(Publicado en Diario16 el 15 de junio de 2023)
La extrema derecha española entiende la política como una corrida de toros. Desde ese punto de vista, a nadie debe extrañar que Vox haya elegido a un torero, Vicente Barrera, como futuro vicepresidente de la Generalitat Valenciana. Los ultras ven la democracia como una lidia constante, un festejo taurino permanente donde darle el conveniente pase de pecho, con descabello y corte de orejas y rabo, al adversario político rojo, bilduetarra y masón. Se trata de salir en hombros del Parlamento, entre palmas y aplausos, dejando atrás al morlaco comunista, desangrado en medio del hemiciclo. Siempre fue así y siempre lo será.
No le hable usted a un ultra hispano de tolerancia, de educación, de respeto al otro y de fair play. Van a degüello, meten banderilla, garrocha y espada allá donde pueden, no dan un paso atrás ante el miura socialista. Convierten las instituciones en un coso sangriento impregnado de hedor a corrala, a sudor, a sangre de toro y a tintorro malo de bota bebida a morro. Si el hombre es un animal político, tal como decía Aristóteles, para la extrema derecha el animal es el adversario y hay que acabar con él como sea y a toda costa. No pueden quedar dos enemigos en pie sobre la arena. Por eso contratan a un torero, que de democracia no sabrá, pero de darle la estocada al rival, dejándolo tieso y listo para las mulillas, de eso lo sabe todo.
De Barrera, futuro conseller, se dice que cambió las plazas por la Facultad de Derecho cuando se cortó la coleta hace doce años. “Seré matador de toros hasta que me muera”, repite cada vez que puede. Ha estado en los tendidos del PP, al sol y a la sombra del poder, con Camps, con Rita y con Alfonso Rus. Hasta que Alberto Fabra le concedió la Alta Distinción de la Generalitat. Con los lodos de la corrupción y la decadencia del zaplanismo campsista, Barrera cambió de ganadería, acercándose a la UPyD de Rosa Díaz. Más tarde probó con la derecha regionalista, hasta que entró por la puerta grande en la maestranza de Vox.
Allí, su filosofía política encajó a la perfección, como un guante, casi como el paquete de matador macho y español en la taleguilla. Ponerse delante de un astado era mucho más difícil que aprenderse el esquemático y sencillo programa de Abascal. Defensa de la unidad de España, recuperación de la caza, puesta en valor de la tauromaquia y negación de todo lo que tenga que ver con el cambio climático, esa filosofía woke empeñada en acabar con la fiesta nacional. Hasta la manoletina más mediocre entraña mayor complejidad que el programa Peppa Pig para mentes simples de los líderes voxistas. No le resultó complicado adaptarse.
Al torero de la tierra lo hacen vicepresidente de la Generalidad (ellos dicen Generalidad, la lengua autóctona les produce sarpullido) y además le dan cartera de Cultura, Justicia y campo. Para esta gente de la derecha exaltada no hay más cultura que un gladiador de la muerte arreándole espadazos a un pobre animal. Se acabaron los aburridos conciertos de Mozart y Bach en el Palau; viva el pasodoble España cañí. Se acabó la elitista Mostra de València con sus películas iraníes que no le interesan a nadie; viva el cine de barrio, Lola Flores, El Pescaílla y Sara Montiel. Se acabó el teatro experimental y la performance con mensaje antimachista y ecologeta; viva Julio Iglesias, la Zarzuela, la revista y Norma Duval.
Ahora que despertamos del sueño de la democracia de la que tanto hemos despotricado, empezamos a darnos cuenta de la pesadilla del reloj de la historia marcando el tiempo al revés. Pronto veremos cómo las sesiones de Les Corts se convierten en una gran corrida en la que entrará el maestro Barrera haciendo el paseíllo, de luces verde y oro, chaleco y bordados, alamares y lentejuelas, seguido de una brava cuadrilla de subalternos cejijuntos saludando al respetable, con Ximo Puig devuelto al corral por mansurrón.
“La política es quizá la única profesión para la que no se considera necesaria ninguna preparación”, sentenció Robert Louis Stevenson. Dicen que Barrera sabe de leyes, de ahí que venga con el diploma de abogado en una mano y la montera en la otra. En una de estas derogan el Estatut de Autonomía y colocan en su lugar El Cossío, que es mucho más nuestro. Van a convertir la democracia en un gran toro embolado con socialistas de cuernos quemados y vaquillas feministas como parte del espectáculo. Nadie puede parar a esta derecha taurina. Ya los estamos viendo silbando, vociferando y dando patadas contra las tablas del burladero. Ele, arsa y olé.
Viñeta: Pedro Parrilla
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