martes, 6 de octubre de 2020

EL LAZARETO MADRILEÑO

(Publicado en Diario16 el 6 de octubre de 2020)

Hasta donde se sabe, y salvo vuelco imprevisto, Ciudadanos ha decidido sostener hasta el final el Gobierno de Díaz Ayuso pese al fiasco en la gestión de la pandemia. Es como en esas películas de acción en las que dos esposados escapan de la cárcel y tienen que correr juntos, a trompicones y caídas, con la bola de hierro a cuestas. Cs podría sumarse a la moción de censura de Gabilondo pero de momento no parece que tenga intención de hacerlo. Cada día que pasa es más evidente que la formación de Inés Arrimadas llegó a la política española como muleta de Partido Popular y PSOE y ha terminado convirtiéndose en andamio exclusivo de la derecha. Sin el encofrado naranja, el PP de Madrid hace mucho tiempo que se habría derrumbado como un castillo de naipes. Pablo Casado sabe que esa es su debilidad. Si Madrid cae, él cae también. El sempiterno líder de la oposición es perfectamente consciente de que si IDA está aguantando pese al pitote sanitario que ha organizado en Madrid es gracias a su personal shopper, o sea Ignacio Aguado.

El vicepresidente autonómico podría dar un paso a un lado y decir aquello de hasta aquí hemos llegado. El expediente X de Madrid no se sostiene por ningún lado, los expertos epidemiólogos miran alucinados los gráficos y no saben explicar cómo una ciudad de ese prestigio y poderío económico puede haber caído hasta niveles pandémicos de Burkina Faso. La vergüenza llega hasta el New York Times, que en un reciente artículo informa de que la segunda ola de la pandemia ha golpeado de forma “desproporcionadamente dura” a los distritos más económicamente vulnerables de la capital española, poniéndolos bajo nuevas medidas de confinamiento mientras los residentes en áreas más pudientes se pueden mover libremente. Los ecos del infame apartheid sanitario de IDA recorren hasta el último rincón del mundo para oprobio de la marca Madrid, que en mucho tiempo no podrá soñar con organizar unos Juegos Olímpicos. Y de rebote la calamidad en la gestión salpica al resto de España, que al final, por extensión, queda como un país racista que segrega a pobres y a ricos en medio de una epidemia; un país atrasado donde un médico o una enfermera cobra menos que un camarero; un país, en fin, que ha caído sin remedio en manos de una pandilla de friquis trumpistas atrincherados en la Meseta castellana.  

La solución a todo este sindiós está en manos de Aguado. Él podría poner fin al experimento Ayuso si quisiera y ese sería el único camino para que Madrid dejara de ser el lazareto de Europa, la manigua pantanosa y suburbial europea repleta de virus, pobres y contagiados, y recuperar la racionalidad y la cordura perdidas. IDA ha demostrado que peor no se puede hacer y nadie en su sano juicio puede pretender presentar semejante adefesio político a una nueva reelección. Casado sabe que llegado el momento tendrá que apostar por otro caballo en Madrid, así que es el momento perfecto para que Ciudadanos se desmarque, se sume a la moción de censura y ponga el reloj a cero. El socialista Ángel Gabilondo aguarda la señal e incluso ha reconocido que se “sacrificaría” para que Aguado fuera presidente, de modo que el hasta hoy escudero de Ayuso podría terminar en el trono de la Ínsula Barataria madrileña merced a esa carambola inesperada del destino. “Si yo supiera que, sacrificándome, en Madrid habría una política de progreso y transformación, lo haría”, confirma el honrado filósofo socialista.

Parece claro, por tanto, que el líder del PSOE madrileño se echaría a un lado en favor de Ciudadanos aunque con matices: “Habría que buscar la alianza en otros proyectos”, aclara Gabilondo. Hasta Íñigo Errejón está en el ajo, y ya ha anunciado que se sumaría gustoso a la causa de derrocar a la Nerona castiza que ha terminado por desencadenar un grave incendio de epidemias y desastres en la capital de España: “He hablado con PSOE y Podemos y todos estamos en la misma dirección de cambio”, asevera el líder de Más Madrid.

Entonces, si la cosa parece tan fácil, si todo está previsto, calculado y estudiado, ¿a qué demonios espera Aguado para dar el paso decisivo y crucial? ¿Qué le lleva a seguir ligando su destino al de una mujer que ha dado síntomas preocupantes de nulidad o torpeza política? La coyuntura es propicia, ya que se podría vincular el apoyo del PSOE a Aguado en Madrid al respaldo de la formación naranja a los Presupuestos Generales del Estado en el Congreso de los Diputados. Una jugada perfecta. Sin embargo, el fiel personal shopper de IDA sigue defendiendo la gestión de la lideresa a capa y espada, como si le fuese la vida en ello, algo que no se termina de entender, ya que Albert Rivera se inventó Ciudadanos precisamente para eso, para hacer la veleta, un día con estos, otro día con aquellos.

Nada parece presagiar que el trifachito madrileño vaya a romperse, al menos a corto plazo. Es cierto que en lo que va de pandemia ya han dimitido tres altos cargos del Ejecutivo de Puerta de Sol por discrepancias con las negligencias sanitarias de la inefable presidenta. De aquel gabinete nacido en julio de 2019 en el que las filas parecían prietas no queda nada. No obstante, “la compenetración es plena”, tal como afirma con rotundidad el consejero de Justicia madrileño, Enrique López, cuando se le pregunta por las supuestas disensiones. Lo cual nos lleva a pensar que detrás de esta unión más allá del deber y del valor, detrás de ese pacto casi sagrado en el que, no lo olvidemos, también entra la ultraderecha de Vox, hay una operación de mayor calado que mira hacia el futuro y hacia la Moncloa. Inés Arrimadas debería aclararse. O está con el liberalismo democrático moderado, tal como le exige el Financial Times y la Internacional Liberal, o entra de lleno en el juego falangista, carpetovetónico, visceral e irredento. Ella tiene la última palabra.

Viñeta: Lombilla 

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