sábado, 26 de diciembre de 2020

EL FANTASMA DE ETA

(Publicado en Diario16 el 13 de noviembre de 2020)

El Partido Popular de Pablo Casado es una máquina de organizar montajes políticos y que trabaja, día y noche, a pleno rendimiento. Posee una cadena de manufactura tan prodigiosa que ni la Ford y lo mismo cocina una teoría de la conspiración sobre Venezuela para implicar al Gobierno socialcomunista que organiza una caza de brujas contra el feminismo radical como causante de todas las pandemias. La última historia trepidante que han ideado los febriles guionistas de la Netflix de Génova 13 tiene que ver con el supuesto pacto de Sánchez con Bildu para la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Casado, consciente de que el Gobierno está en precario y no cuenta con apoyos suficientes, esperaba ansiosamente este momento desde hacía meses. Sabía que Sánchez tendría que elegir entre sentarse a negociar las cuentas públicas con Ciudadanos o firmarlas con Esquerra y con los nacionalistas, entre ellos la formación abertzale a la que siempre le perseguirá una estela de sangriento malditismo por no condenar los cuarenta años de terror etarra. Ese momento trascendental ha llegado y el líder del PP −a quien algunos han calificado apresuradamente como el nuevo Cánovas del Castillo, aludiendo a su presunta moderación que se no se ve por ningún lado− va a exprimir a tope el momento con fines electorales, como no podía ser de otra manera tratándose de un personaje que siempre antepone los intereses de partido a los intereses de España.

En medio de esa encrucijada diabólica (ir de la mano de Ciudadanos o de Bildu) al presidente del Gobierno apenas le queda margen de maniobra. Si pacta con los naranjas, su gabinete estallará por los aires porque su socio de coalición, Pablo Iglesias, no puede traicionar a su electorado (las elecciones en Galicia y País Vasco, en las que Unidas Podemos obtuvo unos malos resultados, confirmaron la preocupante erosión que sufre la formación morada debido al desgaste del poder). Si lo hace con Bildu, será inmediatamente acusado de filoetarra y separatista. La trampa de Casado está bien urdida y haga lo que haga Sánchez, pierde. Por descontado, el PP casadista no va a pactar nada de los Presupuestos porque ni le interesa ni está en la estrategia de solucionar los problemas del país, pero sobre todo porque por norma general siempre dice “no” a todo lo que venga de Moncloa. Es la forma de entender la política que tiene este hombre: un juego de mesa, un Monopoly donde se gana o se pierde y donde los españoles son simples fichas inertes. La consigna principal en el PP es ganar votos a toda costa pensando en las próximas elecciones para las que todavía queda un mundo. O sea, el célebre que caiga España que ya la levantaremos nosotros, tal como dijo Montoro.

A lo largo de esta pandemia, Casado ha demostrado con creces que la nación siempre queda en un segundo plano porque él siempre va a la política pequeña, cortoplacista, la patada en la espinilla a Sánchez sin dejar de mirar de reojo cómo van los sondeos demoscópicos, no vaya a ser que Vox le coma la tostada por la derecha en un sorpasso súbito. Así fue como el jefe de la oposición negó las sucesivas prórrogas por el estado de alarma a causa del coronavirus que le planteaba el Ejecutivo central; así fue como decidió bloquear la renovación de los cargos institucionales, empantanando la Administración de Justicia; y así es como, en la táctica más baja e infame que se recuerda a un político en democracia, ha torpedeado sistemáticamente los 140.000 millones de euros en ayudas de la UE para España de cara a la reconstrucción del país. El líder popular es perfectamente consciente de que si Pedro Sánchez logra aprobar estos Presupuestos el maná europeo llegará, la situación económica mejorará porque habrá dinero y la recuperación poscovid estará más cerca que nunca. Es, por tanto, su última oportunidad para evitar que esta sea una legislatura larga. Es, tras haberlo intentado todo por lo civil y por lo criminal, su última baza para tratar de derrocar por las bravas al siempre frágil Gobierno de coalición. Por eso tiene que echar toda la carne en el asador; por eso se ve obligado a jugárselo a todo o nada. Si Sánchez sale victorioso, su carrera política y su futuro en el partido se verán seriamente amenazados. Si consigue sus propósitos de frustrar la ley, quizá vayamos a unas nuevas elecciones y las puertas de Moncloa se abrirán, esta vez sí, para él.

De modo que la última bala de Casado se llama Bildu, un asunto que remueve vísceras y reabre viejas heridas. ETA está derrotada desde hace años, solo queda el recuerdo de la oscura pesadilla que fue, una página negra de la historia que cada vez que el PP se ve en apuros resucita alegremente y sin escrúpulos. Es evidente que con ETA el PP vivía mejor porque aquella guerra reforzaba sus posiciones sobre la unidad de España y la necesidad de combatir a un enemigo común real, físico, material. Desaparecida la amenaza, la apelación a la cruzada contra el separatismo también se difuminaba y además la izquierda abertzale se incorporaba al juego político, como un partido más. Otra mala noticia para el PP. Ahora Casado rescata el espantajo de los pistoleros vascos que siempre da votos y lo identifica directamente con Sánchez (como si el PSOE no hubiera sufrido el zarpazo etarra) para que el presidente del Gobierno quede retratado como “cómplice” de los que aún no han condenado la violencia terrorista. Maquiavelismo en estado puro. La maniobra es artera, sucia, mezquina. A Sánchez no le queda otra que negociar las cuentas públicas con las fuerzas minoritarias porque de otra manera, sin Presupuestos, no habrá ayudas europeas y el desastre para el país será total. Ese será el momento del cuanto peor mejor, el único lenguaje político que Casado parece entender.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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