(Publicado en Diario16 el 18 de octubre de 2020)
Que la vivienda de un ministro sea registrada por la Policía para implicarlo en un supuesto caso de negligencia en la gestión de una pandemia como el coronavirus parece cosa de mala película de género negro. Pues eso mismo está ocurriendo en Francia, el país de la liberté, egalité y fraternité. En los últimos días agentes de la Gendamería han inspeccionado el domicilio y las oficinas del ministro francés de Sanidad, Olivier Véran, así como de varios miembros del actual y del anterior Gobierno galo, incluido el exprimer ministro, Édouard Philippe, en el marco de una investigación sobre la gestión de la crisis sanitaria. Las redadas han afectado también a la predecesora de Verán, Agnès Buzyn, a la antigua portavoz del Ejecutivo, Sibeth Ndiaye, y al director general de Sanidad, Jérôme Salomon. La noticia ha hecho temblar a los gobiernos de toda Europa, ya que parece haberse abierto una caza de brujas, una macrocausa general que no hace sino darle la razón a aquellos grupos y partidos políticos de corte populista que claman venganza contra los responsables del apocalipsis que se extiende desde Gibraltar hasta los Urales.
Cabe preguntarse, por tanto, quién está detrás de esta sorprendente investigación desplegada por la Policía de París. Y ahí es donde la lógica lleva a pensar que la extrema derecha de Marine Le Pen está aplicando el manual del montaje judicial que en las últimas semanas ha desplegado Vox en nuestro país. Los ultras hispanos han tratado de judicializar la política nacional con el fin último de sentar a Pedro Sánchez, al ministro Salvador Illa y al doctor Fernando Simón en el banquillo de los acusados. Santiago Abascal y los suyos han intentado en varias ocasiones colgarle el cartel de “criminal y genocida” al presidente del Gobierno, al que imputan “más de 50.000 muertes” en España, y si no han conseguido procesarlo todavía es porque las sucesivas querellas interpuestas por los abogados de Vox han sido archivadas a las primeras de cambio.
En Francia, la ola neofascista se deja sentir con fuerza y se imponen los mismos discursos contra el Gobierno “criminal” que consiente la multiculturalidad y la inmigración, a la que Le Pen acusa de todos los males de la patria. En los primeros días de la pandemia, la presidenta de Agrupación Nacional (antes Frente Nacional), declaraba: “El Gobierno debe estar preparado para cualquier emergencia. Prefiero que se haga demasiado que demasiado poco. De momento, parece que Emmanuel Macron no está haciendo lo suficiente, permitiendo los vuelos que vienen de China. Si la epidemia estuviese fuera de control sanitario en Italia sería necesario imponer el control de nuestras fronteras”. Y tras las graves manifestaciones y altercados de orden público con decenas de detenidos y heridos que se han registrado en las grandes ciudades francesas en las últimas semanas de confinamientos y estados de emergencia, la líder populista sentenció: “No se sabe si estamos en el Lejano Oeste o en Bagdad, en La Naranja Mecánica o Mad Max”. La hipérbole y el histrionismo son dos armas retóricas habitualmente empleadas por la nueva extrema derecha europea, que instiga y promueve conspiraciones, algaradas y desórdenes callejeros para luego demonizar al Gobierno de turno y culparlo del caos social. La sensación de anarquía y desamparo de miles de franceses, así como la ineficacia del Estado a la hora de controlar la pandemia e imponer el orden, es un argumento que está siendo esgrimido por la extrema derecha para erosionar al presidente Emmanuel Macron.
Al igual que en Francia, Alemania y otros muchos países de la UE se repiten las algaradas negacionistas, ultras, antivacunas y grupos antisistema, Vox en España promueve masivas protestas automovilísticas para hacer tambalear el Gobierno Sánchez. Sin duda, los ultranacionalismos han visto en el malestar ciudadano generado por la epidemia de coronavirus, y en los supuestos recortes a la libertad, la oportunidad perfecta para descabalgar a gobiernos legítimos e imponer regímenes mucho más autoritarios y duros. Salvando las distancias, y de alguna manera, el discurso de Le Pen es calcado al de personajes políticos como Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid, aunque por momentos la lideresa madrileña supera en violencia verbal a la musa de la extrema derecha francesa. No hay más que volver a escuchar las últimas declaraciones de IDA contra el estado de alarma, en las que acusa al Gobierno de Sánchez de “cerrar Madrid a punta de pistola”. Algo así solo puede ser dicho por una persona que ha visto los retratos de Franco y José Antonio colgados en alguna pared de la casa.
De modo que la dialéctica del matonismo político ha impregnado ya la política española y europea. Días atrás, la propia Le Pen se preguntaba en una entrevista en Le Figaro: “¿Qué es la unidad nacional? ¿Participar en las mentiras del Gobierno? ¿Cubrir sus incompetencias como poner en riesgo la vida de los que luchan en primera línea contra el virus? Si es eso, yo no formo parte”. Una vez más, se trataba de cuestionar la legitimidad de un consejo de ministros elegido democráticamente por el pueblo. De nuevo las palabras de la gran inspiradora del ultraderechismo francés recogían los mismos bulos y mentiras que lleva propagando gente como Ayuso y Santiago Abascal desde que estalló la desgraciada pandemia. Lo cual nos lleva a pensar que los movimientos populistas europeos se están coordinando y sumando fuerzas, materiales e ideológicas, para poner en jaque a los gobiernos salidos de las urnas allá donde puedan. Aquella novela de Blasco Ibáñez, Los cuatro jinetes del Apocalipsis, nos enseña cuál es el escenario perfecto para el fascismo: la Peste, la Guerra, el Hambre y la Muerte. Todos esos ingredientes se concitan ya en el viejo continente para inquietud y preocupación de los demócratas. Hoy ha sido un ministro francés el tratado como un vulgar delincuente con la excusa de una pandemia contra la que resulta casi imposible luchar. Mañana la patada policial puede darse en la puerta misma de Moncloa. O en la casa de cualquiera de nosotros. ¿Por qué no?
Viñeta: Pedro Parrilla
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