(Publicado en Diario16 el 18 de octubre de 2020)
Santiago Abascal es ese político que sueña con suprimir el estado de las autonomías algún día. Todo lo que huele a federalismo le repugna. Todo lo que no sea centralismo rancio e imperial le provoca urticaria. De hecho, ha llegado a decir que las comunidades autónomas son “el cáncer de España”, por lo que urge abolirlas cuanto antes. Sin embargo, el líder de la formación verde se ha despachado en las últimas horas con unas sorprendentes declaraciones que parecen salidas de alguien del PNV o incluso Bildu más que de un hombre que aspira algún día al puesto de Caudillo de España por la gracia de Dios. “Ahora es Madrid, pero después será otra comunidad autónoma. El Gobierno quiere arrebatar las libertades a la mitad de la población”, ha asegurado nada más conocer que el Ejecutivo de coalición ha tomado las riendas, mediante el decreto de estado de alarma, para controlar el pollo montado por Isabel Díaz Ayuso. A Abascal solo le han faltado los violines de fondo para darle un toque más melodramático, épico y ridículamente cursi a un asunto que es de pura sanidad pública y que nada tiene que ver con la patria y la bandera.
En su habitual lenguaje “trumpista” y mitinero, el jefe ultra llega a afirmar que la manifestación convocada por Vox en protesta contra el estado de alarma se lanza “a todos los rincones de España” (tachán tachán), de modo que los participantes están llamados a manifestarse “desde sus vehículos y con banderas de España”. En este punto llama la atención que Abascal pretenda aglutinar a andaluces y vascos, a valencianos y extremeños, en una revuelta por una situación que solo afecta a Madrid. El ministro Illa ya ha dejado claro que la medida se prolongará solo durante quince días y que en ningún caso se va a extender al resto del país, salvo que la pandemia empeore. Es decir, el estado de alarma y el confinamiento afectan única y exclusivamente a los madrileños, que incluso podrán seguir haciendo vida normal. Por tanto, ¿qué demonios pinta un partido llamando a la movilización a un riojano por algo que ocurre a cientos de kilómetros de su casa? ¿Qué le importará a un aragonés, a un gallego o a un murciano que la capital del Estado y localidades aledañas se hayan cerrado durante dos semanas por la mala gestión y la mala cabeza de IDA? En Cataluña, por ejemplo, ya han tenido bastante con las “torradas” de la Generalitat, ya han sufrido su propio fiasco en el control del coronavirus, de manera que poco, por no decir nada, le incumbe a un catalán lo que pueda estar ocurriendo en Villa y Corte.
El líder de Vox insiste en que la convocatoria del partido neofranquista se promueve a nivel estatal porque se trata de un “problema nacional” y no de defender solo a una comunidad autónoma concreta. “Ahora es Madrid, pero después será otra región”, alerta el William Wallace de la tribu española amenazada por el sanchismo bolivariano. Sin duda, las contradicciones intelectuales de Abascal son producto de su imaginación calenturienta y de su estrecha concepción territorial de España, de su idea trasnochada de país. El líder de Vox, al igual que IDA, es de los que consideran que Madrid es “una España dentro de otra España” en una especie de rompecabezas ad infinitum o extraño delirio de muñecas rusas. Abascal, como cree que todavía vivimos en la España de los Reyes Católicos, no tiene ninguna duda de que un asturiano, un manchego, un cántabro o un castellano leonés se va a echar a la calle, indignado y pleno de fervor patriótico, en protesta por el estado de alarma que sufren los hermanos madrileños. Ya lo está viendo el líder de la nueva extrema derecha española: avenidas de todas las provincias españolas repletas de banderas rojas con las siete estrellas de cinco puntas; osos y madroños por doquier; plazas de pueblos grandes y pequeños rebosantes de retratos de IDA, Aguado y Monasterio, los tres héroes nacionales de este Dos de Mayo pandémico que se avecina. Habrá que ver cómo termina la convocatoria ultra; habrá que esperar para divertirse un rato cuando las calles, pese a la exaltación del exacerbado Caudillo de Bilbao, amanezcan más vacías que un mitin de Ciudadanos.
Eso sí, ya puestos, Abascal considera que la manifestación contra el estado de alarma madrilota puede servir también para que el pueblo español pueda protestar contra la suspensión del desfile del 12-O, que este año no se celebra por motivos sanitarios obvios. Claro que sí, ya que se organiza una algarada que sirva para pedir un poco de todo: paradas militares, ayudas a las corridas de toros, subvenciones a los cazadores, la fiesta del cocido, el pin parental, los caballos rocieros, cine de barrio en TVE, la defensa del Valle de los Caídos y un monumento a Franco en la Puerta del Sol, que todo se andará.
“No hemos convocado en un punto concreto porque estamos ante un Gobierno autoritario que hubiera tomado medidas contra una manifestación. Queremos que los españoles se dejen ver en las calles centrales de sus ciudades y pueblos en una protesta contra el Ejecutivo que no tengo duda de que será histórica”, concluye Abascal en una de sus arengas patrioteras de espadón decimonónico. Todo pura opereta, todo un gran esperpento nacional. Y este señor es el que piensa llegar a la Moncloa algún día. Me duele España.
Viñeta: Pedro Parrilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario