(Publicado en Diario16 el 10 de noviembre de 2020)
Cuando no han transcurrido ni cuarenta y ocho horas desde que Pablo Casado contrató los servicios del bufete de abogados de Albert Rivera para recurrir la ley de alquileres de la Generalitat de Cataluña ya se están produciendo los primeros movimientos telúricos en Ciudadanos. En una rueda de prensa telemática, la presidenta naranja, Inés Arrimadas, ha condicionado el apoyo de su partido a los Presupuestos Generales del Estado a que el Gobierno de Pedro Sánchez mantenga el castellano como lengua vehicular y se comprometa por escrito a impedir un referéndum de autodeterminación en Cataluña.
Arrimadas ha asegurado que mantendrán hasta el mismo momento de la votación la mano tendida al Gobierno, aunque el presidente Sánchez “tendrá que elegir la vía moderada que ofrece Ciudadanos o la del separatismo” catalán. De esta manera, el órdago de la líder de Cs va directamente dirigido no solo contra el Ejecutivo central sino contra Esquerra Republicana, que podría dar su voto a los Presupuestos siempre y cuando el castellano deje de ser lengua vehicular en los colegios de Cataluña. Sin duda, el suspense está servido y hasta unas horas antes del debate no se sabrá si habrá unos presupuestos que por fin superarán los prorrogados de Montoro y que se antojan decisivos para que Bruselas dé luz verde a los 140.000 millones de euros en ayudas europeas contra el covid.
El movimiento para tensar la cuerda con Sánchez no debe desligarse de la reciente sociedad formada por Casado y Rivera. Fuentes del PP dan por hecho que el ex dirigente de Cs va a trabajar en estrecho contacto con el jefe de la oposición y esa es una mala noticia para Arrimadas, que en los últimos meses estaba tratando de virar a su partido hacia el centro como forma de reflotar un proyecto que agoniza desde el último descalabro electoral. Al hacer de la lengua una nueva batalla política en Cataluña precisamente en estos momentos −cuando España necesita unos nuevos presupuestos como agua de mayo−, la dirigente de Ciudadanos vuelve al viejo y duro manual riverista con el único objetivo de poner la diana en Sánchez. En esta pandemia, Arrimadas había tratado de mostrar su perfil más moderado, conciliador y pactista e incluso había prestado los diez escaños de su partido para que el Gobierno pudiera sacar adelante sus sucesivas prórrogas de estado de alarma. Cuando parecía que Cs empezaba a quitarse el complejo de “derechita cobarde” que le había colgado Vox (y recuperaba el papel de negociador y bisagra para el que había sido concebido) Arrimadas desentierra lo peor del riverismo y se echa al monte para defender el castellano, como en los peores momentos del 1-O.
No deja de ser curioso que esta nueva cruzada en defensa de la lengua española se desencadene justo ahora, cuando Casado y Rivera han sellado su misteriosa alianza, con la que el líder del Partido Popular pretende fracturar el proyecto naranja hasta dinamitarlo para recobrar los votos perdidos por el centro derecha. Se desconoce hasta qué punto la decisión de Arrimadas de volver a convertirse en la Juana de Arco del castellano en Cataluña parte de una reflexión propia o se ha visto forzada por los acontecimientos, es decir, por el reciente acuerdo o contrato mercantil entre el bufete de abogados de su exjefe y el líder de la oposición que tiene entusiasmado a cierta parte de la derecha española esperanzada con las confluencias conservadoras. En cualquier caso es lógico pensar que algo se está cociendo en las entrañas de Ciudadanos. El sector riverista está moviendo sus peones en la sombra para que Arrimadas deje de practicar lo que algunos duros del partido consideran un “erróneo entreguismo” a beneficio de Sánchez. Los más exaltados se han mostrado “consternados”, “decepcionados” y “cabreados” con la tibieza de la dirección nacional, a la que reprochan que no sea más beligerante con el “Gobierno socialcomunista”. “Ciudadanos nació para combatir medidas como esa. Muchos nos afiliamos por la batalla de la educación en Cataluña”, aseguran fuentes del partido citadas por el diario El Español, el digital de Pedro J. Ramírez.
Cada minuto que pasa parece más evidente que Arrimadas ha cedido a las presiones del área trumpista naranja, proclive a la convergencia del partido con el PP y todavía más, partidaria de aceptar una futura absorción o coalición con los populares. El pacto educativo recientemente suscrito por PSOE, Unidas Podemos y Esquerra Republicana, la polémica ley Celaá, es el argumento perfecto elegido por los riveristas para iniciar las hostilidades contra Arrimadas y de paso contra el Gobierno, necesitado de los apoyos naranjas en un momento especialmente sensible, a pocos días para el debate de Presupuestos.
La ofensiva de Arrimadas promete ser intensa, ya que la líder de la formación ha amenazado con llevar la ley al Tribunal Constitucional e incluso a Europa hasta que sea retirada. La primera opción resulta remota, ya que Cs no dispone de los escaños suficientes para iniciar el recurso de amparo y en cuanto a la queja ante Bruselas la experiencia nos dice que este tipo de apelaciones suele caer en saco roto. En cualquier caso, la dirigente catalana no tiene demasiado margen de maniobra, ya que la cita con la historia, el trascendental debate de Presupuestos, está cada vez más cerca. O se deja manipular por el núcleo duro, rompiendo negociaciones con el Gobierno y renunciando a influir en las medidas económicas de las futuras cuentas públicas, como el nuevo régimen fiscal de los trabajadores autónomos, o se mantiene fuerte en sus posiciones y sigue adelante con el giro al centro del partido para convertirse en una fuerza autónoma con capacidad de influencia desde el centro derecha español.
Viñeta: Igepzio
No hay comentarios:
Publicar un comentario