(Publicado en Diario16 el 5 de octubre de 2021)
Si algo está demostrando los Pandora Papers es que los ricos, por lo general, suelen tener mucho dinero y muy poca vergüenza. Mientras no comprendamos que la hipocresía social de aquellos que eluden el pago de impuestos no es solo una cuestión ética o estética, sino un cáncer del Estado de bienestar que nos atañe a todos, este país no tendrá arreglo. Si todavía tenemos la suerte de que un médico nos atienda en la Seguridad Social es porque pagamos impuestos; si la Policía y los bomberos acuden a nuestra llamada de inmediato y cuando lo necesitamos es porque los pagamos con nuestros impuestos; y si hay carreteras, ferrocarril, escuelas y asistencia social es porque el Estado sufraga los servicios públicos con los impuestos de todos los ciudadanos (todos menos los jetas que se escaquean, claro).
El asunto es tan trascendental y a la vez tan sencillo de entender que podríamos concluir sin temor a equivocarnos que la civilización misma se asienta sobre los impuestos y sin ellos volveríamos a la ley de la selva. Mientras tanto, la nómina de defraudadores engorda a medida que se van conociendo más detalles sobre los Papeles de Pandora. Las caretas van cayendo de los rostros de toda esa gente que iba de respetable y honrada por el mundo y que estaba robándonos el dinero, el bienestar social y el futuro como país.
El primero que ha quedado en evidencia, una vez más, es el que debería dar ejemplo por el alto cargo que ostenta. Últimamente el rey emérito está en todas las salsas. Esta vez el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (en colaboración con El País y La Sexta) ha cazado in fraganti a Corinna Larsen, que al parecer pretendía que su amante, el monarca español, cobrara parte de un fideicomiso llamado Peregrine, en Nueva Zelanda, en el caso de que ella muriera antes. De Juan Carlos I los españoles ya no esperamos nada bueno más allá de que se ponga al día con Hacienda y explique el origen de su inmensa fortuna que Forbes cifra en 2.000 millones de euros. Así que esto de Pandora no nos coge desprevenidos. Es una más del emérito.
Pero el listado de supuestos hipócritas que colaboran con oenegés, que van de concienciados contra el hambre en el mundo y que no se pierden un sarao, gala o fiesta de la beneficencia mundial va mucho allá del ex jefe de Estado español. Ahí está Skakira, la diosa del pop cuyo nombre aparece en tres empresas de las Islas Vírgenes y que durante años se ha destacado como la gran madrina de los niños desamparados del Tercer Mundo. Un ángel del bien metida a siniestra defraudadora internacional. Toma waka waka. O Pep Guardiola, el activista de la causa indepe que al parecer poseía una cuenta en Andorra que se cerró en 2012, justo cuando se acogió a la amnistía fiscal aprobada por el Gobierno Rajoy para regularizar sus cuentas en el Principado. Muy antiespañol y muy patriota de la causa catalana de la libertad, pero a la hora de la verdad trincando lejos, en B, como un pepero más. Qué feo Pep.
No quisiéramos seguir con la relación de supuestos aprovechados y escamoteadores porque da vergüenza ajena. Pero cómo no acordarnos de ese Miguel Bosé, el líder del movimiento que niega la pandemia, el gurú que pone al descubierto las supuestas conspiraciones de todo tipo contra los ciudadanos indefensos. Este aparece en el entramado como accionista único de una sociedad en Panamá vinculada a un banco suizo desde 2006. ¿Qué se puede decir después de escuchar esto más que Bosé es otro impostor que predica revueltas y revoluciones contra el oscuro poder en la sombra cuando resulta que él mismo se encuentra en el elenco de confabulados, en la pomada de la gran conspiración mundial para eludir las obligaciones con Hacienda? Esto sí que es una “plandemia” de las gordas, la que promueve la masonería de ricos a nivel global, y no el coronavirus.
Lo de los Legionarios de Cristo, grandes patriotas y hombres de Dios, merece capítulo aparte. Los escándalos por abusos sexuales de su fundador, Marcial Maciel, y la opacidad financiera de la congregación, provocaron la apertura de una investigación del Vaticano en 2010. Días antes, los legionarios abrieron su sociedad opaca para ir tirando, según El País. Los angelitos de la moral y la caridad cristiana tampoco eran trigo limpio.
La lista negra que pone al descubierto la auténtica verdad de los paraísos fiscales es interminable. Desde Julio Iglesias (este no sorprende a nadie, ya que hace años rompió con la madre patria por razones tributarias y se fue a vivir a Miami) hasta el Beatle Ringo Starr, la top model Claudia Schiffer, el primer ministro checo Andrej Babis y el icono de la solidaridad y la justicia Elton John, que en esta ocasión no ha apadrinado un huerfanito, sino una offshore. En el colmo del cinismo habría que situar, sin duda, al antiguo jefe del Fondo Monetario Internacional Dominique Strauss-Kahn, el tipo que se hartó de darnos lecciones sobre austeridad, buenos modales económicos y comportamientos éticos para un futuro más sostenible y mejor. Qué asco.
Definitivamente, es mejor no saber, es mejor que los nombres de los farsantes y fariseos no lleguen a nuestros oídos porque al final a uno se le revuelve la bilis con estos archimillonarios que no saben ni lo que tienen en el banco y que andan hurtando a su nación y a sus compatriotas un futuro que, sin impuestos, no puede ser más negro.
Viñeta: Pedro Parrilla
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