(Publicado en Diario16 el 2 de marzo de 2022)
Pablo Casado ya es historia mientras los barones del Partido Popular piden a Feijóo que dé ya, cuanto antes, el paso adelante y asuma las riendas del partido. Todo apunta a que el gallego anunciará hoy mismo su candidatura a la presidencia del PP. “Quiero escuchar a mis compañeros de Galicia”, dijo ayer tratando de calmar el ímpetu de quienes no hacen otra cosa que gritar Feijóo, Feijóo, como si esto fuese un partido de fútbol. La Junta Directiva Nacional reunida ayer martes sirvió para consumar el “casadocidio” y cerrar filas en torno a la gran esperanza blanca de los populares. Todo aquel que se mueva hoy no saldrá mañana en la foto con el elegido. Y nadie quiere perder cuota de poder ni despacho.
La conjura contra Casado (que se despidió de sus enemigos/compañeros diciendo aquello de “he cometido errores pero no merecía este trato”), se consumó no solo desde dentro del aparato de Génova 13, sino desde la periferia, desde las baronías, desde los feudos que hasta hace un mes parecían plazas incondicionales de la cúpula. Obviamente, la revuelta contra el líder fue orgánica, total, un todos a una como en Fuenteovejuna. Da la sensación de que apenas quedan focos de fieles irreductibles casadistas (Pablo Montesinos, Ana Beltrán, Antonio González Terol y poco más), de modo que el camino hacia el congreso que debe entronizar a Feijóo parece más que allanado.
Ni siquiera la apariencia de pluralidad democrática que pretende dar el partido va a cambiar el guion perfectamente trazado. “Vuelvo a reiterar que aquel compañero que quiera presentarse que no tenga miedo, anunciaré mi decisión donde corresponde mañana”, asegura el líder gallego abriendo la mano a hipotéticas candidaturas alternativas. Una afirmación que no deja de ser un brindis al sol, ya que él no se va a mover de la Xunta sabiendo que otro (u otra) le va a hacer sombra. A estas alturas, todos en el PP saben que la partitura está escrita y que no hay otra figura política capaz de sacar al partido del atolladero en el que se ha metido. Es Feijóo o el caos. Es Feijóo o Isabel Díaz Ayuso (eso sería tanto como el caos). Es Feijóo o cuatro años más de Pedro Sánchez. El PP tiene poco tiempo para rearmarse moral y estructuralmente y para afrontar con garantías unas decisivas elecciones generales en las que no solo se jugará el destino de España, sino la hegemonía de las derechas españolas. Y esa urgencia, esa sed de líder que vive el partido, se demuestra en las últimas declaraciones del presidente de Castilla y León, Fernando Fernández Mañueco, que es de los que creen que ha llegado el momento de mirar hacia adelante. “Ya habrá tiempo de hacer una reflexión sobre cuáles han sido las causas y por qué han ocurrido las cosas”, sentencia.
Pero más allá de que todo en el Partido Popular parezca atado y bien atado, quedan algunos flecos importantes por resolver. En primer lugar, saber si la crisis ha terminado o se ha cerrado en falso y las heridas van a seguir supurando. Después, queda por ver qué piensa hacer Casado. Cuesta trabajo pensar que el derrocado líder popular, un hombre ambicioso donde los haya, vaya a quedarse quieto en medio de esta supuesta transición de caras, que no de ideas, ya que el programa seguirá siendo el mismo: rancio reaccionarismo español, desprecio del conservadurismo moderado a la europea y capitalismo de amiguetes. El tiempo del depuesto presidente parece haber pasado. Se ha jugado un póker con Díaz Ayuso y lo ha perdido. Nadie le compra el discurso de la regeneración, todos miran para otro lado cuando el meollo de la cuestión aquí, más allá de espionajes, dosieres, fontaneros y escándalos, es dirimir si la presidenta de Madrid ha practicado la corrupción más descarada y descarnada con el material sanitario en los peores momentos de la pandemia.
Es evidente que el pelotazo del Hermanísimo, el Mascarillagate, no ha tenido el efecto demoledor para la carrera de IDA que esperaba Casado. La lideresa ha aguantado el envite recurriendo al peor de los populismos. Ya se compara con Rita Barberá, la fallecida alcaldesa de Valencia que, según la versión conspiranoica de algunos prebostes populares, murió de un infarto provocado por los disgustos y pesares que le ocasionó la cacería judicial y periodística a la que fue sometida. De esta manera, recurriendo al victimismo fácil, es como IDA trata de movilizar a todos esos madrileños que van a estar con ella haga lo que haga, al más puro estilo trumpista. ¿Puede interpretarse que Ayuso está dispuesta a desafiar a Feijóo disputándole el trono de Génova en el próximo congreso trascendental del partido? No parece. Tiene bastante con su horizonte judicial, donde deberá demostrar que no cometió tráfico de influencias al darle al Hermanísimo contratos y comisiones. Ahora bien, de la presidenta de Madrid cabe esperarse cualquier cosa. Está siendo aconsejada por un hombre impetuoso, imprevisible y audaz como MÁR, un Putin del asesoramiento político que si se caracteriza por algo es por su capacidad de sorpresa. Desde ese punto de vista, nada está descartado por mucho que Ayuso diga que su sitio está en Madrid. Puede que no dé el paso adelante ahora y de forma oficial, pero no cabe duda de que va a seguir intrigando en la sombra hasta lograr su objetivo: postularse para llegar a la Moncloa.
De momento, ya sabemos que a Ayuso nadie en el PP la va a depurar ni laminar por haber incurrido en serias sospechas de corrupción. Margallo opina que no hay nada ilegal en los contratos firmados por la Comunidad de Madrid, todo lo más una cuestión ética y ni eso (ya se sabe que en la política de hoy la ética es simple papel mojado). El presidente andaluz, Juanma Moreno Bonilla, también da por buenas las explicaciones aportadas por la lideresa. “La información que ha dado Ayuso me parece suficiente (…) No tengo ningún elemento para no confiar en ella”, dijo el pasado lunes. Hasta el propio Feijóo ha defendido públicamente la inocencia de IDA, no sabemos si por no abrir un nuevo frente bélico con ella, por puro convencimiento de que la corrupción es cosa de los tribunales, no del partido, o por ambas cosas a la vez. En cualquier caso, se impone el discurso de que Ayuso es un “activo importante” para el PP, un peso pesado con el que conviene no meterse demasiado. Todos le tienen miedo a la niña de Chamberí, que hasta se permite exigir que echen a patadas del partido hasta al último casadista atrincherado. Nadie quiere ser el próximo en ser devorado por la boa constrictor y sus ayusers. Y mientras tanto, la sombra de la corrupción carcomiendo la democracia. El PP nunca aprende de los errores.
Ilustración: Artsenal
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