viernes, 21 de mayo de 2021

LA CUERDA DEL GOBIERNO

(Publicado en Diario16 el 17 de mayo de 2021)

La ministra Montero aconseja a todo aquel que crea que el Gobierno va a caer antes de tiempo que “espere sentado”. Es la forma que tiene la ministra de Hacienda de decir que hay Ejecutivo de coalición para rato. Pero más allá del optimismo inquebrantable que demuestra la portavoz del gabinete Sánchez, cabría preguntarse si de verdad existen razones para pensar que la primera experiencia de coalición de izquierdas desde la Segunda República tiene recorrido o ha entrado ya en vía muerta.

La decisión del Gobierno de finiquitar el estado de alarma y delegar las medidas sanitarias en las comunidades autónomas y en los respectivos tribunales de Justicia no ha gustado a los expertos epidemiólogos, que alertan de que todavía es pronto para derogar un decreto que a la larga ha dado un buen resultado (las cifras de contagiados se han reducido en nuestro país y en los próximos días podríamos bajar de 150 infectados por cada 100.000 habitantes).

Sin embargo, sorprenden las prisas que le han entrado a Sánchez por liquidar el marco legal que regula las restricciones sin intentar prorrogarlo el tiempo que sea necesario, y todavía llama más la atención que el presidente se haya dejado influir por los efectos de la aplastante victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, que con su discurso libertario y contra las medidas intervencionistas del Gobierno ha logrado convencer a los madrileños de que la pandemia ya es historia, lo cual no es cierto.

Era importante que el Gobierno sacara lecciones de su derrota sin paliativos en Madrid, pero no era necesario entregarse a la idea ayusista de que el virus es cosa del pasado, tal como el mismo premier socialista declaró hace solo unos días, cuando dijo aquello de que “el estado de alarma es el pasado; hay que mirar al futuro, que es la vacunación”. Solo le faltó gritar viva la libertad y pedirle el voto a los hosteleros.

¿Qué parte de debilidad y de miedo a que el “efecto Ayuso” se extienda por toda España está detrás de la decisión del Gobierno de pasar página y entrar en una nueva fase que puede ser todavía prematura? No lo sabemos, pero sin duda las imágenes de cientos de jóvenes dándose al botellón en todas las grandes ciudades españolas al grito de “libertad” y “se acabó el estado de alarma” han pesado en el Consejo de Ministros, que ha decidido cambiar de estrategia y pasar del intervencionismo sanitario puro y duro al mensaje implícito de haga cada cual lo que estime oportuno, que yo me lavo las manos.

Obviamente, el Gobierno ha debido ver una seria amenaza para su futuro en la “revolución del botellón”, o sea todos esos ciudadanos levantiscos que cada fin de semana se dan a la fiesta y a la borrachera contra el tirano Sánchez (que los encierra en sus casas) y en nombre de la libertaria Ayuso, elevada a la categoría de gran heroína o mujer que realmente logró vencer al coronavirus. Esa farsa ha colado en la sociedad española (harta de la fatiga pandémica) y el presidente del Gobierno ha decidido que era un buen momento para levantar el pie del acelerador, ser algo más tolerante y permisivo con las medidas sanitarias y dejar que los españoles se relajen en la playa o en el campo tras largos meses de angustia, confinamiento y terror a causa del virus.

Por tanto, las últimas decisiones del Ejecutivo solo pueden ser interpretadas en clave de corrección de una estrategia política que había quedado obsoleta, de brusco viraje ante la incertidumbre que produce un PP disparado en las encuestas, en buena medida impulsado por el fenómeno fan de los ayusers. Parece claro que de esta crisis sanitaria sale un Sánchez antipático para mucha gente (una gran injusticia, ya que el presidente siempre adoptó medidas para salvaguardar la salud pública, dotando de ayudas sociales a los damnificados) y una Ayuso idolatrada por su capacidad para transmitir alegría, jolgorio y libertinaje.

La presidenta de Madrid se ha metido al pueblo en el bolsillo porque, por desgracia, siempre caerá mejor una folclórica cupletista que proporciona placer y cachondeo al pueblo que un señor con bata blanca empeñado en que el paciente no salga de casa, no beba y no fume. La demagogia es tan vieja como el ser humano y en política está todo inventado.

Ahora el Gobierno se encuentra en un momento especialmente delicado, ya que por mucho que sus ministros se empeñen en que no se deben extraer conclusiones nacionales de un proceso electoral autonómico, lo cierto es que en Moncloa existe preocupación ante la posibilidad de que el desgaste le lleve a perder el poder en dos o tres años. Así las cosas, de lo que se trata ahora es de vender optimismo, ese factor emocional determinante que las izquierdas, ofuscadas en una campaña electoral madrileña centrada en el eje democracia o fascismo, pasó por alto en un error garrafal.

De esta manera, en las próximas semanas vamos a oír hablar mucho al Gobierno de vacunación, del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (o sea los 140.000 millones de euros de Bruselas para nuestro país) y de medidas sociales para los más castigados por la crisis. Pero si la campaña turística fracasa y la situación económica no mejora, el Ejecutivo de coalición estará herido de muerte.

Con todo, no es la pandemia la única tormenta que puede llevarse por delante a Pedro Sánchez. Si finalmente Esquerra y Junts consiguen formar un gobierno en Cataluña, el próximo escollo será la difícil negociación y el diálogo de la mesa de partidos tras el fallido procés de independencia (con el polémico asunto de los indultos a los presos soberanistas como trasfondo). Otra bomba de relojería tan potente como el propio coronavirus. Ni que decir tiene que el frentista Pablo Casado hará de todo esto una nueva guerra fratricida para exigir elecciones anticipadas y asestar el último golpe mortal a Sánchez. «No siento que se estén consumiendo los últimos meses de esta legislatura […] Ahora empieza el trabajo que el Gobierno tenía pendiente desarrollar”, asegura con convicción la ministra Montero.

Y luego están las siempre tormentosas relaciones entre PSOE y Unidas Podemos en el seno del gabinete gubernamental. La salida de Pablo Iglesias del Consejo de Ministros y su sustitución por Yolanda Díaz puede llevar algo de calma y sosiego a la coalición. Pero el equilibrio es inestable y en cualquier momento la alianza de izquierdas puede estallar por los aires.

Ilustración: Artsenal JH

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