(Publicado en Diario16 el 12 de enero de 2019)
No hay más que echar un vistazo al programa electoral de Vox para comprobar que, entre otras cosas, coquetea peligrosamente con la homofobia. Todo lo que hay en ese documento transpira una total falta de respeto hacia las personas que no son heterosexuales, y lo que es aún peor: demuestra un intento por discriminarlas mediante políticas similares a las que Franco impuso en su tiempo para reprimirlas y marginarlas.
Así, para la formación de Santiago Abascal la celebración del día del “orgullo gay” en nuestras ciudades se ha convertido en los últimos años “en una imposición institucional, un problema de convivencia y en la causa de la vulneración de los más elementales derechos de las poblaciones donde se lleva cabo”. El partido extremista recalca que en el caso de los ciudadanos madrileños la situación se vive con “verdadera angustia por los excesos, en todos los aspectos, que se cometen”. La obsesión por difundir una ideología claramente discriminatoria lleva a Vox a criticar la “vulneración” del derecho de los vecinos –“a los que se ha impuesto esta fiesta”–, a disfrutar de un “tiempo de descanso, un horario limitado de ruidos y un barrio seguro y limpio”. Para Vox, las actividades “claramente escandalosas” de las personas que participan en la cabalgata del orgullo gay, “a la vista de adultos y menores”, se llevan a cabo sin que “quienes debieran hacerlo velen por el respeto debido a la intimidad, conciencia y moral personal de los ciudadanos”.
En el fondo, lo que está queriendo decir Vox con términos como “problema de convivencia”, “excesos” o “actividades escandalosas a la vista de adultos y menores” –la idea de orden público es la piedra angular de toda ideología ultraderechista y totalitaria– es que aquellas personas del colectivo LGTB que se manifiestan por las calles en desfiles y carrozas son ruidosas, sucias y promiscuas y mejor sería para todos que se recluyeran en sus casas sin molestar y sin alterar las buenas costumbres. En una palabra: homofobia.
Además, en el programa de Vox se critica que el Estado ofrezca subvenciones públicas a personas que reivindican “una práctica sexual concreta” y que una fiesta que en principio duraba un día se haya ampliado “a una semana”, lo cual da lugar “a posibles abusos e irregularidades en la gestión de todo ello”. Una vez más, el lenguaje es claramente injusto y discriminatorio, al meter en el mismo saco a todos los homosexuales y transexuales del mundo por el hecho de que alguno de ellos pueda desmadrarse un tanto ese día y provoque un altercado, cosa que está por demostrar. En realidad, lo que subyace a esa forma de pensar es una repulsa a todo un colectivo, una forma de odio, un miedo al diferente y un intento por criminalizar a miles de personas por la conducta de unos pocos, tal como suele hacer el partido ultra cuando se refiere a la inmigración. El mismo discurso hostil y falaz utilizado por Vox en el asunto migratorio vale para aquellos que mantienen relaciones sexuales con personas del mismo sexo y así, al igual que si un inmigrante comete un delito todos los inmigrantes son delincuentes (remarcándose el carácter xenófobo) si un homosexual hace algo que está mal todos los homosexuales deben ser juzgados por ello. Esa especie de criminalización generalizada de un grupo social es algo que ya sucedió en la Alemania nazi, cuando a los judíos, a todos los judíos sin distinción, se les colgó el cartel de usureros culpables de la crisis económica que atravesaba el país en los años 30.
Cuesta trabajo (y da pereza) tener que escribir un artículo como este en pleno siglo XXI pero, aunque parezca imposible, así son los razonamientos simplistas que promueven los líderes de Vox. Es como si los nuevos ultraderechistas del partido verde se hubiesen quedado en aquel lenguaje esquemático e incipiente de los peludos muñecos de Barrio Sésamo (arriba, abajo; izquierda, derecha; delante, detrás; bueno, malo) y no hubieran progresado hacia un pensamiento lógico-discursivo más complejo, elaborado, profundo. Serán los expertos, sociólogos y filósofos quienes en los próximos años estudien las causas del auge de los partidos ultras en toda Europa, pero sin duda una de ellas habrá que buscarla en la educación, en la crisis de la cultura, en cómo las sociedades modernas han ido degradando la enseñanza de valores humanistas, origen de la decadencia de Occidente.
Precisamente en Andalucía tenemos un buen ejemplo de cómo el abandono de la cultura termina generando grandes bolsas de analfabetismo integral, el mejor caldo de cultivo para partidos que lejos de promocionar valores democráticos elevados y vinculados con el desarrollo de la inteligencia humana, apelan a la víscera, al odio y a los sentimientos más bajos. El índice de abandono escolar que se venía registrando en los sucesivos gobiernos del PSOE de Susana Díaz, uno de los más elevados de Europa, unido a la elevada tasa de paro, suponía una bomba de relojería que ha explotado finalmente con la llegada de Vox.
Pero volvamos a la caza de brujas que el partido retrofranquista ha emprendido contra el día del orgullo gay, símbolo de la liberación de miles de personas perseguidas y humilladas. “La lamentable colaboración de todos los partidos del ámbito parlamentario en esta trama de intereses, que se han volcado para garantizar que unos colectivos minoritarios vulneren con impunidad desde normas municipales hasta derechos fundamentales de la mayoría, hace que Vox se presente como el único partido que denuncia esta situación y exige explicaciones a quienes tienen la responsabilidad de gobierno municipal, autonómico y estatal”, asegura el programa electoral del partido de Abascal. Resulta intolerable que los líderes de Vox definan como una “trama de intereses” (equiparándola a una red mafiosa) la organización de actos como el día del orgullo gay, una festividad que simple y llanamente pretende reivindicar los derechos de un colectivo históricamente maltratado. Y más intolerable aún es que un Estado democrático permita que un programa político de partido critique “la ampliación desproporcionada” de esta celebración “impuesta por motivos ideológicos” y que ocupa ya “más espacio en el calendario que cualquier fiesta de raigambre popular pese a ser privada y minoritaria”; o denuncie injustamente la “utilización de las instituciones para promoción y apoyo de unos colectivos concretos (banderas en balcones de ayuntamientos y organismos públicos) recursos (limpieza, seguridad…) espacios (calles, barrios, centros municipales…) de titularidad pública para la celebración de esta fiesta particular”.
Una vez más queda patente cuál es la estrategia de Vox: criminalizar a las minorías, ya sea por razón de raza, sexo, religión, ideología política o condición social. Todo lo contrario de lo que establece la Constitución española que con tanto entusiasmo dicen defender.
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