(Publicado en Diario16 el 6 de octubre de 2023)
Feijóo ya trabaja en clave de elecciones. El mandamás gallego está convencido de que Pedro Sánchez no conseguirá los apoyos necesarios de Junts, ni tampoco de Esquerra, de modo que ha empezado a preparar la próxima campaña electoral. Y en ese meditado plan le sobra, obviamente, la extrema derecha. Ya le dijo a Carlos Alsina, la otra mañana, que no se encuentra cómodo teniendo como socios a los de Santiago Abascal. “¿Yo quiero pactar con Vox? Evidentemente que no”, aseguró el líder del PP. “Pero lo que es evidente es que, antes de repetir elecciones en Valencia y en Extremadura, pensamos que era mejor asumir, a pesar de que estuviésemos en campaña electoral, el desgaste, y darle un Gobierno estable” a ambas comunidades autónomas.
Algo se está moviendo en Génova 13. El presidente popular tiene una estrategia en la cabeza y se ha propuesto aplicarla ya por si finalmente hay que ir a las urnas. La hoja de ruta consiste en romper con los voxistas, pescar en el caladero ultra apelando al voto útil contra los que quieren romper España y rozar la mayoría absoluta. Una vez que se haya quitado de encima a los neofranquistas, el apoyo de partidos como el PNV llegará solo. Y sanchismo derogado.
No está mal pensado el guion, al menos en la teoría. Solo que le falta un pequeño detalle: que el acuerdo entre socialistas, Sumar y el mundo indepe está más que avanzado. Hasta Ruiz Gallardón, al que no se le veía el pelo desde hace años, ha salido a la palestra para recordar que este cuento está escrito de antemano. O sea que Sánchez gobernará sí o sí. Con la lógica en la mano, es lo que debería pasar. Tanto a Junts como a Esquerra les interesa una Moncloa controlada por el PSOE antes que por el PP. La cuestión es que Puigdemont no se caracteriza precisamente por ser un hombre que se mueva por patrones racionales o lógicos. Es un patriota de lo suyo y ya se sabe que esta gente siempre piensa con las tripas. Así que cualquier cosa puede ocurrir de aquí al día de la sesión de investidura.
Pero Feijóo es gallego y persistente y va a insistir hasta el final. Ya demostró su tozudez yendo a morir a una investidura en la que ni él mismo creía. Y por si la partitura se rompe a última hora y lo de Puigdemont le sale rana a Sánchez, ha dado instrucciones a las baronías de ir rompiendo lazos de amistad con Vox. O al menos marcar distancias. Algunos indicios probarían que esa orden ya se ha dado. Por ejemplo, lo ocurrido en las últimas horas en Extremadura, donde la consejera de Mundo Rural de la Junta, Camino Limia, única representante de Vox en el gobierno de la popular María Guardiola, ha presentado su dimisión alegando “motivos personales”. Mientras tanto, en Valencia, PP y Vox, socios en el Consell de la Generalitat, votaban por primera vez por separado en una moción sobre la violencia de género. Ocurría en Les Corts, donde los populares han acordado con socialistas y Compromís una iniciativa que insta al Ejecutivo autonómico a aprobar una segunda edición del pacto contra el maltrato machista.
Si a todo esto añadimos que la alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón (esta de Foro Asturias, que no es el PP pero es casi una franquicia del PP), también ha anunciado la ruptura del pacto de Gobierno con los ultras, convendremos en que la derecha clásica podría haber decidido desplegar un cordón sanitario contra el voxismo. La razón de las desavenencias en tierras asturianas hay que buscarla en el festival de cine internacional de la ciudad, que Vox pretendía instrumentalizar inaugurando una nueva sección para difundir “los valores que defiende el partido de Abascal”. ¿En qué estaba pensando la formación verde, en reponer Raza en color y remasterizada? La idea era un absoluto delirio. En ninguna cabeza cuerda cabía una nueva categoría del certamen donde los machistas que maltratan a sus mujeres aparecen como los héroes de la película, donde se hace apología contra el cambio climático potenciando a jóvenes cineastas de la Nouvelle vague trumpista (ahí Mario Vaquerizo, un enamorado de la contaminación, tendría una oportunidad como guionista y director) y donde se parodia a los homosexuales ridiculizándolos como en las películas de antes. En realidad, no nos engañemos, lo que pretendía Vox era superar el cine indie, que para ellos es un coñazo, y recuperar una retrospectiva del cine español de los sesenta, con mucha caspa, suecas en tetas, minorías sexuales humilladas y discriminadas, cejijuntos machos ibéricos en calzoncillos blancos y chistes gruesos en plan Esteso y Pajares. Lógicamente, la alcaldesa Moriyón les ha dicho que por ahí no, que hasta ahí podían llegar, y ha roto el pacto.
“Acabo de firmar la disolución de los acuerdos con Vox. Foro Asturias cree profundamente en la democracia. Tras estos meses, hemos constatado que Vox ha antepuesto sus siglas al interés general de la ciudad. Mientras yo sea alcaldesa, no se va a permitir. Quiero ser tajante: no hemos incumplido ningún acuerdo. No se va a tolerar ninguna injerencia desde Madrid. No se experimentará ningún retroceso”, defendió en rueda de prensa.
Después del día de ayer, Abascal tiene motivos para estar preocupado y hasta cabreado. No nos extrañaría nada que saliera hoy ante la prensa, más joseantoniano, africanista y cuartelero que nunca, anunciando que rompe todo tipo de acuerdo autonómico y municipal con el Partido Popular. La cosa está que arde en las derechas españolas. Continuará.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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