(Publicado en Diario16 el 18 de mayo de 2021)
Es un tipo funesto que vive de la carroña y de las tragedias que asolan al país. Cuando estalla una pandemia, ahí está él para desestabilizar en lugar de arrimar el hombro. Cuando Bruselas nos riega con el maná de las ayudas a la reconstrucción, ahí está él para torpedear el ansiado plan Marshall y que España se hunda un poco más. Y ahora que estalla la peor crisis diplomática con Marruecos a cuenta de la avalancha de inmigrantes en Ceuta, él se pone a jugar a las batallitas, en plan general Patton, exigiéndole al Gobierno que “garantice las fronteras nacionales”, como si estuviésemos al borde de un Pearl Harbor a la española.
Cómo no, hablamos del hombre unidireccional que solo tiene una idea en la cabeza: quitar a Sánchez de Moncloa para sentar sus posaderas en el trono del reino. Pablo Casado es una desgracia para los españoles. Allí donde estalla un incendio, allá está él con la lata de gasolina presto a avivarlo; allí donde explota una crisis, sea del tipo que sea, allá aparece él con más madera para avivar el siniestro. Nunca está de acuerdo con nada, siempre va a la contra de todo (a veces contradiciéndose a él mismo), porque lo que en realidad le interesa no es que España vaya bien, sino que a él le vaya bien.
Hoy el jefe de la oposición más destructiva y tóxica que se recuerda (está dejando a Aznar a la altura del betún) ha telefoneado al presidente del Gobierno para decirle que está a la espera de que le devuelva la llamada. ¿Pero este hombre quién se ha creído que es, la Reina de Saba? Con la que está cayendo en Ceuta, con los miles de náufragos exhaustos arrastrándose por las playas del Tarajal (más bien carajal), con el ejército y los carros de combate desplegando posiciones y recordando mucho a las imágenes que se están viviendo en Gaza estos días, ¿cómo puede pensar este fatuo que el presidente del Gobierno está para atenderle a él y para jugar a sus caprichosos divertimentos retóricos de niño malcriado?
Llegados a este punto cabe preguntarse qué puede solucionar alguien como Casado en todo este sindiós humanitario que se ha montado en un momento en la olvidada frontera sur. Hasta donde sabemos, nada. Es el típico españolito iracundo e inane que estorba en el peor momento. Lo que hace falta en Ceuta es más efectivos policiales, más voluntarios de Cruz Roja y ayuda de la Unión Europea, no un hombre ensimismado en su ambición que no sabe hacer otra cosa que malmeter en los momentos más delicados y trascendentales del país.
Sin embargo, lejos de quedarse callado y dejar que otros hagan su trabajo, Casado insiste una y otra vez en su política ruidosa, obstruccionista y destroyer. Todavía no se le ha escuchado ni una sola declaración que ponga en su sitio la verborrea bélica que ha empezado a soltar Santiago Abascal. Por lo visto, el líder de Vox ya ha desempolvado el viejo mosquetón del abuelo, los rancios discursos guerreros y los mapas coloniales para tratar de vender que esta oleada bestial de inmigrantes que sufre Ceuta es una reedición de la guerra contra el moro de hace un siglo, o sea la rebelión de Abd el-Krim, la ofensiva de los rifeños y el desastre de Annual.
“Esta invasión de menas es el resultado del consenso progre de políticos, periodistas y poderosos, que nos demonizan por denunciarla. El problema es que las consecuencias no las pagan los culpables, sino todos los españoles con la ruina y la inseguridad”, proclama el Caudillo de Bilbao.
Para desgracia de Vox, esto no es ninguna invasión ni ninguna guerra, es sencillamente la gente que se está muriendo en la África explotada y hambrienta, la miseria que se revuelve contra la Europa opulenta y rica, la injusticia humana y la crueldad que recala en nuestras costas. A quien tendría que telefonear Casado no es a Sánchez –que está haciendo lo que tiene que hacer, movilizar al ejército, constituir un gabinete de crisis para hacer frente a la situación, departir con el rey y llamar a consultas a los embajadores de Marruecos–, sino a su desquiciado socio de gobiernos trifachitos, al que ya le falta poco para pedir la declaración de guerra contra nuestros vecinos del otro lado del mar.
A poco que nos descuidemos, los ultras exigen el despliegue de las fragatas capaces de bombardear y hundir las inocentes pateras de los pobres desgraciados, como hizo en su momento el pirado primer ministro ultra italiano, Matteo Salvini.
Pero lejos de hacer frente al auténtico enemigo de la democracia, que no es otro que Vox, Casado se alinea con el discurso patriotero de que Sánchez “ha rendido la frontera sur”. ¿De qué otra manera puede entenderse si no esa patraña en forma de exigencia de que Moncloa debe garantizar la integridad territorial en Ceuta? Las fronteras en ningún momento han estado en peligro o amenazadas, tampoco la soberanía nacional, por mucho que Casado y Abascal se empeñen en crear la ficción de un conflicto armado y de presentar lo que es una crisis humanitaria sin precedentes como una nueva invasión, tal como ocurrió en el 711 con los bereberes de Táriq. Si Casado es capaz de mantener esos discursos africanistas y carpetovetónicos es que trabaja ya en perfecta sintonía con los nostálgicos del imperialismo español.
Cada día que pasa se diluyen un poco más las diferencias entre los discursos de PP y Vox. Sus mensajes son calcados y sus estilos y maneras prácticamente los mismos. Lo de Ceuta es una catástrofe humanitaria que hay que atender con ayuda y con respeto a las convenciones internacionales sobre derechos humanos. La guerra contra el moro invasor que pretende declarar Abascal (con la tolerancia de Casado) es otro delirio de grandeza de esta nueva extrema derecha trumpista que, más allá de pandemias y dramas, se ha convertido en el mayor peligro público para este país.
Viñeta: Pedro Parrilla
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