(Publicado en Diario16 el 12 de noviembre de 2020)
Sigue adelante el debate de Presupuestos y empiezan a aflorar las vergüenzas intelectuales y políticas de sus señorías. Es el caso de doña Cuca Gamarra, portavoz del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso, que ha justificado el voto en contra de su partido a las cuentas públicas que prepara el Gobierno de coalición porque son “comunistas”. Salta a la vista que la señora Cuca se perdió la lección de Marx cuando se preparaba como abogada en Deusto o si la estudió no entendió nada. Nosotros se lo explicamos, que para eso está la función didáctica del periodismo, además de la informativa. Por ir despacio y para que lo entienda su señoría: un sistema económico comunista es aquel en el que la propiedad privada se ha abolido completamente, donde los modos de producción (todos sin excepción) están en manos del Estado (socialización) y donde la sociedad ha llegado a una fase evolutiva (aquello del materialismo histórico y dialéctico) en la que se han acabado las clases sociales, es decir, que ya no hay ricos ni pobres porque teóricamente todos los ciudadanos poseen los mismos bienes y recursos haciendo realidad el principio utópico de la igualdad real.
Luego podemos entrar a analizar el asunto político, que también tiene su miga, todo aquello del partido único, la dictadura del proletariado como fase previa del comunismo efectivo, el control férreo de los medios de comunicación y la ausencia de las libertades fundamentales de las democracias liberales burguesas. Pero para no atiborrar a Cuca Gamarra de ideas y conceptos en la primera lección básica, que luego se hace un lío, dejémoslo ahí. Básicamente el marxismo viene a decir que las clases poderosas, burguesía y nobleza, le roban las plusvalías a los trabajadores, obreros y lumpemproletariado, o sea que les chupan la sangre y la vida, y es hasta el día de hoy que no ha habido ni habrá −mal que le pese a Gamarra−, un análisis filosófico de la economía más atinado que el marxista para explicar por qué el mundo funciona tan mal desde el origen de los tiempos. El reparto de la riqueza es condición indispensable para el contrato y la paz social en cualquier tipo de proyecto de sociedad moderna y así lo recoge la Constitución Española como una de sus aspiraciones fundamentales. Ese logro de nuestra Carta Magna habrá que apuntárselo a la ideología marxista, al PCE de Carrillo y al movimiento obrero que durante siglos peleó en las calles, con gran derramamiento de sangre, para lograr las conquistas sociales de las que hoy disfrutamos.
Hecha esta pequeña introducción que debería estar superada desde primero de bachiller, entremos en materia: ¿son los Presupuestos Generales del Estado de Pedro y Pablo comunistas? ¿Hay algo que nos lleve a pensar que en ese borrador de cuentas públicas existe un plan diabólico secreto para acabar con el capitalismo e instaurar un régimen colectivista, rojo, bolchevique o bolivariano? Nada lo hace sospechar. La propiedad privada seguirá existiendo, las grandes fortunas seguirán conservando sus privilegios y llevándose el dinero a Suiza como siempre y hasta la infame reforma laboral de Rajoy que convierte a los trabajadores en poco menos que en los nuevos esclavos del siglo XXI seguirá intacta de momento. Lo que sí contemplan los PGE es una importante partida para fines sociales que con la ayuda de los fondos de Bruselas (no parece que por allí sean muy comunistas) servirá para rescatar a millones de españoles de la ruina absoluta por culpa de la pandemia.
Nada de lo que se dice en el borrador de Presupuestos huele a comunismo ni de lejos, ni siquiera el moño de Pablo Iglesias. Puede haber medidas económicas más o menos socialistas (siempre dentro del marco capitalista) que lógicamente a la señora Gamarra no le agradan porque es ultraliberal y digna representante de las élites, esas de las que hablábamos antes y que le chupan el plasma a los trabajadores. Es de sentido común que si gobierna un Consejo de Ministros de izquierdas las políticas que se apliquen sean de izquierdas, como no podía ser de otra manera. En eso consiste precisamente la alternancia democrática, en que hoy gobierna uno según su programa ideológico y mañana gobierna otro. Que no se preocupe la señora Gamarra, que ya le tocará a ella tocar sillón y despacho para que puedan aplicarse de nuevo las políticas conservadoras que machacan a las clases más humildes en favor de la patronal, la banca y los palanqueros y butroneros de los paraísos fiscales.
La manipulación del discurso del PP y su caída a niveles intelectuales tan bajos y denigrantes para la política es tal que las columnas y análisis como esta tienen que volver a explicar el a,e,i,o,u de cada cosa de Perogrullo. Lo cual empieza a resultar cansino. El PP no solo ha acabado con la política, también con el columnismo periodístico por tedio, aburrimiento y reiteración de los temas surrealistas que pone encima de la mesa. En realidad lo que le ocurre a la señora Gamarra es que el jefe Casado le ha colocado el disco rayado sobre el presunto comunismo sanchista, una idea tan falsa como el personaje de Donald Trump, que a falta de talla intelectual y libros se dedica a agitar el espantajo de la amenaza roja y en su paranoia de rico aburrido ya ve bolcheviques hasta en la sopa. Que Vox copie las ideas antisistema del magnate neoyorquino es lógico siendo como es la sucursal oficial del trumpismo en España, pero que lo haga el PP, un partido de Gobierno, resulta desolador. Definitivamente, Casado ha abrazado la retórica populista sin rubor, la gran patraña trumpista, y con ella, y a falta de un proyecto de justicia social e integrador para España, pretende llegar a la Moncloa embaucando al personal con cuatro bulos chuscos y el manido eslogan de “que vienen los comunistas”. Al líder popular y a la señora Gamarra ya solo les falta ponerse una peluca rubia con tupé y una gorra de béisbol y soltar eso de Spain first, Spain great again.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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