La militancia del PP está crecida tras el debate en Atresmedia. Recibe a Feijóo como un héroe allá donde va. Hoy estaba en un mitin en Ciudad Real, donde sus simpatizantes lo han aclamado como a un nuevo general Patton liberador del sanchismo. “Presidente, presidente”, le grita la multitud por donde quiera que pasa y en una de estas hasta lo sacan a hombros, en plan torero, de la plaza del pueblo.
El gallego se siente ganador y ya se ve viviendo en la Moncloa. Nunca un debate televisado entre dos candidatos se antojó tan decisivo como el que fue moderado anoche por Ana Pastor y Vicente Vallés. ¿Tiene motivos el Partido Popular para caer en esta especie de fiebre feijoísta desatada? Si tenemos en cuenta que el dirigente conservador le dio un repaso inesperado al presidente y que el cara a cara fue seguido por casi 6 millones de espectadores (un 46,5 por ciento de cuota de pantalla, una auténtica barbaridad) los populares tienen razones para la euforia. Es cierto que ganó el duelo con juego sucio, con esa sospechosa técnica del Gish gallop o “ametralladora de falacias”, tal como relata hoy nuestra compañera Eva Maldonado en su magnífica columna de análisis en Diario16. El truco consiste en lanzar una rápida batería de argumentos falsos o inexactos y ya se encargará el oponente de desmontar la cascada de bulos. Reaccionar ante semejante chaparrón de embustes resulta imposible, no hay tiempo ni capacidad de improvisación (y menos en televisión donde todo va a un ritmo vertiginoso), de ahí que Sánchez terminara desactivado y enredado en una tela de araña casi letal. Llegar al poder de esa manera no es como para estar orgulloso, ya que supone desvirtuar la democracia. Pero al gallego le funcionó, cuando ni él mismo daba un duro por el éxito de la estrategia, y con eso se queda. A fin de cuentas, Feijóo es solo un traje que interpreta correctamente un papel y que repite el disco rayado sobre el “sanchismo”. Más allá de eso, el vacío, la nada, un bluf.
Está claro que el presidente del Gobierno cayó en las trampas feiojístas hasta perder el debate. Agotó la última bala que le quedaba para rearmar moralmente a la izquierda desnortada e impulsarla hacia una remontada que a esta hora se vislumbra como una lejana utopía. Cómo influirá el cara a cara de anoche en las próximas encuestas es algo que se irá viendo en las próximas horas. Algunos creen que el dirigente conservador pudo arañar entre uno y tres puntos, un rédito casi definitivo a menos de dos semanas para las elecciones. Quedan otros dos debates en Televisión Española. El primero el próximo jueves con los portavoces parlamentarios, un verdadero tedio que apenas tendrá incidencia en las encuestas (lo que puedan decir Patxi López o Cuca Gamarra interesa exactamente cero a la mayoría de los españoles). El segundo debate, el día 19, con los cuatro principales candidatos. Ahí estarán Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y Santiago Abascal, mientras que Feijóo ya ha dicho que no acudirá. O sea, que en ese debate importante habrá una silla vacía, la del mandatario del PP, un hecho inédito en la historia de nuestra democracia. Y por ahí sí podría ocurrir un cisne negro o acontecimiento inesperado capaz de incidir en las tendencias demoscópicas. La imagen de tres candidatos debatiendo mientras el favorito a ganar las elecciones da la espantada y se queda en su casa, por lo que sea, seguramente penalizará y pasará factura en las urnas. Recordará demasiado a aquella moción de censura en la que el escaño del derrotado Rajoy lo ocupaba un bolso, el de la entonces vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría.
¿Pero cuál es la razón real de que Feijóo haya decidido ausentarse de los debates en TVE? Está claro que si aceptó el de Atresmedia fue porque jugaba en casa. Había feeling con algunos directivos de la casa y Vicente Vallés no le pondría en demasiados apuros. Tendría que salvar alguna pregunta incómoda de la siempre incisiva Ana Pastor, pero con no contestar era suficiente. Así ocurrió cuando la periodista de La Sexta le interrogó a propósito de esa infame foto de los diputados de Vox-Valencia apartándose de la pancarta contra el último crimen machista. Feijóo escurrió el bulto miserablemente, se puso a hablar de otra cosa y asunto solucionado. Pero los debates en TVE pueden ser más complicados para él al jugar en campo contrario. La excusa que pone Génova para explicar la ausencia del jefe popular es que sin los líderes de ERC, PNV y Bildu el acto quedará cojo. “El Partido Popular no participará en los debates a cuatro planteados por los medios de comunicación por entender que son modelos incompletos y carecen de interés”, aseguran las fuentes populares.
Sin embargo, esa no es la auténtica razón del escaqueo de Feijóo. El gallego tiene miedo a confrontar con Vox. Santiago Abascal no filtra, suelta la burrada en prime time por violenta y desagradable que esta sea y se queda tan ancho. Esa dialéctica neofalangista, viniendo del dirigente del partido que ya es socio del PP en gobiernos regionales y ayuntamientos, no es un buen negocio para el candidato popular. ¿Para qué correr riesgos cuando le saca una ligera ventaja al PSOE? ¿Para qué arriesgarse a que a Abascal se le vaya la chaveta ante las cámaras y, ya en plan ministro del Interior, se ponga a revelar datos comprometedores sobre los pactos bifachitos, a decir que quiere cargarse la ciencia y volver a la Santa Inquisición o algo mucho peor, a cantar el Cara el Sol, brazo en alto y ante las cámaras? Sería un serio revés para las buenas expectativas del Partido Popular. Así que Génova ha decidido que no se va al debate y punto. Sin duda, de aquí a lo que queda de campaña vamos a ver a un Feijóo más conservador que nunca.
Viñeta: Pedro Parrilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario