(Publicado en Diario16 el 4 de febrero de 2019)
A menudo hablamos de Estados Unidos como esa gran democracia que supera a la española en todo, en garantías del sistema judicial, en avances políticos y sociales e incluso en respeto a los derechos humanos. Sin embargo, Adrián Mato, un joven español que se enfrenta a 10 años de prisión por haber tomado parte en una pelea durante el partido de la NBA que enfrentó a los Heat y a los Bulls el pasado 31 de enero, está comprobando en sus propias carnes que ese mito americano del país de las libertades esconde una gran mentira.
El joven de 23 años, que pasaba unos días de vacaciones en Miami, decidió asistir al encuentro cuando de buenas a primeras se vio inmerso en una discusión con algunos espectadores de los asientos contiguos. Por lo visto, primero insultó a uno de ellos −”hijo de puta, valiente mamón de mierda”− y después, cuando llegó la policía y los agentes lo invitaron a abandonar el pabellón se resistió a hacerlo, mientras despedía un fuerte “aliento a alcohol y un habla arrastrada”, según la versión de algunos medios de comunicación locales. Al final, los policías tiraron de sus brazos y se inició una pelea que terminó con agentes y detenido rodando grada abajo. Finalmente, el chico fue reducido, esposado y metido por la fuerza en un furgón policial.
La siguiente escena nos lleva a la vista preliminar ante la jueza del Condado de Miami y al joven Mato enfundado en un mono naranja, como si fuese el más peligroso terrorista de Guantánamo. La Justicia lo acusa de cuatro delitos: agresión a policías, resistencia a los agentes de la ley, conducta desordenada y desórdenes por intoxicación etílica. En total 10 años de cárcel. Una broma pesada por una mala tarde de baloncesto. La jueza encargada de la vista de Adrián ha fijado una fianza de 10.000 dólares, de modo que el muchacho podrá seguir en libertad hasta el día del juicio.
Así, lo que en principio iban a ser unas maravillosas vacaciones se ha terminado convirtiendo para Adrián Mato en una de esas malas películas de terror a las que son tan aficionados los norteamericanos. Pero más allá de si es culpable o no, más allá de si su conducta fue violenta o no –lo cual deberá dirimirlo la jueza de Miami–, parece excesivo que la Fiscalía solicite 10 años de reclusión por lo que no deja de ser una pelea producto de una borrachera. Los detractores de todo lo español suelen argumentar que la Justicia ibérica es desproporcionada y cruel, poco respetuosa con los derechos civiles y más propia de épocas fascistas que de sistemas democráticos modernos y avanzados. Generalmente, estos críticos acostumbran a poner como ejemplo ideal de verdadera Justicia a otros países que supuestamente estarían mucho más avanzados que nosotros en ese aspecto. Países como Reino Unido, Francia y Estados Unidos. Pero hete aquí que tenemos a un pobre turista español al que se le fue la cabeza una tarde de copas y al que pretenden arruinar la vida poniéndolo entre rejas durante una larga década, como si hubiese participado en los atentados contra las Torres Gemelas.
Para saber si nuestros tribunales son más retrógrados y totalitarios que otros, podemos preguntarnos cómo actúa la Justicia española con esos aficionados extranjeros que suelen armarla cuando vienen a España a presenciar un partido de fútbol. Lejos de emplearnos a fondo con ellos, ya nos hemos acostumbrado a tolerar a los hooligans británicos de camisetas empapadas en cerveza, a los violentos ultras rusos y a los no menos peligrosos polacos, turcos, holandeses o tifosi, entre otras hordas que campan a sus anchas por las calles de nuestras ciudades infundiendo el pánico entre los vecinos, provocando reyertas tumultuarias con los antidisturbios, quemando contenedores y cajeros automáticos y provocando todo tipo de tropelías y desórdenes propios de batallas campales. En esos casos, los detenidos son puestos a disposición del Juez de Guardia, que termina imponiéndoles una multa testimonial o extraditándolos a sus países de origen hasta el próximo partido de Champions, cuando volverán a España para volver a hacer de las suyas.
No, España no es ese país tan represor y autoritario con los derechos de los ciudadanos que muchos pretenden pintar. Es cierto que también se dan sentencias exageradas como aquel hombre al que sentenciaron a dos años de cárcel por robar una barra de pan o las injustas persecuciones contra raperos, tuiteros y titiriteros. Ahí está el caso del actor Willy Toledo, que está siendo sometido a un proceso desmesurado e injusto por algo tan absurdo como blasfemar contra Dios y la Virgen. Pero aquí no está pasando nada distinto a lo que ya ocurre en otros países democráticos gravemente influidos por la ola de neoconservadurismo político que recorre todo el mundo.
Estados Unidos, al menos los Estados Unidos de Trump, ya no es un ejemplo de nada, como tampoco lo son otros países de nuestro entorno como el Reino Unido del Brexit donde se impone hablar inglés por la calle a los inmigrantes, la Italia de Salvini que deja morir a los náufragos en el Mediterráneo, la Francia de Le Pen o los países escandinavos gobernados por lo ultras, por no hablar de los estados de la antigua órbita soviética, que a menudo identificamos como países democráticos pero que no superan un mínimo control de calidad.
Un proceso tan brutal contra un joven que ha cometido el error de involucrarse en una pelea en un partido de baloncesto no sería posible en España. Como tampoco aquí enviaríamos al corredor de la muerte a un ciudadano como Pablo Ibar, contra el que no existen pruebas concluyentes de asesinato, ni acribillaríamos a balazos a un chico por el mero hecho de ser un negro de Louisiana sospechoso de un delito menor. La Justicia española es imperfecta, errática, y tiene muchas cosas que corregir, qué duda cabe. Pero no lo es más que la que se imparte en otros países occidentales de más larga tradición democrática, como suele decir el topicazo aquel. Pensemos en ello la próxima vez que tengamos la tentación de poner por las nubes al país de las barras y estrellas que en cuestión de derechos humanos ya no es ni sombra de lo que fue.
Viñeta: Igepzio
No hay comentarios:
Publicar un comentario