(Publicado en Diario16 el 28 de septiembre de 2021)
El caos se apodera de Reino Unido, donde las gasolineras han colgado el cartel de “surtidor vacío” ante la falta de camioneros con visado. Los atascos, las colas para repostar y la fiebre por las compras y por acaparar productos llega hasta las puertas de Londres y en las tiendas comienza a notarse el desabastecimiento. Un escenario distópico al que los ingleses asisten con la boca abierta. Downing Street garantiza que no habrá problema de suministro para la población en las próximas semanas, pero lo cierto es que empiezan a escasear productos de primera necesidad. La última es que Boris Johnson tendrá que movilizar al ejército (militares de Su Majestad haciendo las veces de camioneros, qué oprobio) y mendigar conductores, con urgencia, a la Unión Europea. Toda una humillación para un tipo arrogante que no quería saber nada de los pigs, a los que él considera los vagos del sur.
Colas, atascos, desórdenes públicos, peleas entre ciudadanos y policía, alarma social… Son las nefastas consecuencias del Brexit, el mayor suicidio económico protagonizado por un país a lo largo de la historia. Los ingleses se dejaron arrastrar por el delirio patriótico de los rubios euroescépticos y ahora, cuando estalla la crisis, caen en la cuenta de que los tomates y las lechugas no llegan a las tiendas a su debido tiempo, que el combustible escasea y que son los conductores españoles, portugueses e italianos los que tienen que ir al rescate de las soberbias e imperialistas Islas Británicas. Si era aislacionismo y ruptura de contacto con las razas inferiores lo que andaban buscando los xenófobos del Palacio de Westminster ya lo han encontrado. Ahí tienen el país que han creado: un lugar aislado en medio del océano, un mundo náufrago donde la comida y la gasolina faltan.
La situación es crítica y Johnson no puede hacer otra cosa que pedir a sus ciudadanos que guarden la calma y no entren en pánico. ¿Pero cómo ha podido llegar uno de los países económicamente más fuerte de Europa a esta explosiva situación de posguerra? La mala gestión de la pandemia es una de las causas, pero también, sin duda, las nuevas leyes xenófobas, el eslogan trumpista de Inglaterrra primero que ha recortado drásticamente la llegada de inmigrantes. El inglés rechaza los trabajos que considera menos nobles y refinados y por ahí empieza el desabastecimiento. No solo faltan camioneros, también fontaneros, electricistas, agricultores, albañiles… Toda esa brigada de choque de la economía que antes era nutrida por extranjeros y que ahora ya no existe. Johnson ha conseguido un país puro y ario, nacionalista y perfectamente blanco, no contaminado por el migrante, pero va a pagar un precio demasiado elevado. No hay transportistas, las estanterías de los supermercados están vacías y las patatas brillan por su ausencia en las mansiones del estirado lord inglés. A falta de suministro y a fuerza de echar a los extranjeros del país, las élites supremacistas, y también el pueblo llano que los vota, van a terminar comiéndose la hierba de los campos de golf. Esa es la gran paradoja económica que nos deja el Brexit.
Las economías modernas del siglo XXI, absolutamente globalizadas, necesitan un mercado interrelacionado, comercio y flujo de personas, contacto constante entre naciones. Levantar muros y fronteras, salir de las organizaciones transnacionales y atrincherar el país en un castillo, como en tiempos de los señores feudales, tiene estas cosas y luego pasa lo que pasa: que en toda Inglaterra no encuentras un pobre chófer (las estadísticas hablan de un déficit de 100.000 camioneros) para llevar la comida a los mercados.
En realidad, todo lo que está pasando ya fue predicho por los grandes economistas del momento. Hasta diez premios Nobel advirtieron en 2016 sobre las consecuencias catastróficas del Brexit. Entre los firmantes estaban George Akerlof (Nobel en 2001), Kenneth Arrow (1972), Angus Deaton (2015), Peter Diamond (2010) James Heckman (2000), Eric Maskin (2007), James Mirrlees (1996), Christopher Pissarides (2010), Robert Solow (1987) y Jean Tirole (2014). “Las empresas y los trabajadores británicos necesitan pleno acceso al mercado único. Además, la salida crearía gran incertidumbre en torno a los futuros acuerdos comerciales alternativos del Reino Unido, tanto con el resto de Europa como con mercados importantes como los de Estados Unidos, Canadá y China”. “Y estos efectos”, añadieron, “perdurarían durante muchos años”. El norteamericano Eric Maskin llegó a decir que la salida del Reino Unido de la UE generaría “una desestabilización del comercio” y que ambas partes sufrirían los efectos. Nadie les hizo caso, Johnson siguió adelante con su alegre festival patriotero y el pueblo paga la factura.
Los presagios más funestos se están haciendo realidad y la sombra de la cartilla de racionamiento planea sobre el país. Ante la escasez de mano de obra, el ultra Johnson que antes se envolvía en la bandera imperial y en filosofías nacionalistas se ha visto obligado a ofrecer visados a destajo a todo aquel que quiera ponerse al volante de un camión o a dar el callo en las granjas avícolas. La humillación es de proporciones históricas. El gallito elitista y esnob que antes cacareaba contra los morenos del sur ahora se arrodilla ante ellos y les implora que le saquen las castañas del fuego. El pifostio que ha montado con sus políticas populistas es monumental. A veces, solo a veces, hay una justicia universal y este es un caso claro de karma funcionando a pleno rendimiento. El trumpista rubio y xenófobo empieza a tragar de su propia medicina. El populismo solo conduce al caos. Tomemos buena nota.
Viñeta: Igepzio
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