(Publicado en Diario16 el 15 de enero de 2019)
Los sueldos de los miembros de la Casa Real suben como la espuma sin que parezca afectarles ni la crisis, ni el límite del IPC ni los llamamientos a la moderación salarial que, día sí día también, reclama la patronal. Zarzuela vive en una burbuja salarial feliz, lejos de las estrecheces de los españoles que no llegan a final de mes, mientras los jubilados pelean en la calle por una subida mísera en sus pensiones y la derecha se rasga las vestiduras porque el Gobierno socialista incrementa el salario mínimo interprofesional hasta los 900 euros, una cifra que en los países europeos más ricos provoca la hilaridad.
Hoy mismo se ha sabido que el Gobierno tendrá que pedir un crédito de 15.000 millones de euros para seguir pagando las pensiones. Se trata del tercer préstamo que recibe la Seguridad Social para hacer frente a esta prestación social. En 2017 se le inyectó un crédito por importe de 10.192 millones de euros y el pasado año otro de 13.830 millones. Ante esa situación crítica por la que atraviesa el sistema de pensiones –la hucha se sigue vaciando peligrosamente, al igual que la caja del resto de prestaciones sociales del Estado–, la subida de los emolumentos para los integrantes de la Casa Real provoca sorpresa y tiene difícil justificación.
El proyecto de Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2019 presentado ayer lunes en el Congreso de los Diputados prevé una partida de casi 8 millones de euros para la Casa del Rey, lo que supone un aumento del 1,4 % respecto a 2018. El aumento, que ronda los 100.000 euros, es sin embargo el mayor de los últimos años en una partida de este tipo. Es cierto que Zarzuela sufrió reducciones salariales entre 2011 y 2014 y que, posteriormente, su asignación estuvo congelada hasta 2017, según informa la Agencia Efe. Pero ese año la Casa del Rey volvió a beneficiarse de un incremento nada desdeñable cifrado en 40.000 euros, y en 2018 de otro por importe de 70.000.
La facilidad con la que las nóminas parecen engordar en Zarzuela, gracias a esos “piquillos” que caen a primeros de año con la cuesta de enero, ya la quisieran para sí millones de sufridos españoles que no llegan a final de mes. La derecha dirá que ese argumento es demagógico, pero lo cierto es que el sentido común, y también la estética, aconsejaban que Zarzuela hubiese congelado también este año la subida en sus asignaciones presupuestarias, al menos mientras el tímido crecimiento económico que se registra en los últimos meses no revierta en el conjunto de la población, algo que por desgracia no parece que vaya a ocurrir a corto plazo.
No era el momento de ese aguinaldo postnavideño para la Casa Real. Y no lo era porque los desahuciados de sus casas se siguen suicidando cuando llega la comisión judicial, porque el paro y la desigualdad continúan en niveles inasumibles para una sociedad avanzada (en realidad estamos en cifras de países en vías de desarrollo) y porque aún cunde la desafección de millones de españoles cuya situación económica es un auténtico drama. De hecho, el ascenso de un partido ultraderechista como Vox tiene mucho que ver con la rabia que miles de personas empiezan a sentir hacia un sistema paralizado que no sabe o no quiere dar respuesta a las necesidades y problemas de los españoles. Lo que tocaba ahora, mientras la economía sigue trémula y tambaleándose, era seguir predicando con el ejemplo de la austeridad, más aún en una institución como la monarquía que ya recibe una retribución suficientemente generosa del Estado como para que todos sus miembros puedan vivir con holgura y comodidad y desarrollar así las funciones oficiales que les encomienda la Constitución.
Lejos de apretarse el cinturón, Casa Real ha optado por aceptar la subida salarial que fija los presupuestos generales del Estado previstos para 2019. Una decisión que puede pasar factura a Felipe VI en las encuestas de popularidad, precisamente cuando los referéndums sobre monarquía o república proliferan por todo el país. Si hay asesores en Zarzuela, no están haciendo bien su trabajo.
El rey debería saber que un gobernante no se gana el respeto de su pueblo solo con palabras y buenos sentimientos, ni con arengas patrióticas o discursos retóricos sobre la unidad de España el día de Navidad. El verdadero patriotismo es el que se preocupa por la vida cotidiana de los ciudadanos, por sus salarios escuálidos, por sus pensiones en riesgo, por sus prestaciones sociales cada vez más agotadas y por la sanidad y la educación que reciben, cada vez más devaluadas. Malamente puede pedirse sacrificios a la clase obrera cuando al Jefe del Estado se le sube un sueldo que a cualquier mortal se le antoja, ya de por sí, astronómico.
En concreto, en 2018 Felipe VI cobró un sueldo bruto de 242.769 euros; la reina Letizia 135.530; el rey Juan Carlos 194.232; y la reina Sofía 109.260 euros, en todos los casos abonado en 12 mensualidades. En total, los cuatro sueldos sumaron 679.818 euros, un 1,6 % más que en 2017. ¿Es que no era suficiente para llevar esa vida de lujos que está vedada a la inmensa mayoría de los españoles?
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