(Publicado en Diario16 el 20 de septiembre de 2021)
Las derechas han alcanzado un punto de ebullición que ni el magna del volcán de la isla de la Palma. Las últimas encuestas del CIS dan una clara consolidación del bloque de las izquierdas –el PSOE le sacaría nueve puntos de ventaja al PP, que cae casi un tres por ciento–, mientras que el gran proyecto ultraderechista de Santiago Abascal no termina de carburar. Todo apunta a que Pedro Sánchez tendrá una segunda parte de la legislatura, si no tranquila porque eso es imposible en la política de hoy tan cambiante de un día para otro, sí al menos controlada. Y lógicamente, en Génova 13 se han disparado todas las alarmas.
Pablo Casado ha impuesto la consigna del fuego a discreción, disparar contra todo y contra todos, a ver si así, en una de estas, tiene la suerte de acertarle a Sánchez entre ceja y ceja. De momento, lo único que ha conseguido el eterno aspirante a la Presidencia con su estrategia del pollo sin cabeza es darse un tiro en el pie: el que se ha pegado él mismo montando un oscuro complot contra Isabel Díaz Ayuso para frenar la proyección de la presidenta castiza como fenómeno político, mediático y pop. La pasada semana de guerras familiares fue negrísima para el PP, que casi termina implosionando y expulsando todos los gases y material acumulados. Pero ahora mismo ese solo es uno de los muchos problemas a los que se enfrenta el líder de la oposición. El principal escollo que se le plantea en su difícil y tortuoso camino a la Moncloa es que su proyecto no termina de convencer a los españoles, de modo que, o le da jaque mate a Sánchez en menos de año y medio, o la victoria en las generales se le esfumará entre las manos una vez más. Lo cual que Casado está instalado bajo su propio volcán, como el protagonista del novelón de Malcom Lowry.
El presidente del PP hace ya tiempo que vive atrapado por la obsesión sanchista y le importa poco si estalla una pandemia en España, si el cambio climático va a dejar este país más seco que el desierto del Sáhara o si una erupción volcánica amenaza con tragarse las Canarias como una nueva Atlántida. Aún le quedan unas cuantas balas en la recámara para derribar al presidente socialista y piensa utilizarlas. La más importante de todas, la mesa de negociación con Cataluña. Eso sí que es un cráter en erupción y no el de la “isla bonita”.
Sánchez y Pere Aragonès han acordado no darse ningún plazo para avanzar en las conversaciones y aunque las posturas están enconadas y el acuerdo se antoja casi un imposible no se puede negar que en el último año el clima político en Cataluña ha cambiado como de la noche al día. El escenario no se parece en nada a aquellas jornadas convulsas en las que los CDR quemaban Barcelona y demolían el Estado a golpe de adoquín. Las bases para el diálogo están plantadas y la atmósfera es propicia. Todo eso le fastidia sobremanera a Casado, que no puede permitirse el lujo de que un volcán de semejante calibre encuentre la senda del enfriamiento. Y ahí es donde entran él y su socio Abascal con las latas de gasolina dispuestas a avivar aún más el magma catalán incontenible y explosivo.
PP y Vox preparan una gran ofensiva de cara a la próxima sesión de control al Gobierno con un único tema estrella: Cataluña. Las derechas tratarán de propagar en la sociedad española la idea de que Sánchez se ha puesto de rodillas y ha vendido la patria a los separatistas. Ese discurso calcado al que cualquier político de derechas esgrimía en 1936 puede ser altamente peligroso para Sánchez si no sabe contrarrestarlo con templanza, astucia y pragmatismo. De entrada, debería suspender su viaje a Estados Unidos, si es que no lo ha hecho ya, y centrar todos sus esfuerzos en apagar el incendio que preparan los pirómanos.
“¿Avala el ministro la comisión de delitos como método democrático legítimo para sentar al Gobierno en una mesa independentista de negociación?”. Esa es la pregunta trampa que la diputada del PP Edurne Uriarte ha registrado en la Cámara Baja como cicuta para el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños. En la misma línea va su compañero de filas Vicente Betoret, quien pretende que la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, aclare qué negocia el Ejecutivo de coalición “en esa mesa que no se pueda debatir en el Parlamento”. Por su parte, Vox cargará contra Nadia Calviño para que se posicione y aclare “qué opinión le merece que el pasado miércoles, en Barcelona, se retirara la bandera española antes de la comparecencia de Aragonès”, mientras la “número dos” ultra, Macarena Olona, atacará a Yolanda Díaz para que confirme si apoya la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña, tal como exigen los independentistas.
La estrategia propagandística está, por tanto, claramente definida. Instalar la idea de que el Gobierno y la Generalitat negocian, entre bambalinas y en secreto, un referéndum de autodeterminación vinculante. Propalar el bulo o infundio de que España se rompe cuando Moncloa ha negado cualquier tipo de negociación que suponga saltarse las líneas rojas de la Constitución. Y todo con el único objetivo de equiparar independentismo con terrorismo. Infumable.
Viñeta: Álex, la mosca cojonera
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