(Publicado en Diario16 el 3 de julio de 2018)
Que el PP ha convertido la democracia española en un vodevil, en un show de variedades, en un espectáculo circense, es algo que ya se sabía. Pero la última pregunta que los populares han formulado a la Mesa del Congreso de los Diputados, a través de su portavoz adjunto, Carlos Floriano, a cuenta de las fotografías del presidente Pedro Sánchez en un helicóptero Super Puma del Ejército, demuestran la peligrosa afición del partido conservador a convertir nuestras instituciones en una especie de Club de la Comedia. En su carta al Congreso, Floriano deja constancia de que “en la cuenta oficial de Twitter se puede observar al presidente con un colaborador revisando dentro del avión unos documentos con las gafas oscuras de sol puestas” y se pregunta con una chispa de humor: “¿son gafas graduadas?” No parece que de las gafas de sol con las que Sánchez posa en el interior de la nave, en plan anuncio chico Martini, vaya a depender el futuro de España, salvo que en alguna situación de emergencia el presidente tuviera que ponerse a los mandos del helicóptero, como Harrison Ford en cierta película sobre el Air Force One, y el buen aterrizaje del Super Puma dependiera de la correcta graduación de sus dioptrías. Resulta más que evidente que la interpelación del PP al jefe del Ejecutivo no tiene mayor objetivo que hacer una “gamberrada” o “gracieta”, degradar las Cortes a la categoría de lugar poco serio y provocar la mofa entre la parroquia popular, pisoteando el fin último del Parlamento, que no debería ser otro que resolver los graves problemas de los ciudadanos.
La batería de preguntas de Floriano sobre los posados del presidente del Gobierno pretende averiguar además el “coste que han supuesto esas instantáneas”, como si el señor diputado del PP desconociera que hoy en día sacar una imagen con un teléfono móvil tiene un coste de aproximadamente cero céntimos. Algunos han comparado la sesión fotográfica de Sánchez en el Super Puma con las que en su época ofrecía el presidente John F. Kennedy, conocido no solo por sus cualidades innatas como gran estadista, sino por su elegancia y sex appeal. Ninguno de los dos rasgos parece estar al alcance de Floriano y quizá haya sido ese puntito de envidia, la que le infunde Sánchez, la que ha llevado a su señoría a participar en una pantomima parlamentaria en toda regla y en una burla a las instituciones democráticas. A fin de cuentas hasta para ponerse unas gafas de sol hay que tener un estilo, una percha, un saber estar, y algunos diputados del PP jamás podrían lucir unas Ray-Ban sin hacer el ridículo por antiguos. Pero cuestiones estéticas aparte, habría que preguntarse sobre la oportunidad de la galería de fotos de Sánchez, que parecen extraídas de la revista Life y que fueron tomadas el 24 de junio, con motivo de su viaje a Bruselas para participar en su primer Consejo Europeo. En principio no habría nada que objetar, ya que un presidente del Gobierno en última instancia es una persona como otra cualquiera y tiene derecho a fotografiarse cuándo y dónde le plazca, ya sea en un helicóptero del Ejército o en el ascensor de su casa. Cuestión aparte es el objetivo político que sus asesores pretendían lograr con semejante puesta en escena más propia de una película de James Bond que del viaje oficial de un mandatario a Bruselas. ¿Esperaban los colaboradores que aconsejaban a Sánchez captar el voto del lobby de diseñadores y estilistas con tales instantáneas? ¿Cayeron en la cuenta de que el presidente iba a dar una imagen quizá algo frívola, glamurosa y vip bastante alejada de lo que debería ser la austeridad que se le supone a un líder de la izquierda?
Dudas aparte, el escrito de Floriano se completa con algunas otras preguntas que van en la misma línea de la cutrez política, como si Sánchez utilizó el Super Puma solo para realizar el trayecto del Palacio de La Moncloa a Torrejón de Ardoz (quizá debió pensar que el presidente aprovechó para darse un garbeo en helicóptero por el barrio); si sabía el líder socialista que la distancia entre el Palacio de la Moncloa y la base aérea “es de poco más de 25 kilómetros” o si en algún momento sopesó Sánchez viajar “por carretera en coche oficial”, teniendo en cuenta que el helicóptero es “caro” y que además “los domingos a esas horas no existen problemas de tráfico”. A Floriano solo le faltó preguntar por qué el jefe del Gobierno español no recurrió al burrotaxi, como hacían por obligación los españolitos del tardofranquismo para moverse de un pueblo a otro. Cuesta trabajo creer que el señor Floriano esté tan anticuado como para no comprender que en el siglo XXI un presidente del Gobierno necesita desplazarse en el medio de locomoción que más rapidez y seguridad le reporte para cumplir con su vertiginosa agenda diaria, aunque visto el tono de chiste malo en plan españolada de sus preguntas todo sería posible. En resumen: alguien en el PP debería haber advertido al portavoz que el asunto del helicóptero no era el escándalo Watergate precisamente, ni siquiera el Caso Gurtel de los socialistas, por lo que no daba para más.
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