(Publicado en Diario16 el 23 de octubre de 2020)
El debate sobre la fallida moción de censura de Vox abre la puerta a un nuevo escenario político en España marcado por el cordón sanitario a la extrema derecha, siempre con el telón de fondo de la dramática pandemia y la acuciante crisis económica que sufre el país. Conviene analizar algunas claves interesantes.
Gobierno de coalición. Sin duda, Pedro Sánchez sale ganador del desafío que le planteó el tremendista Santiago Abascal y se reafirma como un presidente del Gobierno fiable, sólido y con expectativas de gobernanza para los próximos años. Si para algo ha servido la votación es para dejar claro que la ultraderecha está absolutamente sola y marginada en el hemiciclo en su intento por construir una realidad alternativa y distópica de país. El siniestro plan “trumpista” que se empeña en implantar Abascal de momento ha sido frenado por el Ejecutivo central y esa es una buena noticia para los españoles. Desde una posición de fragilidad (el PSOE ganó las elecciones pero sin escaños suficientes para gobernar en solitario) Sánchez ha ido tejiendo mayorías y apoyos puntuales que se han fortalecido con el paso del tiempo. Hoy puede decirse que el Gobierno no es exclusivamente bicolor (socialistas y podemitas), sino multicolor, ya que en él se han implicado numerosas fuerzas parlamentarias periféricas y nacionalistas a las que les une un sentimiento común: su repulsa unánime hacia la ultraderecha españolista.
Pero más allá del fortalecimiento del gabinete de coalición, cabe destacar el factor humano individual: Pedro Sánchez crece como líder político merced al oxígeno que le ha proporcionado Vox. La derrota de la ultraderecha es la victoria de la socialdemocracia y esa batalla puede apuntársela en su haber el secretario general del partido socialista. “A estas alturas creo que ha quedado meridianamente claro que usted no cuenta con ningún apoyo porque no tiene ningún tipo de proyecto para nuestro país, más que el arremeter contra aquellos ciudadanos que no comulgan con sus creencias y con sus sentimientos”, le dijo Sánchez a Abascal, con total serenidad y sosiego, desde la tribuna de oradores de las Cortes. La moción de censura fake enseña cuál es el camino para derrotar al fascismo y también deja constancia de que España no es un Estado tan fallido como sugieren algunos, sino que cuando el sistema democrático empieza a carburar funciona con eficacia. Uno de los factores que llevó a la Segunda República a su rotundo fracaso fue la debilidad de sus instituciones. Mal que le pese a Abascal, esta España ya no es aquella España analfabeta y atrasada de 1936. En el siglo XXI al fascismo se le combate, sí, pero con la fuerza de la razón y la palabra. Algo hemos avanzado pues en ese sentido, lo cual rebate la teoría de tantos historiadores y escritores agoreros que tratan de convencernos de que el nuestro es un país sin remedio condenado a caer una y otra vez en el mismo error. De ninguna manera. Frente al fanatismo ciego y el disparate, el sentido común y la unidad de los demócratas; frente al odio y la violencia verbal, el poder de la razón y la fuerza de la democracia en toda su dimensión. Magistral la jugada del presidente del Gobierno al detener la reforma del Poder Judicial para negociarla con el PP. Ahora la pelota vuelve a estar en el tejado de Casado. Sánchez está aprendiendo sobre la marcha. Vox le ha dado alas y ya vuela tan alto que parece no tener techo.
