(Publicado en Diario16 el 9 de mayo de 2021)
El alcalde de Madrid es uno de esos grandes amantes de la libertad mal entendida que durante la campaña electoral se subieron alegremente al carro populista de Ayuso contra las medidas sanitarias del Gobierno Sánchez. Sin embargo, tras comprobar el desastre que se vivió anoche en Madrid una vez decaído el estado de alarma (los botellones, las fiestas callejeras multitudinarias, la muchedumbre sin mascarilla y los jóvenes suicidas dispuestos a terminar en la UCI a cambio de un buen colocón) esa libertad absoluta ya no parece gustarle tanto al primer edil madrileño por lo que puede tener de preludio de más muertes, más contagiados y más hospitales saturados. Pues ahí los tiene señor alcalde, esos son sus cachorros consentidos y confusos con la libertad, esas son las nuevas generaciones insolidarias que usted y Ayuso han alimentado a fuerza de falsas y demagógicas ideas sobre los sagrados bares, las placenteras terrazas y la vida hedonista a la madrileña. O como reza el dicho castizo: cría cuervos y te sacarán los ojos.
Anoche, en Sol, cientos de personas celebraron el final del estado de alarma al grito de «libertad», esa libertad naíf, irresponsable y sonrojante que ha promocionado el PP de Madrid para poder ganar unas elecciones a toda costa, incluso a costa de poner en peligro la salud pública, la vida de todos. Las imágenes de gente bebiendo y bailando la conga en plena pandemia, en una escena más propia de una enloquecida Nochevieja que de un momento tan delicado como el que vivimos, no le han gustado al primer edil, que en un par de días (el tiempo justo de recuperarse de la resaca electoral, tan perniciosa como los botellones de los frívolos juerguistas) ha pasado de defender la libertad más absoluta a hacer un llamamiento a la calma y la prudencia.
Sin embargo, esa apelación a las buenas formas y al civismo sanitario no se le escuchó en campaña electoral, sencillamente porque no era rentable políticamente y porque era mucho más jugoso alentar la rabia, el odio y la insurrección contra las autoridades que no hacen otra cosa que intentar frenar la expansión del coronavirus. Hoy, al Almeida horrorizado por la posibilidad de que llegue una nueva ola fatal del virus, esas imágenes le parecen «lamentables» y recuerda que «libertad no es infringir las normas». A buenas horas mangas verdes. Demasiado tarde, señor alcalde, ustedes han alimentado al monstruito de la libertad (más bien libertinaje electoralista) que se revuelve contra su propio creador. Ahora lidien ustedes con ese miura; manejen como puedan a los mozallones manipulados de mofletes enrojecidos, hilillo de baba colgandero y poca neurona; traten de meterlos en cintura, lo cual será imposible, porque las manadas salvajes del comercio y el bebercio andan ya desatadas.
«Las imágenes de ayer son lamentables. Los botellones no están permitidos en la ciudad de Madrid. Muestro condena absoluta», insiste un compungido Almeida en declaraciones a los periodistas tras celebrarse un acto por el día de Europa, esa misma Europa que se ríe de la España de charanga y pandereta promocionada por el Partido Popular. Guárdese sus lamentaciones, señor corregidor, y prepárase para otro miasma de ambulancias, neumonías, toses, esputos y coches fúnebres. En total, la Policía Municipal de Madrid ha realizado más de 450 intervenciones por las aglomeraciones registradas en distintos puntos de la capital tras decaer el estado de alarma y el toque de queda. Según ha indicado el alcalde, una de las zonas más «problemáticas» y calientes fue la Plaza del Dos de Mayo. No deja de ser curioso que el emblemático lugar elegido por Ayuso para llevar adelante su delirio de revuelta ciudadana popular contra el invasor bonapartista Sánchez haya sido también el tontódromo elegido por los ejércitos de la borrachera para reivindicar el carpe diem tras el final del estado de alarma. Casualidades pocas. Causa efecto, más bien.
Además, la horda insolidaria se congregó en distintos puntos de la ciudad para celebrar la primera noche de la liberación pepera y sin toque de queda en la región. Muchos sin mascarilla gritaban consignas como «Alcohol, hemos venido a emborracharnos y el resultado nos da igual» o «Libertad, libertad», como en los años oscuros de la Transición, cuando la palabra libertad aún tenía sentido. Esperpéntico, triste, surrealista. La mayoría de los fanáticos guatequeros llevaba botellas de alcohol que no trataban de ocultar porque alguien les ha dicho que en Madrid se puede hacer lo que a uno le venga en gana, ya que en eso consiste la idiosincrasia del madrileñismo contemporáneo. A todos esos mozalbetes atiborrados de cubatas sus políticos les han dicho que la libertad se puede identificar con el individualismo, el egocentrismo y hacer de su capa un sayo (tírese de hemeroteca y revísense los mítines más encendidos de Ayuso) de modo que ahora actúan en consecuencia y con arreglo a lo que han escuchado. Desde ese punto de vista, las pandillas juveniles del hedonismo madrileño, las muchachadas nihilistas que venden su vida y la del abuelo por un buen cubata, no hacen más que cumplir con lo prometido por los vencedores en su programa electoral. Al alcalde hay que darle la enhorabuena por la tarea desinformativa, poco instructiva y de mala educación que ha promocionado entre sus paisanos en los días previos al 4M. Ahora, a recoger lo sembrado.
Viñeta: Igepzio
No hay comentarios:
Publicar un comentario