domingo, 20 de agosto de 2023

DESCABELLO A LA IZQUIERDA

(Publicado en Diario16 el 9 de junio de 2023)

Mientras la izquierda se suicida lentamente, con la cicuta del cainismo español de siempre, el votante empieza a sopesar cómo está el país, cuáles son las posibles alternativas y a quién darle la preciada papeleta en las generales. Pedro Sánchez, en una jugada arriesgada, audaz, convocó elecciones el 23J, sin importarle que la cita electoral caiga en verano, cuando muchos españoles estarán de vacaciones. Quería un desquite y lo quería ya, pero el riesgo de una abstención que termine machacando a la izquierda es tan real como elevado.

En realidad, en un país políticamente maduro como en teoría es este, no debería ser ningún problema acudir a las urnas en período estival. Todo aquel que haya previsto escaparse al chalé o a las Seychelles en esas fechas veraniegas, y que quiera participar en la gran fiesta de la democracia, no tiene más que solicitar el voto por correo, acudir a la oficina postal más próxima (hay una en cada esquina) y cumplir con su derecho constitucional. La tarea no le quitará más de media hora de su valioso tiempo.

Sin embargo, este es un país raruno, extraño, diferente. Y para la cosa política, mucho más. Lo más probable es que miles de ciudadanos de izquierdas –hartos ya de las trifulcas de Sumar y Podemos, del sanchismo languideciente (hoy por hoy el Gobierno es Sánchez y poco más) y del espectáculo lamentable que están dando “los hunos y los hotros”, como decía Unamuno–, manden a paseo las elecciones y se vayan descaradamente y sin ningún remordimiento a la playa. Tenemos una izquierda poco ideologizada, dominguera y aburguesada. La conciencia de clase brilla por su ausencia y el miedo a que llegue la extrema derecha ya no funciona. La posmodernidad ha transformado radicalmente al votante progresista. Apenas quedan proletarios con la cara manchada de grasa y las manos encallecidas. Ni braceros dispuestos a asaltar el cortijo del marqués. El obrero del cinturón metropolitano empieza a votar a Vox mientras que el jornalero andaluz vota señorito. Quien más y quien menos tiene una nómina, un coche contaminante y unos eurillos para gastar y vivir la ficción de las vacaciones que a uno le hacen sentirse, por unos días, como Cristiano Ronaldo en su lujoso yate. La efímera seducción del placer, el falso paraíso del taparrabos y la brisa marina, puede más que la inquietud por el avance de los ultraderechistas. A fin de cuentas, no se ven falangistas ni requetés desfilando por las calles.

Cuando Sánchez convocó elecciones, en un calentón tras el varapalo infligido por la derecha el 28M, sabía perfectamente que Sumar y Podemos terminarían a navajazos, como así ha sido. Era el momento perfecto para darle un mordisco a la izquierda real, recuperar a una parte del socialista desencantado y ensanchar espacio electoral. O el fascismo o yo, arengó el premier a sus diputados horas después de la debacle en aquella mañana de heridas todavía supurantes. El problema es que Yolanda Díaz e Irene Montero han llevado sus diferencias demasiado lejos y ya no se trata de que se pongan de acuerdo o no en una candidatura única a última hora (van tarde y la Junta Electoral puede darles con la puerta en las narices), sino de que el violento navajeo, retuiteado y retransmitido en las redes sociales, está desangrando a la izquierda. Cada minuto que pasa sin un pacto, sin un Frente Popular de emergencia, supone una hemorragia más de decepcionados a los que ya empieza a darles lo mismo si las confluencias firman un documento de mínimos sobre la bocina o rompen relaciones definitivamente. El desánimo cunde en el votante; el pesimismo arraiga en las bases, entre los inscritos y las inscritas, entre los indecisos. A esta hora, el roto no parece tener arreglo. Tras una semana de espectáculo cainita, feo y desagradable, el daño está hecho. Si finalmente hay una alianza supuestamente ilusionante, nadie se la va a creer porque en ese gallinero muchos se odian y tienen demasiadas cuentas pendientes. Y si no hay fumata roja, el 23J se consumará la debacle: Podemos un par de escaños, tres siendo optimista; Sumar ni 20. En cualquiera de los supuestos, la muleta de Sánchez nace más bien quebrada.

Con toda esa tragedia no contaba el presidente socialista. Quizá, si hoy se encontrara ante la misma tesitura, el jefe del Ejecutivo sería algo más prudente, más conservador, y dejaría las elecciones para septiembre, cuando las aguas se hubiesen calmado en la izquierda a la izquierda del PSOE. Una segunda oportunidad para aprobar el examen. Lo único cierto es que, a esta hora, los delegados yolandistas y podemitas apuran al máximo las negociaciones pero sin éxito. El plazo se agota a las 23.59 de hoy, aunque mejor habría que decir que lo que están agotando es la paciencia de los votantes progresistas. “Si no hay acuerdo, yo creo que la gente nos corre a gorrazos”, dice Pablo Iglesias (mientras tanto mete cizaña contra Yolanda Díaz). Los días pasan. Cada vez queda menos tiempo para el 23J. Entre el tedio del estío, la abstención galopante y la mediocridad de unos dirigentes tan infantiles como suicidas, el desastre para la izquierda puede ser tan tremendo que van a irse a la oposición durante varias legislaturas. Nos comemos a Abascal de ministro. “Tendrán que responder ante la historia”, asegura irónicamente el siempre atinado Enric Juliana. Eso sí, este verano Georgie Dann seguirá sonando como siempre en el alegre chiringuito.
 
Viñeta: Pedro Parrilla

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