(Publicado en Diario16 el 16 de diciembre de 2020)
Algunos medios de comunicación han filtrado que el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, prepara un borrador para modificar el cálculo de la pensión por jubilación, aumentando el período cotizado de 25 a 35 años, una medida que de llevarse a cabo tendría más bien poco de socialista. Y nos explicamos: aumentar a 35 los años efectivamente trabajados supondrá inevitablemente una merma en los derechos laborales, ya que a cientos de miles de españoles se les contabilizará el período con salarios y cotizaciones más bajas, lo que conllevará pensiones también más escasas.
Medidas de esta guisa hacen que muchos votantes del PSOE pierdan la fe y la confianza en su partido y lleva a preguntarnos si es que el ministro no ha encontrado un sistema más dañino para la clase trabajadora y para lograr la sostenibilidad de la hucha de las futuras pensiones (siempre en peligro) que exprimir hasta la última gota la vida laboral de millones de ciudadanos. Si a esto unimos que Escrivá pretende impulsar un aumento de la edad legal de jubilación a 66 años desde el mes de enero; que la reforma laboral se aplaza una y otra vez, sine die, para no enfadar a la patronal y a las derechas; y que el salario mínimo interprofesional (SMI) quizá no suba más de un raquítico 0,9 por ciento en 2021 −cuando en la mayoría de los países europeos la tendencia es ir dotando de mayor poder adquisitivo a los trabajadores, tal como aconseja la Unión Europea como forma de proveer de un escudo de protección frente a la pandemia a las clases más desfavorecidas− ya tenemos suficientes datos como para concluir que un nuevo giro a la derecha del PSOE, por influencia de la superministra Nadia Calviño, está servido para desgracia del socialismo y de la izquierda española.
Como no podía ser de otro modo, Unidas Podemos ya ha alertado de la cacicada laboral de Escrivá, que según fuentes consultadas por Diario16 está provocando nuevas tensiones en el seno del Gobierno de coalición. Tras meses de públicas discrepancias y desencuentros entre las dos almas del Consejo de Ministros, llegamos a la hora de la verdad, a la batalla ideológica decisiva entre los socialistas de salón entregados a razones inconfesables y al Íbex 35 y los verdaderos militantes de la causa obrera. No hay cuestión más importante para un proyecto de izquierdas que la defensa de los derechos adquiridos por los trabajadores tras cuarenta años de lucha democrática. Ahí es donde radica el socialismo de verdad, ahí es donde está la esencia del pensamiento progresista, y claudicar de ese programa fundamental supone abdicar de la izquierda y dejar a la famélica legión, a los desahuciados y náufragos del socialismo, en manos de la extrema derecha de nuevo cuño.
Durante la pandemia nos hemos hartado de escuchar por boca de Casado y Abascal que con el sanchismo llegaba el comunismo, el colectivismo chavista, la dictadura del proletariado, los okupas y muchos desastres más, y ahora resulta que Escrivá se pliega a los dictados de la patronal y se convierte en el corderito o mascota de la peor derechona de este país. Con compañeros de gabinete tan dóciles con los poderes fácticos no extraña los disgustos y enfados que se agarra Yolanda Díaz, una mujer íntegra que está obrando el milagro de hacer política de Estado, arriba en las esferas del poder, sin renunciar a sus principios más básicos. Díaz es la mujer que necesita la izquierda española, el recambio perfecto de ese socialismo oxidado, trasnochado y reciclado como combustible para que siga funcionando esa prodigiosa y formidable maquinaria ultraliberal (con sus engranajes y rodamientos de la corrupción) que es la obsoleta economía española. Debe resultar ciertamente desolador llegar al Consejo de Ministros y encontrarte con una serie de caras desubicadas que parecen haberse equivocado de lugar, ya que encajarían mejor en cualquier otro Gobierno, véase uno del PP.
Con sus propuestas de corte conservador (por no llamarlas directamente estafa a la clase trabajadora) a Escrivá habrá que ir etiquetándolo como el octavo pasajero de Moncloa, un hombre que trabaja desde dentro para erosionar los derechos laborales de la ya maltrecha clase obrera. Con socialistas así, con gente como Escrivá que cada vez se parece más a Montoro, no necesitamos de Casados, ni Garamendis, ni Abascales promoviendo el nuevo esclavismo del siglo XXI.
Isa Serra acaba de decir que todo lo que no sea mejorar el nivel adquisitivo de los pensionistas será “ir hacia atrás” y tiene más razón que una santa la portavoz morada. Y no solo por el contenido del infame borrador que prepara el ministro, sino porque esa medida, un ataque directo a las futuras pensiones, no figura en el acuerdo de Gobierno de coalición, de modo que es una nueva traición a los postulados y principios socialdemócratas. A Escrivá habría que decirle que no se trata solo de garantizar el sistema público de pensiones, que también, sino de que los futuros pensionistas no pierdan poder adquisitivo, ya que por este camino las jubilaciones que nos quedarán de aquí a unos cuantos años serán de risa, no darán ni para pipas, y tendrán poco que ver con las que hemos disfrutado estas cuatro décadas de más que decente Estado de bienestar.
La semana que nos están dando los ministros del PSOE es para enmarcar. Primero nos congelan el SMI para escamotearle 50 euros de miseria a los obreros mileuristas y ahora nos ponen a trabajar hasta los 65, robándonos una parte de nuestra merecida jubilación. Lo dicho, una cacicada infecta. Las caretas van cayendo. Quedan desnudos los que no predican la coherencia entre los discursos y los hechos.
Viñeta: Pedro Parrilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario