(Publicado en Diario16 el 8 de septiembre de 2021)
Javier Maroto (ejerciendo de homosexual doliente y muy afectado por el terrorismo homófobo) condena sin paliativos el brutal ataque de Malasaña; el alcalde Martínez-Almeida lamenta que se identifique Madrid como una ciudad donde se practica, como deporte, la “caza del maricón”; el PP que se mira a sí mismo y se ve moderno y gayfriendly se rasga las vestiduras porque el Gobierno lo acuse de tibieza y complicidad con una extrema derecha que crea el ambiente y el caldo de cultivo apropiado para que las “bestias descerebradas”, como las llama Joan Baldoví, salgan a la calle a apalear y a marcar como reses a las personas homosexuales.
En realidad, el discurso de los supuestamente moderados del PP no se sostiene por ningún lado, no solo porque el partido de Pablo Casado va de la mano como socio de Vox, el grupo que alimenta el discurso del odio hacia las minorías, sino porque ellos mismos, cuando les toca decidir, yerran y se colocan en el lado equivocado de la historia. Tuvimos un buen ejemplo de esa hipocresía política en una reciente reunión en el Parlamento Europeo. Las leyes homófobas del presidente húngaro, Viktor Orbán, recibieron una condena sin paliativos de todas las fuerzas democráticas (populares europeos, socialdemocrátas, liberales, verdes e izquierda alternativa). De todas, menos del PP español, que con su abstención se volvió a aliar con los nazis. De esta manera, a sabiendas, Casado avaló las políticas del pequeño hitlerito húngaro cuya legislación segregacionista atenta contra varios artículos de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE.
Lo que dio por bueno el PP en aquella votación es aberrante y no tiene nombre. Ideas como la prohibición de hablar de homosexualidad con menores en lugares públicos; el rechazo a la educación en igualdad sexual en las escuelas y en los programas de televisión; la censura de cualquier plataforma homosexual accesible a los menores de edad. Y no solo eso, sino también la consideración de la homosexualidad como una especie de perversa pedofilia. Horripilante.
La posición del PP aquel día, denigrante a todas luces, contrastó con la valentía de Ursula von der Leyen y su contundencia en la defensa de la democracia: “Europa nunca permitirá que se estigmatice a partes de nuestra sociedad, ya sea por sus seres queridos, por su edad, su origen étnico, sus opiniones políticas o sus creencias religiosas”. Touché para el señor Casado. ¿Pero por qué hace estas cosas el presidente del Partido Popular español? Sencillamente porque es un hombre sin principios ni valores al que solo le importa tocar el pelo del sillón de Moncloa. Porque es un Fausto capaz de firmar un pacto con el mismísimo Diablo (en este caso el demonio es Vox), si así le salen las cuentas y los escaños suficientes para conquistar el poder. Y porque es un amoral, un tipo sin escrúpulos, alguien a quien la democracia le importa un bledo (en realidad le aquejan ciertos tics franquistas bastante preocupantes, como cuando se queja de que las víctimas de los crímenes de la dictadura están todo el día aburriéndole con la “fosa del abuelo”). Al PP solo le queda el consuelo de que las delegaciones italiana y francesa del grupo popular (intoxicadas también por los Salvini y Le Pen) se abstuvieron también, lo cual no puede ser de ninguna manera una eximente. Ante la ofensiva nazi solo cabe posicionarse en contra y la cobarde abstención en un momento histórico tan trascendente supone mirar para otro lado mientras las “bestias descerebradas” imponen su macabra moda de la caza del hombre por los bares de Madrid.
Cuentan los periodistas de Bruselas que entre Casado y Orbán hay algo más que colaboración política estratégica. Hay una sintonía personal, afinidad de ideas, nostalgias inconfesables por los viejos tiempos. A buen seguro, Orbán considera a Franco como un gran personaje del siglo XX, una figura revolucionaria que cambió la historia de Europa, y ese discurso a Casado no le chirría del todo (él mismo todavía no ha tenido los arrestos suficientes para condenar los cuarenta años de franquismo, lo cual es gravísimo en sí mismo, por mucho que los españoles ya nos hayamos acostumbrado a que los líderes de nuestra derecha patria sean así, carpetovetónicos, rancios y nacionalcatolicistas).
Casado es un caso perdido. Se ha echado en brazos de la extrema derecha, desoye al PP Europeo e incluso va a contracorriente del jefazo Donald Tusk, que ha llegado a pedir la expulsión del Fidesz (el oscuro partido nazi de Orbán) de su grupo parlamentario en la Eurocámara. Qué diferencia respecto al líder español y eterno aspirante a la Moncloa siempre tan tibio y tolerante con los ultras. Pero luego sale Maroto, muy estupendo, a defender a los homosexuales frente a los trogloditas de la extrema derecha. Tómate algo Javi, hijo.
Viñeta: Pedro Parrilla
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