prensa que ayer, tras comunicarle Iglesias que dejaba el Consejo de Ministros, el jefe del Ejecutivo le deseó “suerte”, aunque “un poco menos que a Gabilondo”. La retranca del inquilino de Moncloa fue la viva expresión de un alivio tras haberse quitado de enmedio a una mosca cojonera. Y no solo eso, tuvo palabras más que amables hacia la sucesora del vicepresidente segundo, a la que ya ha dado el plácet: “Está haciendo un trabajo estupendo (…) Cuenta con todo mi apoyo. Tengo la mejor de las opiniones de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz”.
Sin duda, Sánchez sale triunfador de este envite. En primer lugar porque Iglesias retrocede terreno al cambiar una vicepresidencia del Gobierno, con todo el poder que atesora, por una supuesta vicepresidencia regional que está en el aire (no olvidemos que el presidente sería el socialista Ángel Gabilondo en el caso de ganar los comicios el frente popular de izquierdas). En segundo término, el máximo dirigente socialista sale reforzado porque queda como un hombre cumplidor, de palabra, que respeta los pactos con el socio minoritario de gabinete, desmintiendo el cartel de trilero que le ha colgado la prensa de la caverna. “Hay una vicepresidencia segunda que corresponde a Unidas Podemos. Soy una persona que cumple los acuerdos de coalición. No va a haber ningún problema con eso, no habrá malentendidos, habrá continuidad”, sentencia Sánchez. Asunto zanjado, aquí paz y después gloria y los barones del PSOE tranquilos y apaciguados. Iglesias sale de la historia grande de España y entra en la pequeña y modesta historia regionalista, casi como un concejal de Parques y Jardines, mientras el presidente puede dormir tranquilo al fin, que es de lo que se trata para que un Gobierno funcione y no se convierta en una corrala ruidosa y permanente.
Entre tanto, Díaz Ayuso sigue con el cuento de hadas en el que la han metido los liantes asesores de Génova 13. La Estrellita Castro del PP madrileño está encantada tras haber liquidado a Ignacio Aguado y los demás pesados de Ciudadanos. Y lo que está por llegar. Cuando una empieza a fulminar biografías le coge gustillo al asunto y ya no puede parar. Toni Cantó es el último que ha abandonado la nave naranja, ya a la deriva. “La única carrera que me planteo es la de volver al teatro”, dice el actor. Este hombre no se ha dado cuenta aún de que no ha hecho otra cosa que actuar en todos estos años. ¿Qué es la política sino una sublime interpretación teatral? De modo que un obstáculo menos en el camino de Ayuso hacia la victoria final mediante la fagocitación de Ciudadanos.
De aquí a las elecciones, la presidenta castiza va a seguir al pie de la letra las instrucciones del jefe Casado, y si le dicen que lea de pe a pa el discurso que le prepara MAR la noche antes ella lo hace como una alumna aplicada. A la muchacha la han convencido de que de ella depende el futuro de España y se lo ha creído a pies juntillas. Es cierto que a veces, cuando lee la chuleta, no transmite demasiada credibilidad, traga saliva, se trabuca y se la ve algo dudosa, como pensando qué demonios hago yo aquí en todo este berenjenal que se está montando. Pero la criatura se lo pasa bien, vive alegre y feliz en su diminuto Cafarnaúm madrileño libre de rojos ateos. Está tan metida en su papel de nueva Pilar Primo de Rivera, azote de comunistas, que cualquier día la casan con algún aspirante a Führer de la extrema derecha europea, como cuando querían entroncar a la hermana de José Antonio con Hitler, y ella encantada. Todo por la patria.
Ayer le dijo a Ana Rosa que cuando a una la llaman fascista “es que lo está haciendo bien”. Olé, arsa, qué arte tiene la niña. Otra frase para la historia, como aquella que soltó cuando dijo que Madrid es España dentro de España y bla, bla, bla. Qué chiquilla, últimamente está sembrada de demagogias, populismos y perogrullos baratos. Ya ni se ruboriza cuando la llaman facha, es más, hasta le gusta. Eso es que se está curtiendo. Quién sabe, quizá esté encontrando su lugar en el mundo. Heil, IDA.
Viñeta: Pedro Parrilla
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