Partido Popular. La moción de censura de la extrema derecha se presentaba como un ataque a la línea de flotación de Casado. Durante días, el líder popular estuvo deshojando la margarita sobre lo que debía hacer su grupo parlamentario. Las dudas y probablemente el insomnio lo asaltaron en las horas previas al debate, ya que estaba en juego nada más y nada menos que la hegemonía de la derecha española. Sin embargo, el discurso guerracivilista de Abascal −lo peor que se ha escuchado en el hemiciclo en los últimos ochenta años de historia−, terminó por aclararle las ideas, aunque fuese in extremis. “No vamos a ser rehenes de ustedes”, le dijo ayer sin ambages al jefe ultraderechista. En ese momento, Casado se liberó de algunos demonios, ataduras y complejos que han perseguido al PP no ya en esta legislatura, sino en los últimos cuarenta años de democracia. Por primera vez un líder popular ha tenido el coraje de enfrentarse pública y abiertamente al falangismo, un rasgo de carácter que por otra parte anida en muchos sectores de Génova 13 (a él mismo en ocasiones le afloran los tics autoritarios). El desplante dejó descolocado a Abascal, que tuvo que reconocer que no se lo esperaba. Fue como si el presidente del principal partido de la derecha le hubiese dicho a Franco, en su propia cara, que se acabó, que el hilo umbilical entre franquismo y derecha democrática se ha cortado, que el búnker ya no manda aquí. Cabe pensar que el exorcismo ha sido real y no solo un paripé o teatrillo entre ambos partidos para seguir negociando después entre bambalinas. De ser así, Casado habría cometido un triple error: engañar al país, engañar al partido y engañarse a sí mismo. Y tendría los días contados porque los barones territoriales examinan con lupa cada movimiento de Génova 13. Ahora habrá que ver qué recorrido tiene el supuesto divorcio o cese temporal de la convivencia entre PP y Vox. De entrada, las primeras consecuencias ya se están dejando notar. El durísimo discurso de Casado contra los ultras ha provocado la suspensión de la reunión para pactar el proyecto de presupuestos en la Junta de Andalucía. Ha sido Vox quien ha dado por cancelada la mesa de trabajo. Las hostilidades no han hecho más que comenzar y réplicas del terremoto se dejarán notar, sin duda, en Madrid y Murcia, dos comunidades gobernadas por el “trifachito”.
Vox. A buen seguro, de haber sabido Abascal que Casado le tenía preparada una bomba con temporizador nunca habría dado el paso de presentar su moción de censura kamikaze. El dirigente de Vox estaba convencido de que el PP se abstendría, no lo veía votando junto a Sánchez y sus socios “comunistas, separatistas y filoetarras”. Fue un grueso error de cálculo. Al final, su iniciativa se ha revelado estéril, ya que solo ha servido para poner 298 escaños en bandeja de plata a Sánchez, es decir, la inmensa mayoría del Congreso. Cada minuto que pasa parece más evidente que Abascal ha sido víctima de su propio delirio de grandeza, algo lógico por otra parte en alguien que vive instalado en un mundo de tercios de Flandes, reconquistas medievales y gloriosas cruzadas contra el mundo musulmán. En estos dos días de acalorados debates ha quedado acreditado que su estilo descerebrado y loco de hacer política es solo comparable a su falta de preparación, a su bisoñez y a su escasa visión estratégica y táctica. La moción era un tremendo desvarío que veía todo el mundo y aunque Vox va a seguir manteniendo a su electorado, a su fiel parroquia, su nueva imagen de partido perdedor no le beneficiará entre el electorado de derechas, que sopesa su voto útil entre el PP y la formación verde. Es cierto que el Caudillo de Bilbao ha tenido a su disposición el gran altavoz del Parlamento, así como horas de televisión e interminables tertulias, pero probablemente no conseguirá arañar más que unas cuantas décimas en los sondeos, ya que Casado se lo ha comido con patatas, como suele decirse coloquialmente. Es evidente que el líder ultra no es el hombre que necesita España, le faltan tablas, y en su trepidante partida de ajedrez con Casado parecía un aficionado entregado ante el demoledor juego de torres, caballos y afiles del maestro. Un gorrioncillo en manos de un aguilucho mucho más astuto que él, lo cual ya es decir, puesto que el presidente del PP, aunque es brillante en la retórica canovista, tampoco es un dechado de talento político. En defensa de Abascal cabe decir que no solo ha sido víctima de su propia ceguera e impericia, sino que también ha sido presa fácil de la pinza bipartidista. Tanto a Sánchez como a Casado les interesaba quitárselo de encima, así que entre ambos han toreado al miura, le han dado un par de capotazos y pases de pecho y lo han devuelto a los toriles. Que es donde debe estar la fiera.
Viñeta: Artsenal
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