(Publicado en Diario16 el 24 de marzo de 2022)
En medio de la Tercera Guerra Mundial, del colapso de España como país y de otras convulsiones planetarias merece la pena detenerse un momento a preguntarse: ¿qué ha sido de Pablo Casado? Sí hombre, acuérdese el ocupado lector, aquel líder del PP que iba para presidente del Gobierno y que acabó siendo vilmente acuchillado por los suyos, como César, a las puertas de Génova. Aquel señor que cada vez que subía a la tribuna de oradores de las Cortes organizaba una zapatiesta o un 36. Desde hace semanas no sabemos nada de él. Es como si se lo hubiese tragado la tierra. Ni un mensaje de ultratumba a los españoles, ni un escueto discurso a la nación, ni un breve análisis para las FAES sobre el futuro de España (dicen que los pagan bien, así que por ahí, con permiso de Aznar, podría tener fácil colocación). Nada de nada, rien de rien, silencio total.
A Casado se lo ha llevado el viento de la historia, como a un personaje del novelón de Margaret Mitchell, pero no deja de extrañar esa desaparición súbita de la vida pública española. Lo último que sabemos de él es que salió aceleradamente del Congreso de los Diputados, la cabeza alta y varios puñales calientes clavados en la espalda, mientras el fiel amigo Montesinos corría tras él para consolarlo en su peor momento vital y profesional. Desde entonces, nunca más se supo. ¿Estará metido en algún camión o en alguna barricada, codo con codo con los camioneros en huelga? No parece. Su compromiso con la defensa de las clases obreras nunca llegó a tanto. ¿Andará por la España rural, entre vacas y ovejas, tratando de recabar votos para reconquistar el poder de su partido? Sería absurdo. En el PP hace semanas que han pasado página y aquellas tácticas propagandísticas baratas propias de los chicos Harvard ya no se llevan. Feijóo tiene otro talante, otras formas, otro estilo. Ni moderado ni ultra, ni fu ni fa, sino todo lo contrario. A la gallega. Un nuevo tiempo político.
Y el caso es que uno no deja de sentir un fuerte escalofrío cuando piensa cómo se las gastan en la gran Famiglia genovesa. A Casado, que un día lo tuvo todo y ahora no tiene nada, van a dejarlo tirado cual colilla. Así es la política española, hoy estás arriba y mañana si te he visto no me acuerdo. Hoy te ponen la alfombra roja en todas partes y mañana pasan de ti como un pobre con cartela tirado en la calle, uno de esos invisibles a los que Ossorio el miope no ve. Paradójicamente, y mientras no se celebre el congreso de la requeterrefundación del 1 de abril que investirá con toda seguridad a Feijóo, Casado sigue siendo oficialmente el presidente de la formación conservadora. Lo cual no deja de tener su aquel. Un fiambre político es el líder del partido. Extraño fenómeno paranormal. Sin embargo, los fantasmas hablan, susurran, dan golpecitos con el dedo en la lápida, mueven el vaso de la güija, se comunican, envían mensajes y psicofonías desde el Más Allá sea lo que sea eso. Este no. Este es un espíritu silencioso, retraído, tímido. Ni siquiera responde a la orden de manifiéstate. Un huidizo. Con lo que ha sido él, que abría la boca y temblaba España. Y pese a todo, algo nos dice que, allí donde se encuentre, esta ánima defenestrada puede andar tramando algo. El qué, no lo sabemos. Cuando estaba en activo, en la cresta de la ola, no paraba de conspirar contra Sánchez y ese carácter intrigante no se pierde de la noche a la mañana. Cuesta trabajo creer que un fantasma así pueda evaporarse sin atormentar y ajustar cuentas a quienes le traicionaron, que no fueron pocos precisamente.
Mientras tanto, hasta Cuca Gamarra parece haber abandonado ya el viejo manual casadista. Ayer, durante la sesión de control al Gobierno, la vimos algo cambiada, mucho más relajada y sin la bilis habitual supurándole por los cuatro costados. Se conoce que el Lincoln gallego le ha debido dar el toque. Modérate rica, que ya se hunde Sánchez él solito sin necesidad de que nosotros quedemos como bárbaros o como el Grupo Wagner de Putin. Y la consigna ha surtido efecto entre las filas populares.
A día de hoy nadie sabe cuál va a ser el futuro de Casado. “Pablo está desbordado ahora mismo por todo lo que ha pasado, aún no puede plantearse nada”, dicen fuentes próximas al descabalgado/laminado. Algunos lo ven como analista en algún programa de televisión, con Margallo, Espe Aguirre, Cifuentes y otras viejas glorias del parlamentarismo patrio. Últimamente la tele se ha convertido en el gran cementerio de dinosaurios. Normal, pagan mejor que en el Senado o en el Parlamento Europeo. Tampoco se descarta su fichaje por una gran corporación extranjera u organismo internacional. Cuando fue jefe de gabinete de Aznar viajó mucho, hizo agenda de contactos con líderes mundiales y acumuló experiencia sobre el Atlántico Norte. Eso sí que no. Cualquier cosa menos meterlo en la OTAN, que es de gatillo fácil, carácter vehemente y aznarista y lengua afilada. No está la cosa como para ir tocándole los misiles a Putin. Un carguete cómodo en la ONU sin molestar demasiado sería lo ideal. Pero a ver dónde lo colocamos.
Lo normal es que renuncie al acta de diputado antes de imprimir una fotocopia de recuerdo. Se da por hecho que su última intervención será en el Congreso de Sevilla, para el que está preparando un discurso/testamento en su línea liberal-conservadora-ultraderechista-socialdemócrata-centrista-democristiana. A buen seguro que más de uno de los que estén sentados en primera fila tragarán saliva por lo que pueda decir en ese momento. Ayuso, sin duda, aprovechará para ir a la barra a por una tapa y una caña, eso fijo. ¿Aportará Casado nuevos datos sobre el Hermanísimo de la presidenta y sus contratos por la patilla? Totalmente descartado. Esa historia ya no la compra ni la Fiscalía. Eso sí, cuando deje el escaño de diputado tendrá derecho a una indemnización por cese, siempre y cuando no trabaje en otra cosa ni reciba una indemnización del partido que lo despide. Lo más probable es que deje la política y se marche al extranjero con la familia, lo más lejos posible de la ingrata España, pero nadie descarta que Feijóo le ofrezca un puesto simbólico como a Teo García Egea. Nada importante, un detalle, un carguete pero digno. Pilla cacho, Pablo, no seas tonto.
Viñeta: Pedro Parrilla
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